Trabajo, cocina y espera en antesala de la Nochebuena
A las 4:45 de la tarde del jueves aterrizó en el aeropuerto internacional el avión de Taca que trajo a la hija de María Elena García, una costurera de El Realejo, Chinandega, que viajó hasta Managua para recibir a la hija que no veía desde hace cinco años.
A las 4:45 de la tarde del jueves aterrizó en el aeropuerto internacional el avión de Taca que trajo a la hija de María Elena García, una costurera de El Realejo, Chinandega, que viajó hasta Managua para recibir a la hija que no veía desde hace cinco años.
Mientras María Elena esperaba, y seguía los pasos de su hija, su yerno y sus nietas en el área de desembarque del aeropuerto, igual que lo hacía otra gente con sus parientes, en Managua, los principales centros comerciales permanecían abiertos, en función de los últimos compradores de la tarde.
El populoso Mercado Oriental, al que acuden más de 50,000 compradores, mantuvo su hormigueo hasta entrada la tarde.
El tráfico, la víspera de la Nochebuena, permanecía agitado. El flujo de buses a los departamentos se mantuvo constante hasta pasadas las seis de la tarde.
Sobre todo en lugares como el parque industrial de Zona Francas, en la salida de la capital, que a diario concentra a miles de obreras.
Pasadas las cinco, a la hora en que María Elena se colgaba del cuello de Elsa Ninoska, su hija que reside en Miami, Marina Palma, de 37 años, atravesaba el portón de Hansae, la maquila donde trabaja como inspectora.
“Hoy salimos a las cinco, pero normalmente salimos a las siete de la noche o más tarde”, comentó Marina, quien llevaba en sus manos una pana y una cartera, y que iba tan cansada que no pensaba en cena navideña.
“Ahorita quiero llegar y acostarme. No aguanto. Estoy muy cansada y no quiero saber de nada”, comentó Marina, quien es madre de una niña de 10 años.
“En mi casa no va a haber cena”, afirmó.
María Elena, en cambio, dijo que en El Realejo, a tres horas de la capital, a ella y a sus familiares los esperaba un pollo frito.
“Ya lo tenemos listo”, comentó la señora, que estaba acompañada de sus otros hijos, nietos y nueras.
Detrás de ella, una anciana se abrazaba con su yerno que recién se había bajado del avión, y venía vestido de saco, corbata y sombrero con una flor.
Además de vuelos de Miami, llegaron aviones procedentes de Houston y de países centroamericanos.
María Elena, quien vestía su mejor traje, contó que su hija vive en Estados Unidos, desde hace más de 15 años. “Se la llevó el marido”, dijo, y confió que su visita es el mejor regalo de Navidad.
En tanto, para Marina el mejor regalo de Nochebuena sería el descanso.
“Regreso a trabajar hasta el lunes”, dijo Palma con alivio, en el trayecto a su casa, en el asentamiento Ciudadela de Managua, al sur del barrio Primero de Mayo.
Relleno navideño
Contrario a Palma, Mayela Jerez, pobladora de Villa San Jacinto, preparó para Nochebuena el tradicional relleno, un mejunje que se hace con varias carnes, pan y verduras y que se suele usar para rellenar gallinas y pollos fritos.
“Estuve hasta la madrugada haciéndolo”, contó Jerez, quien preparó relleno para asegurar la cena de su casa, pero también para vender unas cuantas libras.
“Me hicieron algunos encarguitos”, dijo Jerez, quien en días normales trabaja como secretaria en un consultorio ginecológico.
En la preparación del relleno a Mayela le ayudaron sus familiares.
“Aquí lo malo es que se va el agua y viene hasta en la madrugada, así que ahí estuvimos levantados hasta las dos”, explicó.
Algo en común en las tres mujeres fue la reunión con la familia. María Elena pasaría la Nochebuena con sus cinco hijos y nietos en El Realejo. Marina, aunque cansada, en su casa la esperaban su hija, su esposo y su suegra; y Mayela Jerez estaba acompañada de su novio, sus hijos, su mamá y otros parientes que revoloteaban como moscas, al rededor de la olla donde tenía el relleno navideño.
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