Los sandinistas orteguistas tienen la especial particularidad de ser demagógicos. En todos los documentos oficiales que usan se leen estas palabras: “Gobierno de Reconciliación y Unidad Nacional”.
¿Desde cuándo han tenido disposición de perdón para encontrar la reconciliación, si ellos mismos atizan el odio en todas sus manifestaciones? Pregonan lo que no tienen capacidad para cumplir y llevarlo a práctica. La reconciliación no puede ser un sentimiento subjetivo, es un patrimonio moral de los que sienten la necesidad de superar los rencores, de entender la importancia de ser mejores personas y no presa fácil de pensamientos y actitudes mediocres.
Los orteguistas son los menos indicados para hablar de reconciliación, si se ocupan de ella es para agenciarse simpatías que no pueden alcanzar. Lejos están de hacer de la reconciliación una realidad. La persona de mala fe que alimenta odios y rencores no puede reconciliarse con nadie. En virtud de superar esos estados de ánimo negativos para abrirle espacio a los valores de persona que todos tenemos, los orteguistas se empeñan en mostrar una mente aferrada por creencias absurdas. No puede darse la reconciliación donde perdura un claro rechazo por los demás, mucho menos una Nicaragua Unida si al pie de la Bandera azul y blanca, en vez de deponer conductas destructivas asumen fórmulas enfermizas que a nada bueno conducen para construir la República sana que demandamos.
La reconciliación no puede quedarse estática en un camino sin avanzar. Y los que hacen alarde de ella son los más obligados a cumplir con ese mandato que ellos mismos se imponen como escudo. Se quedan sencillamente con la teoría, a la espera de que alguien les crea. Pero ya no pueden seguir engañando a nadie; la gente se cansa de recibir mentiras, y al final quien la acostumbra usar se queda con ella. Los orteguistas harían bien con no seguir hablando de reconciliación. Está demostrando que son enemigos declarados de la convivencia humana y resulta una necedad insistir y pregonar por algo que no se puede cumplir.
La reconciliación pudiera darse si los nicaragüenses tuviéramos por conductor un gobierno humanista. Pero con los orteguistas jamás se puede alcanzar esa virtud, porque ellos, en su conjunto, no demuestran voluntad para llevar una convivencia disponible al diálogo que los distinga como personas civilizadas. Periódicamente se mantienen atacando a las clases sociales porque nacieron para ser resentidos, pero al mismo tiempo se contradicen en vista de que les agrada a través del poder llevar una vida cómoda, imitando a los que ellos llaman la burguesía.
Censuran de vocación los vicios del somocismo, pero les gusta practicarlos. Pareciera que Somoza como fantasma se ha encarnado en los orteguistas para que sigan sus enseñanzas. Con tantos, ataques contra Somoza y el somocismo, da la idea de que el primero les hace mucha falta, o que invocan su espíritu a fin de que los guíen en la forma de hacer las cosas en el aparato público del Estado.
La reconciliación es imposible practicarla donde existen las desigualdades, donde el pueblo consumidor no tiene acceso a los productos de la canasta básica, ya que el desempleo crece cada día y la moneda nicaragüense, además de estar devaluada, no tiene circulante, porque es el dominio público que conseguir un empleo para subsistir ha dejado de ser un derecho. Ahora sólo lo obtienen aquéllos que son del círculo pudiente del que políticamente manda, como se acostumbra decir en lenguaje nicaragüense.
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