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Ser padre: El mayor de los retos

Tres hombres exitosos en diferentes campos, artístico, médico y empresarial, comparten con Nosotras el grandioso camino que han recorrido como padres de familia y el orgullo de ver crecer a sus hijos Rommel Ocampo al lado de sus hijos María Amanda, Rommel Ernesto y Joseph Hendel a quienes peinó y vistió especialmente para que lucieran […]

  • Tres hombres exitosos en diferentes campos, artístico, médico y empresarial, comparten con Nosotras el grandioso camino que han recorrido como padres de familia y el orgullo de ver crecer a sus hijos
    Rommel Ocampo al lado de sus hijos María Amanda, Rommel Ernesto y Joseph Hendel a quienes peinó y vistió especialmente para que lucieran lindos en esta fotografía.

El valor al trabajo: su mejor herencia

Padre e hijo comparten una oficina tapizada de fotos familiares que abarcan al menos tres generaciones. Los rostros sonrientes de esas imágenes reflejan la unidad y el amor como elemento clave de esta familia.

Don Augusto Münkel es la raíz de este árbol que ha germinado con una fructífera cosecha y aunque él se mantiene al frente del grupo empresarial Münkel, sus hijos siguieron sus pasos y ya han tomado la estafeta para que los éxitos continúen siendo parte de su historia.

Con tesón y perseverancia esta familia logró forjar uno de los grupos empresariales de mayor presencia y buenos resultados en el país. Como muchos nicaragüenses emigraron en los años 80 buscando mejores oportunidades de vida, Don Augusto es categórico al decir: “Empezamos de cero, perdimos todo luego de haber tenido ciertas comodidades. Con mucho esfuerzo establecimos nuestra primera óptica en Costa Rica y luego fuimos creciendo”.

En esa labor estuvo siempre junto a sus hijos y esposa y aunque en el país vecino encontraron ambiente para desarrollar un buen negocio. El amor a Nicaragua los hizo regresar e iniciar aquí una de las mayores red de ópticas. Actualmente tienen 33 sucursales en todo el país y poseen un laboratorio que es uno de los más grandes de Centroamérica con equipos de última tecnología.

Al escuchar las experiencias de don Augusto se percibe la tranquilidad del padre que ha hecho una buena tarea con sus hijos. “Me siento satisfecho. Unos de mis hijos plasmó en un escrito que él es parte de una familia feliz y eso me llena mucho. Cada vez que hay un cumpleaños siempre nos reunimos todos a desayunar y es muy alegre pues es una familia grande. Tengo dos hijos, una hija y doce nietos, de 23 años para abajo”.

Otro valor positivo de los Münkel es el respeto pues en la toma de decisiones han sabido ponerse de acuerdo y tomar en cuenta las opiniones sin desmeritarlas. “Claro que hay diferencias pero son cositas pequeñas y tontas. No hay grandes desavenencias”, confiesa don Augusto quien ya ha integrado a tres de sus nietos para que den continuidad a su legado, que ya se ha ampliado y diversificado pues ya no sólo se dedican a la comercialización de lentes sino que también se han extendido a productos de consumo médico y más recientemente incursionaron en ropa y accesorios infantiles.

Para este hombre amable, calmado y que inspira confianza “a los hijos hay que decirles cómo hacer las cosas pero hay que hablarles con el ejemplo. Además, hay que saber aceptar cuando se cometen errores pues como seres humanos no somos infalibles y en esas situaciones es muy importante el respeto”.

Respeto que no sólo se le debe tener a los hombres sino también a Dios, piensa Augusto Münkel. Él cree que la parte religiosa contribuye muchísimo al engrandecimiento de las personas “para que uno sea más conciente con sus semejantes porque mi familia no solo son mi esposa, mis hijos y nietos, también son mis empleados, la gente que coopera con nosotros cada día para que salgamos adelante”.

Toda esta filosofía de vida la ha asimilado con gran certeza el doctor Hermann Münkel, uno de los hijos de don Augusto. La emoción al hablar de su padre demuestra la profunda admiración y respeto que este joven empresario le tiene.

Hermann decidió estudiar optometría en México. Al concluir su carrera regresa al lado de su padre y se desempeña como optometrista en una de las ópticas del Grupo. Luego se inclina más por la parte administrativa y es el área en la cual ahora labora junto a su papá. “Siempre he trabajado con él, nunca he pertenecido a otra empresa”.

Hermann asegura que como en toda la familia ha habido regaños “pues si uno comete un error el papá tiene toda la razón de llamarte la atención y particularmente mi papá ha sido bien sabio en como educarnos y enseñarnos a manejar la empresa, para nosotros es el mejor padre del mundo. El padre más bello que uno pueda tener en la vida es don Augusto. Y no sólo con nosotros con toda la gente, es muy bondadoso. Tiene un desapego tremendo de las cosas y unas ganas enormes de ayudar siempre y a cada momento”.

Don Augusto ha sido la mejor escuela de Hermann. “Al trabajar a la par de él yo lo observo, analizo cuando el toma decisiones y cuando se desenvuelve algo que él planificó veo que tienen buenos resultados. Es un hombre que tiene mucha visión”.

Y de todo este legado de valores qué es lo que más aprecia este hijo: “La bondad, el amor a la familia, a los hijos, el trabajar, el ganarse su dinero uno para salir adelante, esa es nuestra mejor herencia”.

Padres como don Augusto son dignos ejemplos que los hijos retoman para hacer que su sabiduría perdure en las nuevas generaciones.

Una inspiración musical

A los 21 años el cantautor, Rommel Ocampo pisaba quizás el escenario más importante en su vida: el de padre, al que incursionó con el nacimiento de su hija mayor María Laura —hoy de 9 años— que le llenó el corazón de amor y sensibilidad nunca antes experimentada.

Ver a María Laura tan tierna y frágil acostadita en su cuna, fue motivo suficiente para que Rommel Ocampo se inspirara y en tan sólo varios minutos compusiera una tierna canción de cuna que ha sido todo un himno en su casa y que desea poder grabar. “Canción Chiquita es cantada por todos en casa y ha servido para arrullar a mis hijos”, expresa.

El tema musical habla de una canción para “su preciosa, su tierna palomita, le canta con el alma una canción chiquita. Chiquita como ella mi notita musical…”. Esta es una de las estrofas de la canción que Ocampo compuso para María Laura. Sin duda en unas breves líneas el cantautor volcó toda su sensibilidad y su cariño de padre hacia su hija.

Sus hijos varones: Romel Ernesto, 8 años, y Joseph Hendel, 6 años, también tienen su propia canción. “Esa la escribí hace un par de años al verlos jugar, pero también ellos se saben y cantan Canción Chiquita”, comenta el baladista.

Según Rommel Ocampo, con 16 años en el mundo artístico y diez de estar casado con la pianista y corista, Agne Cajina, ser padre no es nada fácil, más aún cuando se crían a la vez a tres niños . “Lo más difícil es darles el tiempo que cada uno de ellos demandan, porque cada uno tiene sus propias necesidades. Mi complemento es mi esposa, siempre nos repartimos a los niños y si nos toca ir a trabajar con ellos, los llevamos. Nos turnamos con sus cuidados. Así que ellos saben qué hacemos y cuál es nuestro trabajo”, señala.

Añade que “como nuestros trabajos son independientes y tenemos la necesidad de andar con ellos te puedo decir que han salido requete rayados, pero además lo llevan en la sangre por ambas familias. Los tres tienen oídos de músico, lo que no sabemos es que si más adelante se dedicarán al arte, si es así contarán con mi apoyo incondicional, pero sino, si deciden estudiar otra disciplina también lo tendrán”.

Para Rommel su familia siempre estará en primer lugar a pesar del tiempo y la crisis, así lo expresa en el tema Soy del disco del mismo nombre, en el cual el cantautor habla de su familia, del amor de su esposa y de sus hijos. “En esta canción solo quería expresar de lo feliz que vivo con mi familia a pesar de los problemas económicos y de salud”.

En el 2005, Rommel Ocampo se lanzó como solista, dejó el grupo Macolla para incursionar en el bolero y la balada pop.

“Los hijos son como un resortito”

El doctor Enrique Sánchez Delgado, médico internista y farmacólogo clínico del Hospital Metropolitano Vivian Pellas, lleva 34 años de matrimonio, es un padre feliz y orgulloso de sus hijos. Su hija mayor Sara Elisa, de 31 años, es toda una profesional y su hijo menor Enrique Daniel, de 17 años, está iniciando la universidad. Confiesa que le encanta cuando se le acercan a darle un beso, un abrazo o simplemente cuando le alborotan el cabello.

Cuenta que sus experiencias como padre han sido un poco fuera de lo normal. El primer embarazo de su esposa no se logró, lo cual fue una experiencia dolorosa. Después su hija Sara Elisa nació prematura y tuvo que alimentarla con una jeringa y con el embarazo de su último hijo, su esposa también tuvo complicaciones, por lo cual Sánchez muchas veces tuvo que hacer además de marido de enfermero, pero con “mucho gusto y amor”, afirma.

Sánchez advierte que para ser padre no hay un diploma, ya que siempre se está aprendiendo y se quiera o no siempre se es un ejemplo para los hijos, sea malo o bueno. “Como padres y madres siempre nos vamos a equivocar, él único padre que no se equivoca es el que comete la peor equivocación, el que deja de ser padre o no admite su responsabilidad”, dice Sánchez.

Una recomendación de Sánchez es tener mucha comunicación con los hijos desde chiquitos. Recuerda que cuando residían en Alemania vivían en un quinto piso y tenían que subir las escaleras, entonces cuando subía con su hija de la mano iba contando las gradas en inglés, español y alemán, además le leían los mismos cuentos en los tres idiomas desde que era una bebé.

“Con mi hijo sucedió algo interesante en el embarazo le hablaba, le cantaba, le leía cuentos y la sorpresa linda es que al nacer reaccionaba a esos estímulos que le había hecho durante el embarazo”, dice Sánchez.

Algo que ha tratado de inculcar Sánchez en sus hijos es a no buscar grandes éxitos, sino pequeños éxitos que lo llevarán a otro mayor y así sucesivamente, cuenta que esa filosofía la aprendió de un profesor en Alemania.

En cuanto a la forma de criar a sus hijos señala que ésta debe ser como un resorte, un estira y encoge, un aprieta y suelta, por que si lo deja apretado permanentemente se arruina y si lo suelta de golpe salta y se pierde. “Los padres debemos manejar los hijos como el resortito suelta y aprieta, una constante negociación, ya que cada quien va a defender sus intereses, pero lo importante es llegar a un consenso”.

Algo importante para Sánchez es poner las reglas claras y hacer que se respeten.

Uno de los errores que un padre puede cometer, según Sánchez, es la sobreprotección, porque los hijos deben aprender a valerse por ellos mismos, a no ser dependientes de nadie. Pero apunta que el peor de los errores es no cumplir su responsabilidad como padre. “Los hijos deben saber que uno está ahí siempre, no se puede ser indiferente, pero tampoco demasiado sobreprotector o apañador”.

Uno de los momentos más hermosos que recuerda Sánchez fue durante la graduación de su hija, quien estudió Administración de Empresas y tiene una maestría en Economía de Proyectos. “El día de la promoción, que era como de 400 alumnos, me llenó de orgullo cuando ella pasó por su título, la reacción de sus compañeros fue espectacular, unos de los sentimientos más hermosos que he tenido en mi vida fue ese momento”.

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