Una frase célebre dice: “Hay tres clases de mentiras: las mentiras, las malditas mentiras y las estadísticas”. Las cifras económicas actuales, la reforma fiscal y la realidad política que vivimos, son variables con las que podemos determinar si el 2010 será un año de crecimiento económico o un año de recesión. Lo cierto es que tengo serias dudas de que el 2010 llegue a ser un buen año para nuestra economía a como lo declara el Gobierno.
Para comprobar mi afirmación anterior utilizaré dos de las tres variables que antes mencioné. La primera de estas variables es nuestra estabilidad política. Nuestro sistema político se encuentra débil. Desde el 2007 existe una mayor especulación política que provoca una inseguridad jurídica. Obviamente esto es causado porque no es habitual la actuación de este Gobierno.
Se ha creado un ambiente “irregular” en el sistema político. Hay hechos que provocan inestabilidad en la institucionalidad del país. Por ejemplo, el Presidente atiende las cosas de Estado desde la Secretaría del partido, la política exterior de Nicaragua está debilitada, demasiadas anomalías ocurridas en las elecciones municipales del 2008, el retiro de la cooperación internacional a raíz de lo ocurrido en las elecciones municipales, la “ayuda” no tradicional de la República Bolivariana de Venezuela, la emisión de decretos al margen de la Constitución y una sentencia reeleccionista al margen de la ley y dictada por magistrados de la Corte Suprema de Justicia, son muestras de que el sistema no está funcionando adecuadamente.
Lo anterior se sumará a los hechos que se presenten en el 2010. Entre otros, la entrada en vigencia de una reforma fiscal, nombramientos de más de una veintena de funcionarios, elecciones en la Costa Atlántica y un año preelectoral. Por otra parte tenemos una oposición con poco margen para actuar en el Parlamento y con dificultades para cohesionarse y por último, las fuerzas económicas del país aparentemente poco unidas. Todo lo anterior genera un trauma para el sistema político nicaragüense y con esto lo único que puedo percibir para el 2010 es un aumento en la inestabilidad política del país —ojalá que así no sea— generando una mayor inseguridad jurídica y afectando aún más nuestro pobre y lento desempeño económico.
La segunda variable es la Ley de Reformas a la Ley de Equidad Fiscal. Ésta ha sido propuesta por el Gobierno, respaldada por el Cosep y aprobada por sólo 47 de 91 diputados en el parlamento. Proyecta absorber del sector privado el 0.7 por ciento del PIB para financiar el Presupuesto de la República 2010; a través de un incremento en la carga impositiva actual y un cambio en las reglas fiscales. Esta reforma provocará indudablemente un incremento en los precios de los bienes y servicios.
Pero no sólo producirá un efecto inflacionario, sino que creará una recesión económica mucho más profunda en el país. A raíz del incremento de precios posiblemente el consumo caerá y por tanto las importaciones se verán más afectadas que en el año 2009; por tanto, el fisco recaudará mucho menos ingresos. Con mayores cargas tributarias y un cambio en las reglas de juego, la inversión extranjera disminuirá, pues el país deja de ser competitivo, ocasionando menos fuentes de empleo. Al elevarse los costos en las empresas éstas se verán obligadas a despedir personal, lo que creará un mayor desempleo. Al establecer como definitivo el impuesto de pago mínimo sobre la renta bruta, se elevarán los costos a las empresas detallistas o minoristas y seremos los consumidores los que paguemos más.
Todo lo anterior me indica que la rentabilidad de la reforma fiscal no producirá los resultados que fueron presentados por el Gobierno. Obviamente Nicaragua se encuentra en una situación de total desventaja frente a los demás países de la región.
¿Qué hacer ante esta situación? Considero que el Gobierno debe actuar rápido para estabilizar la situación con los cooperantes tradicionales y evitar vernos en grandes apuros presupuestarios en el 2010. Y es que parte del financiamiento al presupuesto está atado a un supuesto buen desempeño de los ingresos tributarios producto de la reforma fiscal. Me parece vital e indispensable invertir más del 6.5 por ciento del PIB en el programa de inversión pública reduciendo gastos corrientes para que exista un mayor crecimiento y desarrollo económico. Así mismo, es importantísima la creación de verdaderos paquetes de estímulo para atraer inversión extranjera. Pero sobretodo considero imperativo que el Gobierno restaure la estabilidad del sistema político para que exista mayor seguridad jurídica, anteponiendo los verdaderos intereses de la nación a cualquier otro. Dios guíe a nuestros dirigentes.
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