No recuerda que empezó en aurora
ni siente que en un véspero termina.
Pedro Salinas
He contemplado mis dos extremos en una foto:
mi madre anciana y mi nieta niña;
la alegría sencilla de la aurora
y el peso de la noche y su gemido;
alcanzo con un abrazo mi orilla blanca
y con el otro llego
a la comarca de mi silencio oscuro.
Mi madre iluminaba el pan que comíamos
y la escritura que ensayábamos
en el cuaderno
Nos llenaba el corazón como un bolsillo
y contaba como viven los sueños:
llevan el pecho abierto, nos decía,
y nos extienden sus manos de ceniza.
Un otoño la refugió en el paraíso
La niña, gaviota del estrecho,
gotear un destello de luz
en sus mejillas;
me muestra sueños con el pecho abierto
y yo tomo sus manos de ceniza.
Octubre 2007.
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