A la primera comisionada Aminta Granera yo le tengo una gran admiración. Durante sus primeros dos años al mando de la institución hizo incluso que me sintiera orgulloso de que ella fuera “la Jefa”. Hoy le sigo teniendo un gran aprecio como la dama que es, pero cada día se me hace más difícil sentirme orgulloso de su actuación al frente de tan importante institución.
No es que ella de pronto se haya convertido en una funcionaria del montón con todas las faltas o la arrogancia a las que nos tienen acostumbrados los funcionarios públicos. Sin embargo, está cayendo en esa máxima que dice: La maldad triunfa donde los buenos no hacen nada.
Y eso es lo que siento que Granera está haciendo: nada. No hace cosas malas, pero tampoco hace lo que debería de hacer para detener el Mal.
Fácil es alegar que la ley le obliga a obedecer al compañero comandante pueblo presidente Daniel, sin embargo, en realidad lo que la comisionada Granera debe obedecer es la Constitución, no las ocurrencias del Dictador, que cuando quiere que su helicóptero ruso regalado pase seguro por Izapa, no tiene empacho en mandar a la Policía a garrotear a salineros indigentes, pero ordena a la Policía hacerse de la vista gorda cuando son sus turbas contratadas las que agreden a ciudadanos que ejercen su derecho a protestar.
En ocasiones la primera comisionada ha considerado que las turbas orteguistas se exceden en su violencia y entonces ordena a sus tropas “proteger” a los ciudadanos. Eso se traduce en poner a los policías a aguantar garrotazos, pedradas y morterazos para evitar que éstos alcancen a los ciudadanos indefensos. Pero los policías no son carne de mortero.
Además, quienes agreden a los ciudadanos que marchan pacíficamente no son un pueblo enfurecido reaccionando masivamente contra alguna injusticia, sino decenas o quizás algunos centenares de pandilleros contratados por el partido de gobierno, para apalear a la oposición o a la misma Policía si se pone enfrente.
Ser carne de mortero no es la labor de la Policía y no es la solución a la violencia promovida por el partido de gobierno.
La solución es sencilla y compleja. Es sencilla porque la Policía perfectamente podría desmantelar los talleres donde se arman los lanzamorteros, decomisar los miles de morteros y arrestar a los cabecillas de la violencia.
La Policía es efectiva en la lucha contra el narcotráfico y nadie cree que no pueda hacer lo mismo contra la violencia política. Pero no quiere.
Y no quiere, porque al arrestar a los cabecillas de esa violencia el hilo de la madeja los llevaría a las oficinas de El Carmen, donde funciona la Presidencia, el partido sandinista y es la casa del compañero comandante pueblo presidente Daniel.
Eso causaría sin duda la destitución inmediata de Granera y algunos dicen que “entonces la Policía estaría totalmente en manos del orteguismo”. Y es cierto, como también es cierto que es sólo cuestión de tiempo para que eso suceda, pues será Ortega quien escoja al sucesor de Granera dentro de 22 meses.
Jefa, sus razones tendrá usted para no haber renunciado aún, pero no crea que está haciendo un buen trabajo, y su mayor pecado es enviar a sus propios compañeros a ser carne de mortero sólo por no poder oponerse al capricho del Dictador.
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