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La democracia como valor universal

Uno de los vicecancilleres de Daniel Ortega, Manuel Coronel Kautz, insultó al pueblo y Gobierno de Holanda llamándolo “paisucho”, porque el eurodiputado holandés y presidente de la Internacional Liberal, Johannes Cornelis van Baalen,vino a solidarizarse con las fuerzas democráticas de Nicaragua, así como a promover la unidad de los liberales y de toda la oposición nicaragüense.

Van Baalen fue acusado de injerencista por el régimen orteguista, porque se pronunció en defensa de la democracia en Nicaragua y criticó las violaciones de la Constitución y el atropello a las libertades y los derechos humanos que comete Daniel Ortega, en su afán de perennizarse en el poder por medio de la reelección o cualquier otra forma ilegal e ilegítima. Al poco tiempo el mismo vicecanciller Coronel Kautz simuló una rectificación a su manera, pero el daño ya estaba hecho. Al contrario de la pobre opinión del singular vicecanciller de Ortega, Holanda está entre los países más desarrollados de Europa y es uno de los principales cooperantes directos con Nicaragua, además de la cooperación general que brinda por medio de la Unión Europea. Holanda preside actualmente el Grupo de Apoyo Presupuestario, el cual suspendió el desembolso de unos noventa millones de dólares para el presupuesto de Nicaragua este año, por el descarado fraude electoral perpetrado por el orteguismo en los comicios municipales del año pasado.

Pero el eurodiputado holandés puso en su lugar a los prepotentes funcionarios orteguistas, al señalar que el tema de los “derechos civiles, derechos humanos y democracia no es un asunto nacional, es un asunto global, y eso lo sabemos desde la caída del Muro de Berlín hace 20 años”. “Cualquier extranjero con gusto puede criticar a Holanda, éste es mi país, así que yo también puedo hablar de un fraude electoral, de un comportamiento fraudulento del Gobierno de Nicaragua”, señaló van Baalen.

En realidad, calificar como injerencia la crítica del fraude electoral y las violaciones de los derechos humanos en Nicaragua, o en cualquier otro país del mundo, no es un acto de soberanía nacional sino un soberano disparate intolerante. La democracia y los derechos humanos son valores universales, no sólo porque así lo consideren las personas demócratas como el eurodiputado holandés van Baalen. Son valores universales porque así están establecidos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y por lo tanto es absurdo alegar que su violación es un asunto de soberanía nacional y una prerrogativa de los gobernantes que quieran violarlos impunemente.

La misma Organización de Naciones Unidas (ONU), de la que es miembro Nicaragua independientemente de quiénes sean sus gobernantes, y a la que pertenecen Cuba, Venezuela, Zimbabwe, China y muchos otros países que son desgobernados por dictadores y sátrapas que violan sistemáticamente los derechos humanos, reafirmó la consagración de la democracia como valor universal al instituir en noviembre de 2007 el Día Internacional de la Democracia, el cual debe celebrarse el 15 de septiembre de cada año. De hecho la ONU llamó a defender la democracia donde quiera que existe, y a luchar por su establecimiento en los países que no son democráticos, puesto que, declaró la ONU: “la democracia es tanto un proceso como un objetivo y sólo con la plena participación y el apoyo de la comunidad internacional, los órganos de gobierno nacionales, la sociedad civil y los individuos, puede convertirse en una realidad el ideal de la democracia para ser disfrutado por todos, en todas partes”.

Los méritos de la democracia y su reivindicación como valor universal —ha escrito el Premio Nobel indio Amartya Sen— se fundan en que “la libertad política es parte de la libertad humana en general y ejercer los derechos civiles y políticos es un aspecto crucial de la vida de los individuos como entes sociales. La participación social y política tiene valores intrínsecos para la vida humana y el bienestar. Impedir la participación política de la comunidad es una pérdida gigantesca”, asegura Amartya Sen.

De manera que lo que ha hecho el eurodiputado holandés no es injerir en los asuntos internos de Nicaragua , sino cumplir un deber de toda persona demócrata en cualquier parte del mundo, cual es el de defender la democracia y repudiar la violación de los derechos civiles y humanos. Al eurodiputado holandés eso le ha valido el insulto del régimen orteguista, pero también lo ha hecho merecedor del reconocimiento, la admiración y el respeto de todo el pueblo democrático de Nicaragua. Y esto sí que tiene un valor inmenso y es motivo de orgullo para cualquier persona honorable.

Editorial Opinión democracia Holanda Kautz Valor archivo
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