Por Edgard Rodríguez C.
Aún cuando siempre le tuvo aversión a la atención, a Randy Johnson le resultó imposible mantenerse fuera de los reflectores en el beisbol de las Grandes Ligas.
El gigante zurdo de 6’10 pies, era el objeto de bromas y burlas en sus años de secundaria y eso lo hizo un personaje lejano y casi inaccesible, que aunque apreció el afecto de las multitudes, siempre pareció disfrutar más de la soledad que del bullicio.
Pero lo más indescifrable de Johnson no fue su personalidad, sino sus disparos, que resultaron un tormento para los bateadores durante su estadía de 22 años en las Mayores. Su recta era escalofriante, pero por su espigada figura, parecía soltarla casi en las narices de los bateadores.
Además de resumir 303-116 y 3.29, con cinco premios Cy Young, tres temporadas de 20 éxitos, tres de 19, y cinco sobre 300 ponches, más un Juego Perfecto y un no hitter, Johnson acumuló un promedio de 10.6 ponches por juego de nueve innings, el mejor average de la historia.
Pero el instante que define su grandeza y su compromiso con el éxito, llegó en el séptimo juego de la Serie Mundial del 2001 ante los Yanquis. Después haber hecho 104 envíos para llevarse la victoria en el sexto duelo, Johnson volvió al día siguiente y con 17 disparos, enterró a los Mulos.
Para entonces, Johnson ya tenía 37 años. Sin embargo, su obra cumbre llegaría tres años después, en el 2004, a través de su Juego Perfecto 2-0 sobre los Bravos, con una faena 13 ponches y 117 lanzamientos, el último de ellos a 98 millas contra Eddie Pérez.
Con 40 años y 251 días, Randy es el pitcher más veterano con una obra perfecta.
Y aunque sus primeros años fueron difíciles debido a sus problemas de control, agravados por su estatura, el zurdo dio un giro espectacular a partir de 1993 con Seattle, al coleccionar 19-8 y 3.24, lo que marcó el inicio de su mejor época, la que se extendió lo suficiente como para resistir comparación con los mejores de la historia.
Johnson está en la élite de los grandes zurdos de todos los tiempos con figuras de calibre como Sandy Koufax, Steve Carlton y Warren Spahn. Y seguro se volverá a reunir con ellos en el Salón de la Fama de Cooperstown en cinco años.
Por ahora sólo queda apreciar las huellas imperecederas del formidable zurdo, que se hizo notar y no solamente por su enorme estatura.
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