Por Marina Stadthagen
El otro día, camino a dar una charla sobre cambio climático y género, alguien me preguntó en tono de burla qué tenían que ver estos dos temas. Mucho, le contesté, preguntándole que si sabía que en los eventos climatológicos extremos, los cuales se han incrementado como consecuencia del cambio climático, mueren más mujeres que hombres. No siguió preguntando.
Las desigualdades de género, más profundas en países como Nicaragua, ponen a la mujer en una posición de mayor riesgo y vulnerabilidad ante el cambio climático. Brechas tales como que el 70 por ciento de los que viven con menos de un dólares al día son mujeres o que el 75 por ciento de ellas sean analfabetas, son las que contribuyen a que cuando ocurren eventos extremos la mayoría de las víctimas sean mujeres.
Si analizamos superficialmente y a manera de ilustración algunos de los impactos que el cambio climático está teniendo y ciertas desigualdades de géneros de forma conjunta, es más fácil entender el porque las mujeres se llevan la peor parte de este fenómeno. Las mujeres, generalmente analfabetas o con menos educación que los hombres, en muchas ocasiones no entienden la información y por ende no atienden las advertencias o las recomendaciones que se hacen en caso de eventos extremos. Debido a que son pobres, más mujeres habitan en lugares no aptos para resistir los fenómenos climáticos. En muchos países, las mujeres están vedadas culturalmente de salir de sus casas sin la compañía de familiares hombres; muchas mujeres han muerto porque se han negado a abandonar sus casas por miedo a las consecuencias de romper esa restricción social.
La disminución de los recursos hídricos que se está dando como efecto del cambio climático es también un buen ejemplo para ilustrar. Las mujeres son las que generalmente se encargan de abastecer de agua a sus familias; por ser en su mayoría pobres, muchas de ellas deben acarrearla; con la escasez que se está dando de este vital líquido, muy probablemente tienen ahora que ir más lejos a obtenerla y emplear más tiempo en esta labor; ello implica que tienen menos tiempo para otras cosas como trabajar, cosechar, estudiar o descansar.
El impacto negativo del cambio climático en las mujeres va mucho más lejos y es mucho más profundo que lo referido a la muerte de más mujeres cuando hay huracanes o tormentas tropicales o a un acceso más difícil a recursos. Este fenómeno podría ensanchar las brechas de género, de no tomarse medidas especiales para prevenirlo. A forma de ejemplo, al tener las mujeres que ir más lejos a traer agua se podrían ver obligadas a retirar a sus hijas de la escuela para que les ayuden con esta tarea, la cual es percibida como tarea de “mujeres”; esto podría provocar que menos niñas tengan la oportunidad de estudiar y que se siga perpetuando el círculo vicioso de menos educación y más pobreza para más mujeres.
A diferencia de las Convenciones de Biodiversidad y Desertificación, la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático y el Protocolo de Kioto ignoran las desigualdades de género; las primeras han desarrollado planes especiales para potenciar la participación de las mujeres en la solución de la problemática. En la lucha contra este fenómeno, las mujeres tienen mucho que contribuir y no deben ser vistas sólo como víctimas, sino como agentes importantes de cambio. Generalmente las mujeres hacen la mayor parte de las decisiones sobre el consumo en los hogares y se encargan de la educación de los niños y niñas, por lo que son imprescindibles para cambiar patrones de consumo que pueden contribuir a mitigar el cambio climático. Las mujeres son también actores claves para la adaptación al cambio climático y deben ser tomadas en cuenta a la hora de tomar decisiones de cómo lograrlo; ellas generalmente poseen información y conocimientos que harán más efectivo y eficiente este vital proceso.
Actualmente hay un movimiento internacional que busca corregir esta omisión en los acuerdos internacionales de cambio climático que se están negociando actualmente en Copenhague. Esperemos que los representantes de Nicaragua en estas negociaciones tomen una posición al respecto y exijan que el nuevo acuerdo integre la problemática de género.
La autora tiene Maestría en Relaciones Internacionales y especialización en Política Ambiental de la Universidad de Columbia.
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