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Etica, sociedad politica y sociedad civil

Alejandro Serrano Caldera.- La ética, la sociedad política y la sociedad civil, constituyen desde el punto de vista de la filosofía política, tres categorías fundacionales  de la cultura clásica griega y de la cultura occidental, sea que se les considere como partes necesariamente intercomunicadas de un sistema, o bien como manifestaciones de una unidad que se expresa en cada una de esas formas particulares.

Como expresión de esta última formulación, la filosofía política de Platón, tiende a unificar todo en el Estado pues en él, según piensa,  adquieren su verdadera naturaleza y dimensión  la persona individual y la sociedad.  Esa integración tripartita del sujeto, la comunidad y el aparato político institucional, constituye uno de los ejes de República, obra clásica del maestro ateniense, de la que pretendió hacer el modelo no solo para Grecia y su tiempo, sino para cualquier organización política en cualquier lugar y en cualquier tiempo.

En el Estado estaban comprendidos el ciudadano y la sociedad;  ambos eran momentos del Estado, y ninguno existía fuera de él. La justicia consistía en dar a cada uno lo suyo y lo suyo de cada uno estaba determinado por la pertenencia al correspondiente estrato político y social de la rígida estructura institucional de la República.

El modelo platónico para muchos, entre ellos para Karl Popper en su clásico La sociedad abierta y sus enemigos, constituye la fundamentación del poder absoluto y la dictadura, y la desnaturalización del pensamiento de Sócrates, expresado en el dialogo que recoge la obra, acerca de la política, la justicia y la democracia.

El planteamiento de Aristóteles en la  Ética a Nicómaco y La política, varía la interpretación que Platón da al pensamiento de Sócrates y en esas obras el estagirita, flexibiliza significativamente la naturaleza y funciones que al Estado atribuye Platón, restableciendo los espacios del ciudadano, la sociedad y sus formas: la pareja, la familia, la patria potestad, la  propiedad privada, abolidas por el comunismo platónico, a la vez que proclama que el hombre es un animal político, lo que significa que el hombre es un animal social, pues la polis, más que el Estado y sus componentes como en Platón, es la sociedad en el sentido más amplio.

Lo importante de la afirmación de Aristóteles, más allá del enunciado de la composición bipartita del ser humano, la parte biológica (animal) y la parte política, (social), consiste principalmente en la consiguiente unidad que se produce entre la ética y la política, pues si el ser humano es un animal político y la polis es la sociedad integral, ésta a su vez, solo existe cuando concurren dos elementos indisociables: el cuantitativo, el grupo humano, y el cualitativo, el conjunto de valores y principios comunes a la entidad social, es decir, el ethos, de donde proviene la ética. Por lo que podríamos afirmar que no hay polis sin ethos, no hay política sin ética. Por otra parte, y de manera complementaria, si el ethos está compuesto por los valores y principios sociales, éstos solo existen si existe la sociedad, por lo que no hay ethos sin polis, es decir no hay ética sin política.

Con diferentes énfasis para caracterizar la polis, tanto en Platón como en Aristóteles se da una unidad entre lo que hoy llamamos la sociedad civil y la sociedad política, en la respectiva fundamentación ética derivada, según el caso, del aparato político o de la organización social.

En Roma se establece la separación entre el derecho público, correspondiente a la regulación del funcionamiento del Estado, y el derecho privado, destinado a regular las relaciones entre los particulares. Se define y precisa el ámbito de l

a persona, la sociedad y el Estado.

La sociedad moderna, derivada del Racionalismo y la Ilustración reafirma la existencia de estas dos categorías pero define los términos de la necesaria relación entre ambas, estableciendo que la sociedad política, el Estado, las instituciones, los partidos políticos, son formas de organización de la sociedad, pues el Estado no es otra cosa que la sociedad jurídica y políticamente organizada, y el gobierno, el parlamento, los partidos políticos y el poder en general, no son otra cosa que organizaciones representativas de la sociedad civil, de la cual dependen, pues esta última es la depositaria de la soberanía y de la legitimidad del poder.

En Nicaragua, aunque su sistema jurídico se basa en los principios de la filosofía del derecho occidental, en la práctica existe en forma muy débil y precaria esa interconexión entre sociedad civil y sociedad política, entre derecho y realidad, pues hay una distancia conceptual y real entre ellos, debido a que se han adoptado los presupuestos del derecho político occidental, sin tener la mínima intención de procurar la adecuación de la realidad a los lineamientos establecidos en la norma jurídica.

En nuestro sistema se dice lo que no se hace para hacer lo que no se dice, a tal grado que el vacío producido por la fractura entre el mundo formal del derecho y el mundo real de la economía, la sociedad y la política, ha sido llenado por los caudillos y hombres fuertes, sean éstos militares o civiles, de derecha o de izquierda. Hemos producido y seguimos produciendo caudillos de todas las denominaciones y para todos los gustos, autócratas que hacen de su voluntad la ley y mediante decretos violan la Constitución.

Esto nos ha conducido a las guerras civiles y a todo tipo de violencia, pues la solución no estriba solamente en corregir los efectos y defectos, sino en crear una sociedad en donde el caudillismo no sea posible. Para ello se requiere una verdadera cultura jurídica, una clara conciencia de lo que significa el Estado de derecho como el sistema necesario para la convivencia civilizada y para la realización de verdaderas políticas sociales, no caridades dirigidas a perpetuar la dependencia y el paternalismo político.

El caudillismo existe no solo porque hay caudillos, sino porque hay una sociedad que los produce y los desea. El caudillismo se supera cambiando las condiciones políticas, sociales e históricas que lo hacen posible. Se requiere pues internalizar como valores éticos fundamentales, la democracia, la subordinación del poder a la ley, el imperio de la constitución, el derecho a la diferencia, el respeto a libertad y dignidad de las personas y la plena convicción de que si bien a la sociedad política, al Estado y a los partidos políticos les corresponde tomar las decisiones, éstas solo se justifican, si coinciden con la voluntad colectiva y si tienen el apoyo de la sociedad civil, verdadera depositaria de la soberanía y de la legitimidad del poder.

El autor es filósofo y escritor nicaragüense

Columna del día Opinión

COMENTARIOS

  1. Romeo Alfa
    Hace 14 años

    Excelente comentario, reposado en sus argumentos, didactico, informativo y profesional. Usted es uno de los grandes notables que tiene este pais escribamos usted es un grande de la intelectualidad nacional Orgullo del ser Nicaraguense, por la eterna Nicargua.

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