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Esto fue un río. la productividad ha bajado debido a la sequía de este año, fenómeno que cada vez es más frecuente. LA PRENSA/ M . LORÍO

Calentamiento mata lentamente a sus víctimas

El campo es engañoso en el municipio de San Lorenzo, Boaco, en el centro de Nicaragua. Las montañas están verdes. Los cerros sin árboles se ven cubiertos de vegetación. Los siembros están casi floreciendo. El ganado pasta junto a la carretera. Pero todo es un espejismo.

II Entrega
SAN LORENZO, BOACO

El campo es engañoso en el municipio de San Lorenzo, Boaco, en el centro de Nicaragua. Las montañas están verdes. Los cerros sin árboles se ven cubiertos de vegetación. Los siembros están casi floreciendo. El ganado pasta junto a la carretera. Pero todo es un espejismo.

El campo se observa verde gracias a las lluvias que provocó el huracán Ida hace casi un mes. Eso hizo florecer los cultivos, pero la sequía ya había causado daños en las plantas, por lo que no habrá maíz, trigo ni frijoles. Si el ganado come en la calle es porque no hay pasto en los potreros.

Ésta es la realidad de San Lorenzo, un municipio que refleja la situación que viven los 25 municipios más secos de Nicaragua, como producto de la sequía provocada por el fenómeno El Niño, realidad que no es muy distinta del resto del país.

Y donde sí hay agua, al este del país, el exceso es problema. Pequeños diluvios ahogan las plantaciones.
La sequía es tal en los municipios más secos, que la gente abre pozos junto a las cuencas de los ríos en busca de agua para beber, sin esperanzas de usar técnicas de riego para sus cultivos.
Los pequeños productores planean vender su ganado y los mozos se fueron a trabajar hacia Costa Rica cuatro meses antes de lo planificado.

“LA ESPERANZA ES PERECER”

“Antes la esperanza eran los siembros, ahora la esperanza es perecer”, afirma Adalid Marenco, poblador de la comunidad de Malueño, zona rural de San Lorenzo.

Marenco invirtió todo su dinero sembrando trigo, maíz y frijol. Lo hizo tres veces este año, pero las tres veces lo perdió todo. No llovió.

El ganado y sus dueños sufren la falta de agua y alimentos cada año, algo difícil de imaginar hace dos décadas.
LA PRENSA/ M. LORÍO.

Invirtió varios miles de córdobas, no es mucho, pero ahora el hombre no tiene para darle de comer a sus cuatro hijos.
Los dos mayores, uno adolescente y otro niño, caminan kilómetros junto a él cada día, buscando empleo en las fincas de San Lorenzo.

Los tres cargan machete e intercambian turno en un caballo. También llevan una tiradora, por si se les atraviesa un conejo en el camino que les resuelva el día. Pero los 500 kilómetros cuadrados del municipio no son suficientes.

“El problema es que no se halla trabajo, no tengo ganado, no tengo de dónde echar mano”, lamenta Marenco. Tampoco tiene condiciones para irse a Costa Rica, donde ganaría cuatro veces más que en Nicaragua en un mes.

Esta situación la vive una de cada dos personas en San Lorenzo, según los datos actuales que maneja el alcalde Marcos Sandoval. “El resto se dedica a sembrar o hacer cosas variadas”, añade.

[doap_box title=”300 mil muertes cada año” box_color=”#336699″ class=”aside-box”]

  • La suma de todos los daños causados por el cambio climático da como resultado unas 300 mil muertes anuales, informó el Foro Humanitario Global a mediados de este año.
Si el mundo continúa degradando el medio ambiente como hasta ahora, la cifra se elevará al medio millón en las próximas dos décadas.

En números, el cambio climático le cuesta al mundo 125 mil millones de dólares anuales, pero la cifra se doblará para el año 2030.

Esto se debe a que los cambios en el clima provocan falta de agua o exceso de la misma en muchos lugares del planeta, y los más pobres sufren las peores consecuencias.

Así, según el Foro Humanitario Global, el 90 por ciento de las muertes tienen que ver con el hambre y las enfermedades.

El otro diez por ciento se debe a que los desastres “naturales” han aumentado en un 40 por ciento en las últimas dos décadas y media.

[/doap_box][doap_box title=”Amenazas en la economía, salud y sociedad” box_color=”#336699″ class=”aside-box”]

Nicaragua no tiene datos sobre las afectaciones económicas del cambio climático, sin embargo el comportamiento de los cultivos en tiempos de sequía puede dar una idea de la situación.

Según la Estrategia Nacional de Cambio Climático, censurada por el Gobierno desde septiembre de 2008, en tiempos de sequía la disminución en el rendimiento de los cultivos varía entre un 20 y un 50 por ciento.

La sequía afecta a la agricultura, pero también a la ganadería, dos de los principales rubros económicos del país, según el Ministerio Agropecuario y Forestal, que en sus estadísticas más recientes (de 2005) le atribuye un 17 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB).

Hay que recordar que el cambio climático provoca sequías más frecuentes y extensas. Esto significa falta de agua, con lo que el impacto en la salud es inminente.

Ejemplo de esto son las enfermedades diarreicas agudas, que pasaron de casi 700 casos a la semana 28 del año 2003, a casi 120 mil en la misma semana de este año, según datos del Ministerio de Salud.

Hambre, enfermedades, economía maltrecha y pocas alternativas para mitigar y adaptarse hacen que el cambio climático en Nicaragua sea una seria amenaza, porque degradan la competitividad.

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Pero aún los cálculos del alcalde podrían ser “bondadoso”, ya que probablemente no se toman en cuenta casos como el de Marenco, que siembra, pero no cosecha, invierte pero no tiene ganancias, busca la vida, pero no siempre come.

San Lorenzo tiene un 76 por ciento de personas en situación de pobreza, un tercio de los cuales vive en pobreza extrema, según el Mapa de Pobreza de Nicaragua.
Aún así, está en mejor posición que Prinzapolka, donde el 90 por ciento de personas es pobre y el 76 por ciento es extremadamente pobre.

Para algunos economistas, ser pobre es no tener dinero para ir al cine, o sea, tres dólares en Nicaragua sin incluir las palomitas. En este mismo país, ser pobre es utilizar la mitad de ese dinero en comida.
La situación puede ser peor si se toman en cuenta los subregistros. De esto no tiene dudas Juan José Reyes, ex vicealcalde de San Lorenzo.

“Está la migración. La gente se está yendo para Costa Rica más temprano. Antes (los mozos) esperaban las fiestas de agosto y diciembre para pasar con sus familias y después irse, este año se fueron desde septiembre, ya   hay uno o dos miembros por familia en Costa Rica”, asegura Reyes.

Los datos oficiales indican que hay más de 300 mil  inmigrantes nicaragüenses ilegales en Costa Rica.

Si se combinan las referencias de desempleados y gente que emigra de la familia de San Lorenzo, éstos no concuerdan.

Pero la realidad es que algunas comunidades parecen estar en época de guerra, ya que los hombres no se encuentran. Son las mujeres las que cargan con la casa, los hijos y las necesidades.

Los hombres de la casa se fueron después del fracaso en las siembras de primera. Las mujeres quedan viviendo de “fiar” en las ventas, para cuando lleguen las remesas, que suelen promediar los 100 dólares por mes.

Según el Banco Central de Nicaragua, las remesas en 2008 fueron de 818.1 millones de dólares. Eso fue algo más del 14 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB). Este año las remesas sumaban 576.3 millones de dólares hasta septiembre.
Los datos incluyen las remesas que llegan desde Estados Unidos, un paraíso imposible para los más pobres, que deben conformarse con Costa Rica.

LOS MALES DEL CAMBIO CLIMÁTICO

Reyes confirma que la sequía de este año está entre las más fuertes que ha sufrido San Lorenzo, ya que hace 20 años la situación no era tan grave.

En los registros del Ineter no se encuentran antecedentes de una sequía que haya provocado una reducción de más del 50 por ciento de las lluvias con respecto a las normas históricas en la región central de Nicaragua.

Tampoco el que no haya caído ni una gota de agua en Occidente en los primeros diez días de septiembre.
Para Reyes estas consecuencias del cambio climático se traducen en hambre, migración, problemas con el ganado, daños agrícolas, crisis social y sequía.

Donde antes hubo  una represa, ahora  hay sólo piedras en la finca El Almendro, en San Lorenzo, Boaco, uno de los municipios más golpeados por el cambio climático.
LA PRENSA/ M. LORÍO

Pese a que Reyes fue adversario político de Sandoval en las elecciones municipales de hace un año, como candidato liberal frente al orteguista, en algo están de acuerdo: San Lorenzo enfrenta riesgo de hambruna.

Así lo afirmó Sandoval. Los meses críticos se esperan entre febrero y mayo. Algunos productores del sur de San Lorenzo no fueron muy afectados con las siembras de primera y todavía venden el frijol de esa cosecha, pero el resto, en el norte, tuvo la suerte de Marenco.

En la finca El Almendro, Andrés Reyes muestra su parcela de maíz mejorado. Son varias manzanas de una plantación que apenas dio algunas mazorcas mal desarrolladas.

El plan era experimentar con nueva tecnología, un tipo de riego que combinaría agua de pozo con agua del río cercano. Se construyó la infraestructura, pero el agua nunca bajó del cielo. El caudal del río, que un día rompió una represa, hoy no cubre ni las piedras.

Juan y Andrés son hermanos. Ellos no creen que la solución que ofrece la Alcaldía, de dar alimentos por trabajo, sea la salida para enfrentar el cambio climático. Consideran que lo mejor es realizar transferencia de tecnología y educación.
Los planes de Sandoval son dar trabajo a la gente y pagarles en un 70 por ciento con alimentos y un 30 por ciento en efectivo. La propuesta nació de la propia comunidad.

Pero los hermanos Reyes creen que ésa es una solución para la hambruna del momento, no para enfrentar el problema grande, que son las sequías más frecuentes.

En esto cabe el ejemplo de César Gudiel, de la comunidad de El Tule, quien habría preferido tener un buen sistema de riego antes y así no perder sus 13 manzanas de cultivo y no   la ayuda social ahora.

ÉPOCA DE VACAS FLACAS

Los cultivos se pierden en época seca a causa del estrés hídrico. En su esfuerzo por sobrevivir cuando hay poca agua, los frutos dejan de ser prioridad para la planta y ésta se limita a existir. Eso explica por qué se ven verdes los campos en San Lorenzo.

Pero todo está perdido. José Antonio López, promotor del Programa Regional de Reducción de la Vulnerabilidad y Degradación Ambiental (Prevda) en El Tule, considera que se perdió el ciento por ciento de la producción en esa localidad.
“Ni los árboles que sembramos para reforestar junto al río sobrevivieron”, comenta López. El esfuerzo se perdió a pesar de que el cauce el río está rodeado de árboles viejos y jóvenes.

El ganado se beneficia de los cultivos perdidos, porque pueden ser utilizados para pastos. Pero una manzana sólo aliviaría por unos tres días a los animales, de modo que no es una solución cuando faltan siete meses secos.

Las vacas ahora pastan junto a las carreteras, a falta de pastizales dentro de las fincas, en el centro de Nicaragua.
LA PRENSA/ M. LORÍO

El ganado ya está sufriendo y, por supuesto, sus dueños. Santiago Quiroz asegura que las vacas están rindiendo en un 50 por ciento de su potencial habitual en la producción de leche.

Para dar una idea mejor, la familia de Arnulfo Hurtado sobrevive con los tres litros de leche que da la única vaca parida. Sin sequía la misma vaca produce ocho litros de leche. El litro cuesta cuatro córdobas. Estaría peor si no arriesgara a su vaca a comer a orillas de la carretera.

No importa si es Marenco o Hurtado, si vive en San Lorenzo, Prinzapolka o en Managua. El cambio climático afecta a cada nicaragüense de forma directa o indirecta, y el impacto lo sufre el país en su economía, su salud y necesidades sociales.

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