14
días
han pasado desde el robo de nuestras instalaciones. No nos rendimos, seguimos comprometidos con informarte.
SUSCRIBITE PARA QUE PODAMOS SEGUIR INFORMANDO.

No Violencia y lucha por la democracia

Es obvio que el régimen orteguista —desde el más alto nivel del presidente Daniel Ortega y su círculo de hierro, hasta el estrato más inferior y primitivo de los líderes de las turbas—, está provocando a la oposición y las organizaciones democráticas de la sociedad civil, para que caigan en la trampa de responder con violencia a las agresiones de los partidarios del Gobierno y de los pandilleros contratados para actuar como sus principales fuerzas de choque.

El uso de la fuerza bruta como forma de acción política es propia de los regímenes fascistoides, como el de Ortega; en el terreno de la violencia los orteguistas se sienten superiores a sus adversarios y seguros de que es donde más fácilmente los pueden derrotar. El orteguismo es sumamente flojo en el ámbito del debate de las ideas, porque carece de razón. Por eso evade la lucha ideológica, restringe o suprime la libertad de información y el derecho de opinión, o la envilece reduciéndola a difamaciones y calumnias contra sus adversarios y críticos.

El orteguismo es violento por ideología y experiencia, por vocación y compulsión. Por eso los orteguistas sólo se sienten cómodos en el escenario de la violencia. Por eso tratan de arrastrar a sus adversarios y críticos al enfrentamiento físico, en el que se consideran mucho más fuertes, incluso invencibles.

Pero la oposición no debe caer en la provocación del orteguismo ni dejarse arrastrar al macabro juego del salvajismo político. Es comprensible que quienes son atacados y apaleados por las turbas orteguistas, sientan la tentación de responder a las agresiones de igual manera y con las mismas armas, es decir, con piedras, garrotes y morteros. Sin embargo eso sería hacerle el juego al orteguismo, aunque no fuera tal la intención de quienes dicen que hay que enfrentar la violencia de las turbas agresoras, con la violencia de los demócratas agredidos.

Mahatma Gandhi, el padre de la Independencia Nacional de la India que fue conquistada por medio de la lucha no violenta, advirtió que la política del ojo por ojo “convierte a todo el mundo en ciego”. “Existen muchas causas por las cuales estoy dispuesto a morir, pero no existen causas por las cuales esté dispuesto a matar”, escribió Gandhi, y agregó que “la no violencia es la mayor fuerza a la disposición de la humanidad. Es más poderosa que el arma de destrucción más poderosa concebida por el ingenio del hombre”.

En realidad, quienes de buena fe pero equivocadamente creen que a la violencia de las turbas orteguistas hay que responder con la “violencia democrática”, deberían reflexionar sobre las enseñanzas de Gandhi y considerar que no hay, o son muy raros los casos en que después de que un régimen opresor ha sido derrocado por medio de la violencia, se instituyó un gobierno democrático y un sistema de libertad, justicia verdadera y estado de derecho.

Esto se debe a que la violencia con la que se derrota a un régimen opresor, casi siempre instaura otro régimen de opresión igual o peor que el anterior. Es que la violencia, en cualquiera de sus formas, saca a la superficie lo peor que hay en el interior de las personas, las llena de odio, de intolerancia, de afán de venganza y de ajustar cuentas a los enemigos, con la misma medicina brutal que éstos les aplicaron cuando estaban en el poder.

Por supuesto que la respuesta a la violencia del agresor no debe ser ponerle la otra mejilla. La respuesta de la lucha no violenta no significa pasividad ni dejar hacer al malvado. La no violencia activa, como lo demostró Gandhi y se ha comprobado muchísimas veces — por ejemplo con la revolución democrática pacífica de Alemania Oriental que triunfó hace veinte años—, significa desechar los métodos de lucha que impliquen agredir, lesionar, matar a otras personas. La práctica de la no violencia activa va desde reunirse para la oración colectiva en los templos, marchar por las calles entonando canciones y llevando velas encendidas, sentarse en la vía pública, hasta practicar la desobediencia civil, o sea, no pagar los impuestos, hacer paros parciales y generales, ponerse en huelga de hambre, etc.

Es lógico que los orteguistas promuevan y practiquen la violencia y se sientan en ella, según decía Mao Tse Tung, como peces en el agua. Pero los demócratas son otra cosa, absolutamente distinta. Por eso es que son demócratas.

×

El contenido de LA PRENSA es el resultado de mucho esfuerzo. Te invitamos a compartirlo y así contribuís a mantener vivo el periodismo independiente en Nicaragua.

Comparte nuestro enlace:

Si aún no sos suscriptor, te invitamos a suscribirte aquí