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Ricardo Trotti

Culpando a los mensajeros

Los presidentes latinoamericanos están practicando un nuevo deporte. Atribuyen todos los males a los periodistas y los patean como pelotas. Los hacen responsables de la inseguridad pública, de la ineficacia de los sistemas de salud y educación, de la corrupción y hasta de “denostar al Estado” y “manipular a los pobres”, como Cristina de Kirchner acusó al inaugurar unos hospitales.

No es un deporte amateur, sino profesional, estratégico y bien orquestado. Ante una oposición débil que ni siquiera sirve de chivo expiatorio y por su propia ineficiencia para resolver los problemas, los gobiernos culpan a los medios, haciendo que el ciudadano descargue contra ellos su frustración.

Hace una década, Hugo Chávez marcó la cancha y enseñó que para gobernar se necesita dominar a los medios. Su fórmula es exitosa y se propagó como pólvora: desprestigio público y constante de periodistas, agresión mediante turbas a sueldo, acoso judicial dentro de un sistema legal hecho a medida.

Cuando Rafael Correa asumió la Unión de Naciones Suramericanas dijo que buscaría un mecanismo para controlar a la prensa. Semanas después, en Ecuador, su prédica derivó en el proyecto de Ley de Comunicación, obligando a los medios a cumplir con un código de ética bajo la pena de que podrán ser cerrados. En Chile, Michelle Bachelet envió al congreso, sin mucha suerte, una ley que pide a los periodistas ejercer con responsabilidad.

En la misma onda, pero más beligerantes, Daniel Ortega patrocina en Nicaragua unos foros de “periodistas sandinistas” para contrarrestar a los medios independientes en lo que denomina su “guerra mediática”. Mientras en Cuba el Gobierno extendió la carrera de Periodismo en siete universidades para adoctrinar a más jóvenes sobre “una comunicación hacia posiciones más acordes a los cambios políticos económicos y sociales en América Latina”.

La “hegemonía comunicacional” que ahora puso de moda Chávez no es otra cosa que crear medios con fondos públicos —ya posee 238 emisoras, 28 TV y 340 periódicos y agencias de noticias— que utiliza sólo para su diatriba gubernamental; algo de lo que se teme podría disponer Fernando Lugo en Paraguay con su plan de comunicación que involucra a 700 radios comunitarias.

En Brasil, Lula da Silva planeó una Conferencia Nacional de Comunicación para estudiar la incidencia de los medios, lo que servirá para delinear estrategias de control de medios; un tema que funcionarios de Ricardo Martinelli favorecen en Panamá ya que consideran que los medios son responsables de incentivar la ola de violencia que sacude al país. Similar es lo que piensa el uruguayo José Mujica, que de ganar el ballotage , buscará controlar a los medios, algo que ya venía prometiendo el gobierno de Tabaré Vázquez.

El matrimonio Kirchner se adelantó a muchos con la nueva Ley de Servicios Audiovisuales. Si bien está destinada a evitar la concentración, termina limitando la creación de medios privados. Una réplica que ya se sintió en El Salvador, donde una propuesta busca también “democratizar” el espectro al “estilo argentino”.

La estigmatización de los medios a los que se califica de desestabilizadores o de denigrar al Estado, justifica que los cuerpos de inteligencia, como la ex SIDE argentina y el DAS colombiano, espíen a periodistas haciendo alusión a doctrinas de seguridad nacional; o que aparezcan leyes, como en República Dominicana, que permiten al Estado bloquear información, todo esto para evadir y evitar investigaciones sobre corrupción.

Claro que hay periodistas y medios malos. El periodismo no es infalible. Yerra a menudo. Pero las batallas actuales y la propaganda en su contra son sólo excusas para debilitarlos y silenciarlos. La lucha en contra de la concentración es muchas veces la fórmula para acabar con los medios grandes que tienen solvencia económica y por ende independencia, así como los recursos para investigar y descubrir corrupción que de otra forma permanecería oculta. Los gobiernos prefieren medios chicos, vulnerables.

En esta época difícil para las democracias, si bien la prensa debe mantener y buscar una férrea ética para no desviarse de su misión, su verdadero papel es hacer un periodismo fuerte, fiscalizador y sin distracciones; que termine por derrotar en el campo de juego de la democracia a quienes sólo atinan con endilgarles la culpa a los mensajeros. [email protected]

Opinión noticias periodistas presidentes archivo

COMENTARIOS

  1. TODOS CONTRA PORRON
    Hace 14 años

    INTERESANTE EL ARTICULO;O SEA ;SEGUN LOS COMUNISTAS LOS PECADORES SON LOS QUE DIVULGAN EL PECADO NO LOS QUE LO COMETEN;BONITA SALIDA LA DE ESTOS;

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