Franklin López Buenaño
AIPE.— En la historia del Ecuador no se había dado un enfrentamiento entre hermanos como el que ha surgido en los últimos meses entre Fabricio y el presidente Rafael Correa. El escándalo se inicia cuando el diario Expreso de Guayaquil revela que hay tres empresas de Fabricio, que tienen contratos con el Gobierno por más de 80 millones de dólares. Inicialmente, Rafael Correa afirma que no hay nada ilegal en esto, pero ante varios análisis de la Procuraduría sobre anomalías, Rafael ordena que se cancelen los contratos inmediatamente. Hay juristas que observan que la revocación de los contratos no procede —pues puede dar lugar a reclamos legales— sino que se debería declarar su nulidad. Alexis Mera, uno de los némesis de Fabricio, sostiene que “no se ha comprobado que haya peculado en los contratos de Fabricio Correa, hermano del Presidente, con el Estado”. A pesar de estas observaciones, los ministerios rescinden los contratos y Fabricio, ni corto ni perezoso, demanda al Estado por casi 40 millones de dólares. ¡Mucho más de lo que hubiera ganado!
Fabricio argumenta que él, personalmente, no tiene contratos con el Gobierno; la ley prohíbe a los parientes del Presidente mas no a las empresas anónimas contratar con el Estado y siendo “anónimas” no se puede conocer quiénes son los accionistas. En su caso, hay tres grados de separación entre Fabricio y el Gobierno, pues él es accionista de dos compañías panameñas y éstas son dueñas de las ecuatorianas contratadas. En realidad es un problema complejo porque la mayoría de las veces los contratos se hacen con empresas y rara vez con personas naturales. No obstante, el hecho de que las dos empresas son de “papel”, despierta sospechas de que Fabricio sabía que podía llegar a tener problemas si se revelaba su conexión con el Gobierno.
Pero Fabricio no se queda contento con demandar al Gobierno, inicia una campaña de desprestigio contra Vinicio Alvarado (secretario de la Administración), Alexis Mera (asesor legal de la Presidencia), Ricardo Patiño (ministro coordinador de la Política), a los cuales acusa de ser parte de un círculo “rosa” que está engañando a su hermano. Muchos suponen que lo de “rosa” es un eufemismo de homosexualidad. Recientemente, reveló que hubo sobornos para que una empresa opere máquinas tragamonedas y en esto hasta implicó a su hermana Pierina.
Fabricio es todo un espectáculo en la televisión, dicharachero, chabacano, emotivo, incisivo, sin pelos en la lengua. Hay quienes afirman que en estas lides es mejor que su hermano. Pero después de verlo en una entrevista hecha por Jorge Ortiz, de Teleamazonas, lo que sentí fue asco. Al principio fue divertido, pero luego nauseabundo.
¡Qué falta nos hace leer El camino a la servidumbre de F. A. Hayek! Allí aprenderíamos que a mayor intervencionismo estatal mayor probabilidad que los “peores” lleguen al poder. Cuando prolifera la burocracia —Correa ha creado 20 ministerios, además de los 18 que había— aumentan las oportunidades de peculado. Cuando el Gobierno es el generador de empleos y el impulsor de gastos, se estimula la búsqueda de rentas y de contratos a lo Fabricio.
Estas circunstancias han dado lugar a que uno de los opositores más fuertes de Rafael sea su hermano. La rivalidad fraternal parece remontarse a la niñez. Y esto es lamentable, porque aunque Fabricio no esté de acuerdo con el socialismo y declare sus preferencias por el mercado, sus escrúpulos son cuestionables.
El sistema ecuatoriano dejará de oler mal sólo cuando se construyan instituciones sólidas desde abajo, no basadas en líderes redentores. La democracia se fortalece y la prosperidad que genera la libertad avanzará cuando los aspirantes a cargos políticos busquen cimentar un partido fuerte, coherente con sus principios ideológicos y con la consistencia necesaria para eliminar el personalismo.
El autor es profesor adjunto, Universidad de Tulane, Nueva Orleáns
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