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Los pecados del ex obispo Lugo

El presidente del Paraguay, Fernando Armindo Lugo Méndez, impresionó a los ciudadanos de su país y a quienes en el exterior han seguido la apasionante historia de sus amores secretos y los hijos que ha engendrado furtivamente, cuando pidió perdón públicamente: “No estuvo en mi intención ofender a nadie y si alguien se ha sentido molesto o agraviado por esta situación, a mí no me cuesta pedir perdón”, declaró el ex obispo Lugo el viernes 24 de abril recién pasado. Y agregó: “Reconozco que he faltado a la Iglesia, al país, a los ciudadanos, a los que depositaron confianza en mí”.

“Soy un ser humano y por tanto, nada humano me es ajeno”, dijo también el ex obispo Lugo, repitiendo la conocida sentencia del autor romano del siglo II antes de Cristo, Terencio, la cual, Carlos Marx citó igualmente en su propio elogio. Prometió el presidente paraguayo que, “al tiempo de pedir perdón por esta circunstancia, quiero ratificar que mi versión será siempre la verdad, llegue a ella por la confirmación de desmentidos directos, llegue a ella por la vía de los trámites judiciales”. Y concluyó diciendo: “No dejaré al pueblo sin la revelación de la verdad cuando ella sea esclarecida ni me escudaré en la privacidad cuando llegue el tiempo de expresarlo”.

En realidad, en un comienzo el ex obispo y ahora presidente Lugo quiso negar la denuncia por paternidad irresponsable, que presentó públicamente contra él la señora Viviana Carrillo, de 26 años. En esa ocasión, el 8 de abril recién pasado, Carrillo reveló que había concebido de Lugo un hijo llamado Guillermo Armindo, quien ahora tiene dos años de edad, y al poco tiempo el mandatario paraguayo reconoció que es verdad. Carrillo también aseguró que fue seducida por el obispo Lugo cuando ella era una menor de 16 años, lo cual en la legislación paraguaya constituye delito de estupro.

Dos semanas después, otra joven mujer llamada Benigna Leguizamón, de 25 años, reveló que también tiene un hijo del ex obispo y ahora presidente paraguayo, niño que se llama Lucas Fernando y cifra 6 años de edad. Luego, Damiana Morán, de 39 años, igualmente dio a conocer que es madre de un bebé de 16 meses llamado Juan Pablo, cuyo padre es el inquieto ex obispo católico y presidente del Paraguay.

Sin embargo, después de pedir perdón Lugo dijo que el escándalo se debe a una conspiración de sus enemigos políticos, que quieren sacarlo del poder. De esa manera el primer mandatario paraguayo se colocó en el mismo nivel de los gobernantes pintorescos pero autoritarios, Hugo Chávez de Venezuela; Evo Morales de Bolivia y Daniel Ortega de Nicaragua, quienes inventan conjuras contra ellos para alimentar su ego y justificar sus atropellos.

Lo cierto es que nadie quiere derrocar al presidente Lugo. Sus opositores no tienen la cantidad de diputados que es necesaria para destituirlo y tampoco interés en destituirlo, porque quien asumiría el cargo sería el vicepresidente Federico Franco, del Partido Liberal Radical Auténtico, aliado de Lugo. La única diligencia que ha hecho la oposición en este caso, es una solicitud de investigación por el delito de estupro que habría cometido el presidente Lugo. Dicha solicitud fue presentada por la senadora Lilian Samaniego, presidenta del Partido Colorado, el principal de la oposición. Sin embargo, la Fiscalía rechazó la petición porque Viviana Carrillo rectificó su denuncia original y declaró que en realidad tenía 23 años, no 16, cuando comenzó a sostener relaciones sexuales con el entonces obispo Fernando Lugo.

De manera que el problema de Fernando Lugo es más ético que legal. Lo que ha cometido no es delito, sino pecado, según la doctrina católica que él profesa y que durante mucho tiempo predicó y representó oficialmente. Entonces, lo que debería hacer es renunciar, por decoro, pero si considera que basta con pedir perdón públicamente, al menos debería casarse y formar un hogar con alguna de las mujeres que le han tenido hijos, como le aconsejó monseñor Claudio Giménez, obispo de la Diócesis paraguaya de Caacupé: “Tal vez eso lo va a tranquilizar mucho y va a aquietar las aguas”, dijo el prelado paraguayo.

Eso es lo que debería hacer el ex obispo Fernando Lugo, en vez de ponerse el uniforme de Hugo Chávez y Daniel Ortega —que no le luce—, y arremeter contra falsas conspiraciones y enemigos imaginarios.

Editorial
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