Por: Eduardo Enríquez
Una de las consecuencias de nuestro terrible atraso como sociedad es que en este país no sólo la política, sino más grave aún, el orden institucional y las leyes, se mueven al vaivén del chamarreo.
En esto, el doctor Rafael Solís, vicepresidente de la Corte Suprema de Justicia, es un maestro.
Para que no nos confundamos vamos a diferenciar al doctor Solís del otro “Payo”, más joven, que está cobrando notoriedad con su única carta de presentación, ser el hijo del compañero comandante pueblo presidente Daniel, llamemos a Solís “don Payo”.
De “don Payo” se dice que es el hombre que maneja los asuntos “jurídicos” de interés para el compañero comandante pueblo presidente Daniel. Entre esos asuntos “jurídicos” destaca, o quizás es el único, el buscar la manera de hacer que su jefe (el compañero comandante pueblo presidente Daniel) se quede en el Poder más tiempo de lo que le es permitido por la Constitución.
- Insuficiencia cardiaca congestiva.
- Hipertensión arterial mal controlada.
- Trastornos renales.
- Trastornos hepáticos.
- Anticonceptivos hormonales.
- Embarazo, causa habitual de edemas en miembros inferiores ocasionados por los cambios hormonales propios del estado.
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Difícil tarea la que le han encomendado, pues su jefe no sólo tiene un doble candado constitucional para seguir en el poder después del 10 de enero de 2012, ya que la Constitución dice en su artículo 147, inciso “a” que no podrá ser Presidente quien haya ocupado ese cargo en el período inmediato anterior, ni el que lo haya ocupado dos veces, algo que le cae como anillo al dedo al jefe de “don Payo”.
También su jefe es un presidente con poca popularidad, clavado con pega loca en el 38 por ciento de la simpatía de los nicaragüenses, de donde no ha podido pasar aunque ha probado de todo. El problema más claro de esto es que no hay manera de que el señor Ortega logre convencer a los nicaragüenses para que le elijan 56 diputados sandinistas y con eso hacer lo que le venga en gana con la Constitución. Hasta nombrarse rey, que es lo que en realidad quisiera.
Pero “don Payo” no es hombre de amilanarse fácilmente. Él sabe que en este país la ley, aunque sea la máxima ley, no ha sido obstáculo para los poderosos y como él mismo ha dicho, “todo es negociable”.
Es con ese lema que “don Payo” se ha vuelto el maestro del “chamarreo”, aunque tal vez ésta ya haya sido una cualidad que poseyera antes, pero desde 2007 la ha hecho más evidente. Recordemos.
En pos de la misión que le encomendó su jefe tiró el primer chamarrazo a ver si la oposición mordía el anzuelo y salió con la idea que había que cambiar todo el sistema de gobierno. De pronto Nicaragua iba a ser el primer gobierno parlamentario en Latinoamérica. Dijo entonces que tenía los 56 votos, pero nada.
Luego se dejó de mediatintas y pasó al segundo chamarrazo: a pedir directamente la reelección a cambio de subir el porcentaje para ganar una elección al 50 por ciento más un voto. Dijo entonces que tenía a los 56 diputados, pero nada.
En el tercer chamarrazo se fue con otros cinco de sus colegas en la Corte a encerrar a un cuarto para sacar una dizque sentencia que reventaba los candados que retienen a Ortega, pero él y su jefe saben que ese papel servirá para envolver pescado y nada más, sobre todo porque los complacientes magistrados del Consejo Supremo Electoral (CSE) de hoy no estarán en sus cargos cuando don Daniel se presente con su “sentencia” a inscribirse.
Entonces ahora sale con que van a aprobar (con 47 votos nada más y nada menos) una ley que extienda la vida institucional de los magistrados. Cuarto chamarrazo.
Pero en paralelo está hablando de elegir en combo a los veintitantos funcionarios de los poderes del Estado y otras instituciones. Con eso “don Payo” tendrá suficientes cargos para tentar a cualquier diputado y a su suplente para completar los 56 votos anhelados, sobre todo cuando en realidad sólo necesita nueve votos más. Y esto, se me antoja, no es chamarreo, sino una posibilidad muy real. ¡Ojo billar!