PORLAMAR, VENEZUELA/AFP
La palabra Hilton desaparece progresivamente de un hotel del grupo estadounidense, recientemente expropiado por el Gobierno venezolano en la isla de Margarita, mientras sus empleados muestran su incertidumbre ante su futuro y el del turístico complejo.
Con playa propia, piscina, lujosas tiendas de artesanías y un casino cercano, el Margarita Hilton & Suites era una de las principales referencias del turismo nacional y un apreciado cinco estrellas de la isla, hasta que el presidente venezolano Hugo Chávez lo expropió en octubre.
“Deja que vengan esas misiones (planes sociales gubernamentales), muchacho. Nos vamos a llenar de bolivianos”, especulan dos empleados sobre el destino incierto de las instalaciones, sobre el cual lo único anunciado es que se transformará en un “centro de capacitación para el turismo”.
A primera vista, sólo las apariencias han cambiado.
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Utilizado esta semana como sede del III Congreso Mundial de Crudos Pesados, todo en el hotel parecía idéntico salvo los obreros que iban por cada habitación reemplazando las insignias azules de Hilton por las rojas de Venetur, la empresa estatal de turismo en Venezuela.
“El domingo era todo Hilton, ahora no queda nada”, asegura Rafael, un turista madrileño, que ha visto en una semana cómo el reconocido logo del Hilton —la letra H envuelta en un tirabuzón— ha ido desapareciendo de ascensores, vitrales, puertas y habitaciones.
Al responder el teléfono, los empleados atienden con un novedoso “Venetur Margarita buen día”, que desconcierta a muchos clientes. De visita esta semana, el Ministro de Turismo, Pedro Morejón, bautizó el hotel con el nombre de Macanao, en honor a una región en Margarita.
El decreto de expropiación abarca los más de 89,000 metros cuadrados del hotel, que incluye 280 habitaciones y 210 suites, un casino, locales comerciales, restaurantes, oficinas y salones, así como una marina adyacente, que abarca una superficie de más de 26,000 metros cuadrados.
500 EMPLEADOS
Medio millar de empleados, entre recepcionistas, limpiadoras, botones, meseros y cocineros, esperan la transformación del hotel y se preguntan por su futuro en el establecimiento pese a que el Gobierno ha garantizado su estabilidad laboral.
“Hay expectativas. La mayoría estamos de acuerdo en que nos quedamos”, asegura Tony Villanueva, camarero en el restaurante de la piscina, quien cree que con la nacionalización podrá viajar a otros hoteles estatales para mejorar su formación o para pasar vacaciones con su familia.
Las instalaciones son inspeccionadas por técnicos cubanos, algunos de ellos visitaron, aunque sin comprar nada, la tienda de accesorios y moda de María Núñez, ubicada en el discreto corredor comercial del hotel.
“Por ahora nos van a renovar el contrato, pero no nos han dicho qué va a pasar con el hotel. (…) Turismo internacional es lo que menos viene, pero con una escuela de turismo la gente vendría a estudiar y no a comprar”, lamenta Núñez.
“¿Imaginar un hotel sin turistas? No le veo el sentido”, afirma Tony.
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