COPENHAGUE/ EFE
Un acuerdo de mínimos y sin carácter vinculante, que ha dejado a muchos participantes decepcionados, clausuró ayer la Cumbre de la ONU del Cambio Climático de Copenhague sobre la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero.
El texto acordado en la madrugada del sábado (noche del viernes en Managua), y que debía ser refrendado aún por el pleno de la conferencia, omite el monto global de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, al contrario de lo pretendido por muchos países, y sólo pide “profundos recortes” en este sector sin precisar plazo.
Fue el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, el primero en declarar en la capital danesa que el documento, cuando aún se estaba redactando, no sería vinculante, pero que es un “avance sin precedentes y significativo”.
En principio, se trataba de un pacto cerrado entre Obama y el presidente sudafricano, Jacob Zuma, y los primeros ministros de India y China, Manmohan Singh y Wen Jiabao, respectivamente, al que luego se adhirió la UE, pero que excluyó a países en desarrollo, incluidos varios latinoamericanos como Venezuela y Bolivia.
NO FIJA MEDIDAS PARA FRENAR CALENTAMIENTO
La declaración alude a la necesidad de limitar la subida de las temperaturas en 2 grados con respecto al nivel de 1900, aunque no fija qué medidas se adoptarán para ello y en qué plazo temporal.
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Pese a que el objetivo de la ONU era que el bloque industrializado adoptara cifras homogéneas de reducción de emisiones tanto para 2020 como para 2050, el texto se limita a recoger las propuestas a medio plazo anunciadas por cada país antes de acudir a la cumbre de Copenhague, en la que han participado 192 países.
FINANCIACIÓN
El documento también establece la financiación que los países ricos destinarán a la mitigación y adaptación al cambio climático de las naciones en desarrollo y que será de 30,000 millones de dólares entre 2010 y 2012 y de 100,000 millones de dólares anuales a partir de 2020.
FRANCIA INSATISFECHA, BRASIL DECEPCIONADO
Entre los insatisfechos estaba el presidente francés Nicolas Sarkozy, quien admitió que el texto consensuado no era perfecto, pero que era un acuerdo por el que todos los países, incluida China, deberán presentar sus planes para recortar las emisiones de dióxido de carbono (CO2) hasta el 1 de febrero de 2010.
En una primera reacción, Brasil se mostró “muy decepcionado” por estos resultados y expresó su confianza de que en el 2010 se pueda alcanzar un pacto más sustancioso sobre las emisiones en vistas a la cumbre de diciembre en México.
El embajador de la delegación brasileña, Sergio Serra, dijo en rueda de prensa que “al menos hay un acuerdo que permitirá salvar algo y seguir negociando el próximo año las cifras que aquí no se han concertado”.
MÁS DESENCANTADOS
También las organizaciones ecologistas expresaron su desencanto por este desenlace, cuyas expectativas fuentes cautelosas de Naciones Unidas, como el secretario ejecutivo de la conferencia, Yvo de Boer, ya habían rebajado considerablemente.
Las reacciones negativas de los países en desarrollo y las organizaciones ecologistas, que habían colocado el listón más alto que las delegaciones de los países industrializados, no se hicieron esperar.
Lumumba Stanislaus Di-Aping, portavoz del grupo G77 de los no alineados, comentó que esto no es lo que tenía que haber salido de Copenhague y que es una mera declaración política y propuso que se prolonguen las negociaciones en otros seis meses para alcanzar un acuerdo real.
José Antonio Hernández de Toro, portavoz en España de la organización ecologista Oxfam Internacional, calificó este pacto de “un acuerdo de mínimos”, que posiblemente se cierre con una declaración política.
Mar Asunción, de la organización WWF España, comentó que lo pactado en Copenhague es “insuficiente” y que en México, donde tendrá lugar la próxima cumbre del cambio climático en 2010, habrá que lograr un acuerdo vinculante sobre las emisiones.
Agregó que también es insuficiente el compromiso de financiación a los países pobres para mitigar los efectos de las emisiones y que no está clara la procedencia de los 100,000 millones de dólares anuales que deberán aportar las naciones ricas a partir del 2020.
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