Los empresarios aglutinados en el Consejo Superior de la Empresa Privada (Cosep) han descrito la recién aprobada reforma fiscal (aumento de impuestos) como “un mal menor”.
Ante este argumento hay que preguntarse ¿un mal menor comparado con qué? Rápido los empresarios alegan que la primera reforma propuesta por el Gobierno era mucho peor, entonces ellos ven esta reforma como un “triunfo”.
Porque, dicen, además de haber “mejorado” la propuesta del Gobierno, están garantizando que Nicaragua se mantenga dentro del programa del Fondo Monetario Internacional (FMI), lo que va a evitar que volvamos a vivir las descomunales devaluaciones de los años 80 y todo el desastre económico de aquella época.
Pero ese cuento del mal menor no es más que una manipulación y un acomodo.
Muchos nicaragüenses tenemos la tendencia —y este caso no es la excepción— de comenzar los cuentos por donde nos conviene y no por el principio. Si comenzamos a contar la historia desde que el Gobierno propuso el primer proyecto de reforma fiscal, pues sí, se puede decir que es “un mal menor”, pero la verdad es que ese cuento comienza antes.
Podríamos decir que comienza el 9 de noviembre del 2008, cuando Daniel Ortega, su partido y sus magistrados en el Consejo Supremo Electoral perpetraron el mayor fraude electoral de la historia de Nicaragua y tuvo como resultado que el Grupo de Apoyo Presupuestario congelara 100 millones de dólares en ayuda líquida al Presupuesto y, como nada ha cambiado desde entonces, pues una cantidad similar permanecerá congelada en el 2010.
Con el aumento de impuestos que acaban de aprobar en la Asamblea Nacional los 38 diputados sandinistas y nueve “demócratas” que traicionaron el voto del pueblo, el Gobierno planea recaudar 950 millones de córdobas (unos 45 millones de dólares) lo que es menos de la mitad de lo que tendrían si no se hubieran robado las elecciones.
Y además, no tendríamos que cargar ahora con una ley tributaria recesiva que va a crear más desempleo, menos inversión, menos ahorro y más inflación, tal como los empresarios del Cosep han reconocido al insistir que era “el mal menor”.
Pero con lo expuesto arriba queda demostrado que la solución en realidad estaba en manos del orteguismo y si no la quiso resolver, no veo por qué otros, llámense empresarios, partidos de oposición, o lo que sea, tenga que meterle el hombro a los sinvergüenzas y yoquepierdistas causantes del problema.
Para mí la actitud del liderazgo empresarial se debió mantener firme en que el problema era el fraude (y además la privatización de los petrodólares de Hugo Chávez) que representan 10 veces más que lo que se va a recaudar con esta Ley que le mete la mano a la bolsa a todos los nicaragüenses.
Para colmo de males, hasta podemos decir que fue gracias a los empresarios que el Gobierno pudo pasar esta Ley sinvergüenza, pues el Cosep le sirvió de “lava cara” a los cinco diputados de ALN que votaron por la reforma (y con los que el Gobierno llegó al mínimo de 47 votos). Ellos pusieron como excusa que lo hacían “por el Cosep”.
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