Oscar Núñez Olivas
SAN JOSÉ/AFP
Política de mano firme, cero tolerancia, mayores penas, son algunas de las consignas que saturan la propaganda electoral en Costa Rica, donde, agobiados por el auge de la delincuencia y esperanzados en un cambio, los ciudadanos escogerán un nuevo gobierno el 7 de febrero próximo.
“Voy a tener mano firme contra la delincuencia, no voy a tolerar alcahueterías porque el que la hace la paga”, sentencia con gesto severo el candidato ultraliberal Otto Guevara, en un spot televisivo.
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En el anuncio aparece un hombre que va por la calle sin más prendas que el calzoncillo y, ante el asombro o la recriminación de los demás, explica que ésa es la única forma de no ser asaltado y despojado de sus pertenencias. “Usted ya no tendrá que andar chingo (desnudo) por la calle”, promete el aspirante.
La socialdemócrata Laura Chinchilla, del gobernante Partido Liberación Nacional (PLN) y favorita para ganar los comicios, según las encuestas, explota su experiencia de ex ministra de Seguridad Pública como una garantía de dureza.
Y Ottón Solís, candidato del Partido Acción Ciudadana (PAC), propone “incrementar las penas y poner penas a hechos que hoy día no son castigados con cárcel”, en referencia a los llamados delitos de menor cuantía.
La propaganda masiva de todos los partidos trata de estar a tono con el sentimiento del ciudadano común, que clama por medidas más enérgicas para frenar la criminalidad y la violencia creciente que se apodera de las calles.
Una encuesta reciente revela que para un 27 por cieno de la población, la inseguridad ciudadana es uno de los problemas más importantes del país, contra sólo el 16 por ciento que tenía esa opinión a mediados del año pasado. Cifras oficiales revelan que el pasado año murieron 435 personas de forma violenta, un 25 por ciento más que en 2007.
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