Por Noel Ramírez
En Nicaragua, hace una década, cuatro bancos que atendían a mas de 100,000 cuentahabientes fueron llevados a la iliquidez y a la insolvencia por las “irregularidades” cometidas por sus propios presidentes, directores y altos funcionarios, violando las leyes y normas de supervisión bancaria; especialmente por medio del uso indebido de los llamados “préstamos relacionados”, es decir, préstamos que estos funcionarios se otorgaban a ellos mismos en contra de las disposiciones legales. En Estados Unidos, una década después, una buena cantidad de instituciones financieras cayeron en la misma situación producto de la ya famosa “crisis hipotecaria”, que a su vez fue causada por el otorgamiento de préstamos hipotecarios a personas que no eran “sujetos de crédito”. La causa fue distinta, pero la consecuencia fue la misma: una “crisis sistémica”.
En respuesta, tanto el Gobierno de Nicaragua como el de los Estados Unidos (primero con un presidente republicano y después con un presidente demócrata) procedieron a rescatar al sistema, protegiendo los depósitos de los ahorrantes y los recursos de los inversionistas que habían confiado en los títulos emitidos por dichas instituciones.
En Nicaragua no hubo recesión económica, ni desempleo y el sistema financiero resulto rápidamente fortalecido. En Estados Unidos se produjo una recesión económica como no había ocurrido en varias décadas, el desempleo creció enormemente a más del 10 por ciento y el costo del rescate ha llegado a dos trillones de dólares, eliminando, según algunos, la posibilidad de la reserva federal de continuar con una política monetaria independiente y creándose la posibilidad de un serio proceso inflacionario en la economía estadounidense.
En Nicaragua el rescate no se financió con más emisión, sino con la emisión de títulos valores que serían redimidos en el futuro con recursos provenientes del Presupuesto Nacional. No hubo emisión inorgánica. En Estados Unidos la mayor parte del rescate ha sido financiada con emisión de la reserva federal.
En Nicaragua se rescató a los ahorrantes de los cuatro bancos que estaban ilíquidos e insolventes. No hubo titubeo. Hubo consistencia en las decisiones. En Estados Unidos no se rescató al famoso banco de inversión Lehman Brothers, después de haber rescatado a otras instituciones financieras. No hubo consistencia. Se titubeó y como consecuencia, la crisis se salió de control teniendo que rescatarse incluso a empresas que no eran instituciones financieras.
Analizando estas dos experiencias, uno llega a las siguientes conclusiones. Primero, que ante una crisis bancaria de carácter “sistémico”, el costo de no actuar es infinitamente mayor que el costo de no actuar. Segundo, que no se debe “titubear” y que se debe actuar con rapidez y consistencia. Y tercero, que en ambos casos los presidentes, directores, gerentes y funcionarios de los bancos intervenidos, actuaron, no como “buenos banqueros”, sino como “malos banqueros”.
En todo caso y en relación al programa de rescate, a lo mejor Nicaragua hizo algo mejor.
El autor fue presidente del Banco Central de Nicaragua
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