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Migdonio Blandón B.

Democracia es civismo

Debe saberse que sin civismo no hay democracia ni verdadera paz. Es algo que todo ciudadano consciente debería comprender e interesarse.

Esto conlleva el destino de la Patria y el suyo propio, por lo que en el fuero interno debe dársele la importancia que amerita, haciéndolo vivencia personal en todo lo posible, ya que al mismo tiempo que se mejora la subsistencia, se gana satisfactoriamente el respeto por la contribución hecha al desarrollo del país.

Es imprescindible para ello someterse al cumplimiento de las leyes constituidas, las cuales en regímenes de auténtica democracia, se cumplen sin excepción y se respetan por igual los derechos y deberes ciudadanos, permitiendo la libertad individual y colectiva conforme a los mismos, si no hay extralimitación saliéndose del cauce de la legalidad, al que está éticamente obligada la aplicación de la justicia, conforme lo estatuido en todos sus campos.

Con estas consideraciones cívicas de elemental conocimiento, no pretendo hacer juicio de conocidos abusos y desmanes, que en el transcurso del tiempo, de la independencia a la fecha, han sido el dañino y peligroso dique, del que en repetidas ocasiones sus malignos y violentos borbotones, no sólo han sido causa injustificada de millares de víctimas de distintas generaciones, sino también del subdesarrollo de la Patria, ocasionando siempre su retroceso.

Vale repetir, que sin civismo no hay democracia. Por lo regular ello ha sido la principal causa de las guerras intestinas, porque con su falta surge la intransigencia, se origina la violación de las leyes y de los internacionalmente reconocidos derechos humanos.

Así, donde y cuando menos se piensa se enciende la mecha que hace explotar el siempre dañino polvorín, lo que podría evitarse cívicamente, con el debido respeto a las leyes, derechos y deberes ciudadanos

La célebre frase del estadista mejicano Benito Juárez: “El respeto al derecho ajeno es la paz”, es la fórmula eficaz que debería servirnos a todos, para debida y conscientemente llevándola a la práctica, terminar definitivamente con la secuela de irrespeto y violencia causa de iniquidades sin cuento que han hecho que nuestro país de envidiable y potencial riqueza, solamente por falta de civismo no salga de su indigno e inmerecido cauce.

La ignorancia es una de las causantes de la falta de tan necesario elemento cívico, que es base esencial de la convivencia ciudadana en general y necesaria para el progreso.

Pero es bochornoso y repudiable ver que personas de cierta preparación y con títulos académicos avanzados, las que de cierta manera han asumido responsabilidades patrias, enquistados dentro de sí mismos, con desfachatez violan la ley sólo para beneficiarse del desorden que provocan.

Es cierto que su actitud, tales sujetos que solamente rinden culto a su ego, erigiéndose su propio altar, con actitudes farisaicas de demagogia, más la compra de voluntades en el mercado de las baratijas humanas, tratan de mantenerse por todos los medios en lo que es su soñada cúspide.

Pero también, aún no haciendo caso a su conciencia han de saber que el día que menos piensan caerán; y otro día ineludible han de someterse al juicio del Supremo Juez.

El autor es miembro de Redemptor Hominis
[email protected]

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