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Leonardo Cortés

¡Ay Nicaragua Nicaragüita!

Usualmente cuando escuchamos la canción cuyo título lleva este artículo, los nicaragüenses nos encontramos en ambientes sociales departiendo alegría con otros.

En la actualidad la canción pudiera interpretarse más bien como un himno de dolor y tristeza causado por los insólitos hechos políticos que se han venido desarrollando en los últimos días y que auguran tiempos difíciles para la mayoría y de bonanza para la minoría.

No basta con los descensos en los índices económicos, carestía de la vida y escasez de empleos, encima de esto tenemos un gobierno que galopa libremente aplastando la institucionalidad y manejando a su antojo los cuatro poderes del Estado, decapitando a quien se pare en acera contraria.

Y es que la mayoría de los ciudadanos en oposición al Gobierno actual, que no pertenecen a los Consejos del Poder Ciudadano, que no se les paga para estar rezando en las rotondas, ni andar garroteando con amor y sin odio a quien proteste cívicamente en la vía pública, están conscientes de todo esto, pero carecen de la disciplina, recursos y organización que caracterizan a los manifestantes del partido sandinista, traduciéndose esto en aisladas marchas públicas de la oposición, cuyos asistentes van armados hasta los dientes de botellas de agua descartables en lugar de los temidos morteros.

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Los nicaragüenses nos encontramos asqueados de acudir con temor al Poder Judicial, donde el dinero razona mejor que un sólido argumento legal; de observar cómo las leyes son aprobadas o derogadas por la Asamblea Nacional como resultado de reuniones de negociación muy privadas; de ser testigos cómo los honorabilísimos magistrados de la Corte Suprema de Justicia se arrogan facultades mas allá de las establecidas en la Constitución Política, resolviendo recursos de amparo contra la misma Carta Magna; de quedar atónitos ante el fraude electoral de las elecciones municipales del 2008, orquestado por el partido de gobierno y ejecutado por los honorables magistrados del Consejo Supremo Electoral.

Ante todo lo anterior, creo que los nicaragüense parecemos olvidar o pasar por alto la complicidad de la oposición, al encontrarse en completa desunión y cuya fracción mayoritaria (PLC) es controlada por una cúpula que únicamente vela por el bienestar de su líder a cualquier precio.

Parece que la oposición se enrumba a quedar completamente dividida y sin fuerza alguna, pues cada acuerdo de unión es manchado por deserciones y opacado por ambiciones personales, resultando estos acuerdos en intentos fallidos y superficiales de constituir una verdadera oposición contra el Frente Sandinista.

Pareciera que la oposición no estuviera consciente que en la medida que se encuentre fraccionada, menor la posibilidad de que un gobierno de derecha salga victorioso en las elecciones presidenciales del 2011. Sino pregúntense ustedes ¿qué sentido tendría la aberración jurídica que le permite la reelección al actual Presidente de la República si no se tuviera la certeza de alzarse victorioso en las próximas elecciones presidenciales? peor aún: ¿qué garantía podría tener la población de un proceso electoral y conteo de votos transparentes con un Consejo Supremo Electoral altamente cuestionado?

Todas estas realidades e interrogantes deberían de servir a los opositores como motivación para un mejor actuar político, destinado a no permitir la reelección continua del actual y de ningún Presidente de la República, a deponer intereses personales en beneficio de Nicaragua, a tomar en cuenta la trayectoria profesional como requisito primordial para el nombramiento de jueces y magistrados y romper la politización que infecta las instituciones públicas y poderes del Estado.

El autor es Abogado y Notario.

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