El Gobierno no puede estar echando la culpa a la crisis económica y financiera internacional, sino promover una política más dinámica y encaminada a generar las condiciones necesarias para atraer la inversión extranjera, asegura el diputado ante el Parlamento Centroamericano por Nicaragua, Noel Ramírez, ex presidente del Banco Central durante la administración del presidente Arnoldo Alemán.
Sin embargo, para la creación de este clima favorable a la inversión, la oposición también debe jugar un papel activo, aunque para ello es necesario crear un solo eje opositor, opina Ramírez.
Si no lo hace, advierte el diputado liberal, la oposición corre el riesgo de sufrir otra derrota como la de 2006, cuando divididos le dieron el triunfo al actual presidente sandinista Daniel Ortega, quien ganó las elecciones con el 38 por ciento del electorado.
Ramírez llama a evitar las viejas prácticas del “dedazo”, para unificar a la oposición.
¿Cuál debe ser el papel, o en manos de quién está la respuesta que permita resolver los graves problemas del país? ¿El Gobierno o la oposición?
Si uno tuviera que hacer una valoración de la gestión de este Gobierno, deberíamos separar por un lado el manejo macroeconómico que se ha tenido, que a mi juicio ha sido aceptable, ya que seguimos dentro de un programa con el FMI. Porque, acordémonos que el respaldo del FMI no es tanto porque nos dé recursos, porque son muy pocos los recursos que el FMI realmente nos da, sino porque fundamentalmente es un aval, es como un auditor internacional que le dice a la comunidad internacional que Nicaragua tiene un programa que es respaldado por ellos; eso quiere decir que el manejo macroeconómico es aceptable y que pueden llegar a invertir a Nicaragua. Especialmente le dice a la comunidad donante, que Nicaragua es un proyecto que vale la pena, en el que sus gobiernos utilicen los depósitos de cada uno de sus nacionales, o los impuestos que recaudan sus Estados para que ayuden a Nicaragua, porque a juicio nuestro se está manejando adecuadamente. Eso para mí ha sido positivo.
Por el otro lado, se nos vino la crisis financiera internacional. Si bien eso ha tenido efectos negativos para el país, no podemos utilizar esa crisis para argumentar que todos los problemas económicos que tenemos son producto de la crisis. Obviamente, y por todos es conocido, que el Gobierno ha tenido problemas importantes con la comunidad donante y que esto, de alguna manera, ha reducido las cantidades de recursos que pudieron haber estado a la disposición de Nicaragua en este momento, lo cual hubiera venido a hacer más llevadera la situación que estamos padeciendo. Allí el Gobierno tiene que reconocer esa situación y trabajar con la comunidad internacional, porque de lo contrario estaríamos desperdiciando el beneficio que Nicaragua recibiría por mantener una política macroeconómica responsable, como es la que ha venido manteniendo hasta el momento.
¿Qué papel juega la oposición en este momento denso políticamente y complicado económicamente?
Creo que una oposición, que es percibida por la opinión pública como dividida, también es percibida como una oposición sumamente débil. Recordemos que el papel de la oposición, su razón de ser, no es la de ser un “don me opongo”, oponerse por oponerse; y la razón de ser de la oposición en regímenes democráticos es hacer ceder a los gobiernos de turno en las cosas que no se están haciendo correctamente, para que se enrumbe la actuación del Gobierno.
A mí me parece que es muy importante que los grupos políticos, entre los cuales está el PLC, empiecen a pasar del debate cotidiano de quién se reúne con quien, o quién va a ser algo hoy, a hacer un planteamiento integral de cómo empezar a promover la inversión en Nicaragua, y para esto en primer lugar es fundamental todas las medidas que sean necesarias, para que Nicaragua se mantenga dentro del programa con el Fondo Monetario. Para mí, ésta es una condición sine qua non, porque en el momento que nosotros, como nación, no tengamos la capacidad de mantenernos dentro del FMI, inmediatamente desaparece toda posibilidad que tenga el país de tener acceso a la cooperación internacional. En segundo lugar, la oposición tiene que unificarse en el corto plazo, para persuadir al Gobierno de fortalecer el tema de gobernabilidad.
Pero no hay unidad en los partidos políticos…
Hay una cosa que es obvia y es aritmética básica. Si aquí se repite la situación político-partidaria que se dio en las elecciones, que llevó al triunfo al presidente Daniel Ortega, de nuevo con una oposición dividida, el Frente Sandinista volvería a ganar en las próximas elecciones presidenciales.
Por otro lado, si hay unidad entre las fuerzas que se llaman fuerzas de oposición, pues, también prácticamente la oposición sería la que ganaría las próximas elecciones presidenciales. De forma que hay que ver cómo es posible construir esa unidad, y aquí hay algo que es muy importante reconocer y es que ninguno de los políticos, que de una forma o de otra ahora sean percibidos como potenciales candidatos a la Presidencia de la República, va a renunciar unilateralmente y se va a apartar para decir que le cedo mi lugar, para que vos vayás como candidato a la Presidencia de la República.
Si nos constituimos en jueces, para decir que esto puede competir y esto no puede competir para ser el líder de esa oposición unificada, tampoco esa unidad se va a dar porque si alguien se considera que está siendo marginado, ya sea por la opinión pública nacional e internacional, para competir por el liderazgo de esa oposición unida en igualdad de condiciones, es posible que esa persona diga entonces “yo voy a jugar por mi lado y voy a competir, a ver qué dice el voto popular”. Entonces, en esa situación también vamos a ir divididos y los resultados serían muy parecidos a la última elección presidencial.
Creo que, por lo menos, en referencia al PLC (Partido Liberal Constitucionalista) que es el que yo más conozco, es preferible que entren a competir todos aquellos miembros del PLC que quieran competir y con las alianzas que se quieran forjar; y que al entrar a competir todos los que quieran competir, que no haya un dedo mágico como lo hubo con Enrique Bolaños y con José Rizo Castellón, pues en ese caso se desvirtúa el proceso democrático interno.
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