¿Alguna vez ha rendido cuentas el FSLN en toda su trayectoria? ¿Ante quién o quiénes? ¿Se han inmutado alguna vez sus dirigentes por lo que les dicen? Ellos no son de palabra, sino de acción. Mediante los hechos es que se han conocido sus tácticas, técnicas y escrúpulos.
El FSLN (ahora murillo-orteguista, en vez de marxista-leninista) siempre ha operado en la clandestinidad, sin ninguna restricción de ningún tipo. Nunca dice lo que va a hacer, sino que lo hace; y cuando lo anuncia, hace lo contrario de lo que dice; de ahí que el orteguismo no está acostumbrado (ni jamás se acostumbrará) a las reglas democráticas convencionales.
Aquí no se trata de Maquiavelo, sino que de Mefistófeles, Goebbels y similares, más todas las ambiciones patológicas de las 3 P (Plata, Poder y Prestigio). El estribillo de “los pobres”, “socialismo”, “amor”, “unidad y reconciliación”, etc., es pura retórica vacía de contenido y compromisos genuinos. Los hechos son los que hablan con contundencia (sin lugar a dudas), lo cual no es de su exclusividad, sino que es una pestilente lacra adherida secularmente a la política vernácula.
Es fácil constatar que la nomenclatura efeselenista vive en un mundo paralelo con su propio “pueblo”, su propio Estado, su propio “gabinete de gobierno”, su propio presupuesto, sus propios códigos autoritarios incuestionables. Es un mundo virtual que puede desaparecer así como apareció, puesto que alguna gente —con suma facilidad— se olvida que el ser humano está condenado a aceptar que todo es una ilusión, que nadie ni nada es eterno en el cosmos.
Aunque sea perogrullada, es bueno recordar que sólo el poder detiene al poder; en este sentido, los líderes de la “oposición” política al actual régimen sólo hablan, pero no hacen nada real para construir un poder alternativo porque actúa como siempre, con las mismas figuras y discursos obsoletos. La verdad es que la oposición tiene fuerza suficiente como para derrotar las perversas intenciones del Gobierno, pero no está consciente de su poder, no está articulada, no dispone de la organización adecuada al momento crucial en que se vive, no existe verdadera voluntad de estructurar ese poder potencial, no ha trazado un plan más allá de la verborrea cortoplacista, siempre a la defensiva, sin pasar a la ofensiva.
En resumen, como la oposición al proyecto totalitario murillo-orteguista no configura una réplica de la organización político-militar tipo FSLN, sólo le queda la opción de formar una sólida y auténtica unidad de acción entre todas las fuerzas sociales, económicas y políticas que responda de manera eficaz y definitiva a la estrategia implementada por el actual círculo de poder. Los votantes han demostrado estar claros sobre esta situación.
No obstante, mientras los dirigentes no cambien de actitud y actuación, se tendrá asegurada de antemano la derrota. No basta con señalar errores, denunciar atropellos y esperar acomodaticiamente que eso incida en el rumbo de las cosas. El FSLN —por naturaleza— no entiende de eso. Mientras no se pase a la acción propositiva concreta que ofrezca una nueva plataforma de lucha política, cívica y pacífica —que además demuestre ser coherente entre lo que se dice y lo que se hace— habrá que ir preparando a las nuevas generaciones de ciudadanos para que acepten sumisamente su papel de esclavos eunucos.
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