14
días
han pasado desde el robo de nuestras instalaciones. No nos rendimos, seguimos comprometidos con informarte.
SUSCRIBITE PARA QUE PODAMOS SEGUIR INFORMANDO.

El motor de la victoria

Por Annabelle Sánchez

Hace años escuché decir a un profesor universitario, muy sabio, que “ningún ideal se logra sin sacrificio personal”. Aunque las palabras no son textuales, dejan ver claramente la esencia de las mismas. Una persona que se propone una meta, si de verdad quiere alcanzarla, debe dejar muchas otras cosas que en cierta forma le impiden lograr su objetivo. ¿Porque esas cosas son malas en sí?… no, nada que ver. Simplemente que, al ser limitados por nuestra condición de seres humanos, no tenemos la capacidad de abarcar todas las cosas que nos gustarían y terminamos aceptando la realidad que nos lleva a elegir aquello que se conforma más con nuestras aspiraciones personales, académicas, profesionales, morales, familiares, patrióticas, económicas…

Una vez enfocado y delimitado el objeto que queremos conseguir, llega el momento de trazar la estrategia y los medios necesarios para lograrlo. Para eso necesitamos una visión clara y decidida además de estar convencidos de la necesidad de concentrar las fuerzas vitales en la consecución del blanco tan deseado. No puede haber vuelta atrás. No caben las dudas. No se consideran, como opciones, otras situaciones más cómodas porque debilitan la fuerza de la lucha por conseguir la meta.

Y ese motor para alcanzar la victoria tan deseada se llama ¡voluntad! Debe ser una voluntad fuerte, anclada en ideas nítidas, capaces de remover obstáculos. En nuestro país, al referirnos a una persona que denota cierta debilidad de carácter, decimos: “No tiene voluntad”. Sin embargo, no es que no tenga voluntad, pues todas las personas la poseemos; lo que sí es una realidad es que la tiene debilitada. Entonces, una persona con una voluntad débil no es capaz de enfrentar dificultades, se desmorona ante la primera dificultad, es vulnerable a las palabras que endulzan el oído, se mueve más por intereses personales que por intereses universales, da más crédito al halago que a un consejo oportuno y desinteresado que puede producir más fruto en su vida, no tiene asco en dejar de vivir principios con tal de llenarse los bolsillos y satisfacer sus comodidades.

¿Dónde nos colocamos cada uno de nosotros? ¿Conservamos el ímpetu de la juventud con los consecuentes deseos de cambiar nuestra sociedad para convertirla en un lugar donde podamos vivir en paz, con nosotros mismos y con los demás? La gente joven se caracteriza, sobre todo, por ser rebelde. La Real Academia de la Lengua dice que “rebelde se llama también al indócil, duro, fuerte y tenaz”. El lugar de la rebeldía —ya sea hacia fuera o hacia dentro— se encuentra en el corazón, centro de operaciones de “la fuerza mayor que es el amor”… ¡he ahí el punto de partida para lograr la meta tan deseada y tan ardua!

Ser poco rebelde equivale a ser cobarde y huir de la verdad. Es introducirnos por los caminos torcidos y tortuosos de la mentira, de la vanidad, de la comodidad, del conformismo, de la indiferencia, de la frivolidad. Y así, por esa cobardía y por una voluntad debilitada, vamos dejando de hacer lo que se debe en cada instante; al igual que los músculos del cuerpo se debilitan cuando no se usan, también la voluntad se vuelve quebradiza, de barro, si no se fortalece con el ejercicio de actos concretos y palpables. “Mañana”, dicen algunos… y decía mi profesor: “Mañana es el proverbio de los vencidos”.

No es fuerte la persona que grita, que impone su criterio y su modo de discurrir. Nos equivocamos cuando decimos que una persona tiene carácter fuerte porque se impone a los demás con métodos intimidatorios para someterlos con brutalidad. El afán soberbio de imponerse a los demás proviene de una falta de equilibrio interior. Y ese desequilibrio interior es falta de mesura y de dominio de las bajas tendencias. La persona desmesurada es la que elige sus apetencias inmediatas y se frena para realizar un ideal. Esa incapacidad de distanciarse de sus apetitos supone una falta de libertad interior, de concordia consigo mismo, de paz espiritual.

¡La gran victoria se alcanza con voluntad fuerte y decidida que no dialoga con el cansancio, con el riesgo, con el dolor, con la comodidad, con los bienes materiales!

La autora es doctora en Ciencias de la Educación.


Opinión Annabelle Sánchez universitario victoria archivo

COMENTARIOS

  1. Marcos
    Hace 14 años

    ¡Qué rico!
    Lo digo al leer algo tan bien escrito.
    Sobre todo al ver palabras dirigidas por la razón y no por el ánimo de ofender al que no piensa como nosotros.
    Gracias a la Sra. Ana.

  2. Mario M Parodi
    Hace 14 años

    En pocas palabras para comer pescado te tenes que mojar el trasero.

  3. Norman
    Hace 14 años

    Magistral, poético. Este escrito por la sra. Ana, nos demuestra la capacidad que hay en Nicaragua.
    Nicaragua, cuna de grandes, pero gobernada por mediocres, que terrible realidad, pudiendo ser alimentarnos saludablemente nuestras mentes con mentes tan claras como la doctora, desgraciadamente, somos alimentados y guiados por los bagazos que nuestra patria abortó.
    Somos culpables por no saber elegir las personas educadas y correctas para que sean nuestros líderes. Somos más ciegos que un invidente (sin querer ofender a los invidentes), que por ser tan ciegos socialmente, es que en vez de escoger lo mejor, elegimos lo peor.
    Doctora, gracias por alimentar mi mente, mi alma y mi orgullo nicaragüense, ya que puedo decir gozosamente, que Nicaragua todavía es cuna de grandes.

×

El contenido de LA PRENSA es el resultado de mucho esfuerzo. Te invitamos a compartirlo y así contribuís a mantener vivo el periodismo independiente en Nicaragua.

Comparte nuestro enlace:

Si aún no sos suscriptor, te invitamos a suscribirte aquí