En términos generales, los principales retos que se plantean al ejercicio del derecho de opinión, derivan del impetuoso y sorprendente desarrollo de las nuevas tecnologías de la comunicación, las cuales permiten a cada persona que tiene acceso permanente o esporádico a Internet expresar sus opiniones libremente y sin límites de tiempo y espacio.
Esto ha creado el género de comentarios breves a las publicaciones de los periódicos y otras publicaciones en línea, o de los artículos extensos que los opinantes difunden en sus propios blogs, o los mensajes cortos en las redes sociales como Facebook, Twitter y otros.
Pero las nuevas tecnologías de la comunicación no han hecho desaparecer los viejos retos a la opinión que se expresa en los medios tradicionales, particularmente en los periódicos impresos. Me refiero a los retos que tienen que ver con la calidad expositiva, el mejor aprovechamiento de los espacios disponibles, la conjugación de la calidad con la apertura al derecho de todos a la libertad de expresión, etc.
Por otra parte, entre los nuevos desafíos al ejercicio de la libertad de expresión hay que considerar la nueva realidad política, económica, social y cultural que ha sido creada en Nicaragua. No es necesario usar muchas palabras para explicar que estamos pasando por un momento histórico muy difícil en Nicaragua, que además es un problema de dimensión internacional. Cabe señalar al respecto, que en uno de los paneles de la reciente asamblea general de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) que se realizó en Argentina, el filósofo político argentino Marcos Aguinis, columnista del diario La Nación, de Buenos Aires, aseguró que en América Latina la libertad de prensa pasa en estos momentos por “una coyuntura desgraciada”.
En Nicaragua, esta coyuntura desgraciada se manifiesta en las dificultades, limitaciones y represiones que está sufriendo la libertad en general y la libertad de expresión y de opinión en particular. Varias personas han dejado de opinar en LA PRENSA por temor a las represalias gubernamentales. Estamos pasando por una situación en la que las “mentes brillantes” del régimen, sus intelectuales más destacados, excitan a los líderes de su gobierno a quemarse las neuronas y exprimirse los sesos para encontrar nuevas modalidades de represión de la libertad de prensa, vale decir de la libertad de pensamiento, de opinión y de expresión.
También las dificultades que afronta el ejercicio de la opinión devienen de la aridez del pensamiento del otro, del adversario, el cual por las características del régimen que defiende se limita a expresar lugares comunes, recurre sistemáticamente a la difamación contra aquéllos a quienes califica como sus enemigos, y en el mejor de los casos, se autocomplace repitiendo las viejas fórmulas dogmatizadas de los manuales marxistas-leninistas del siglo pasado. Y es lógico que cuando no hay rivales de categoría con los cuales debatir, se afecta también el desarrollo del propio pensamiento, creativo, libre y progresista.
Sin embargo, la opinión publicada libre y democrática tiene el reto de explicar más y mejor lo que está pasado en el país, abrir las cortinas del futuro, darle a la sociedad y a los movimientos políticos las armas intelectuales indispensables para transformar la realidad. Se trata de aprovechar la práctica para enriquecer la teoría y de razonar la teoría para alumbrar la práctica liberadora.
Tal es, creo yo, la tarea fundamental que debemos cumplir quienes participamos en las páginas de Opinión de LA PRENSA, que es un baluarte de la lucha por la libertad, una tribuna de lucha contra la pretensión del pensamiento único o hegemónico, una herramienta intelectual para la defensa de la democracia y la dignidad de la persona humana.
Pienso que en este sentido los escritores de opinión constituimos una especie de “tanque de cerebros” de las fuerzas democráticas de Nicaragua, proveedores a los partidos políticos y los movimientos cívicos, de las armas de la crítica, que es mucho más poderosa que la crítica de las armas, del mismo modo que la resistencia cívica y la no violencia activa es mucho más fuerte y convincente que la intimidación, la fuerza bruta y la violencia. ¿Acaso no fue demostrado así en la épicas batallas cívicas por el derrumbe del Muro de Berlín y del totalitarismo comunista en el Este de Europa? ¿No fue eso lo que se comenzó a demostrar aquí con la gran marcha cívica del 21 de noviembre?
Ver en la versión impresa las páginas: 11 A