Con la misma camisa blanca curtida y gastada, careto y cansado por el trabajo y el paso de los años, José Mejía Espinoza regresa a su patria con su Cristo en la mano y muchas ganas de reencontrarse con su familia.
Este obrero ha trabajado por años en una obra en la que trata de construir un puente de hermanad, solidaridad y tolerancia entre Nicaragua y Costa Rica; trabajo con el que ha tocado miles de corazones de ambas naciones que comparten su historia y su lucha.
Esta vez, luego de tres años, el nicaragüense-costarricense César Meléndez trae consigo a José Mejía, su exitoso personaje, para celebrar el 40 aniversario del Teatro Nacional Rubén Darío con una presentación a beneficio de la organización “Nuestros pequeños hermanos” (NPH), que da asilo a más de 500 niños de la calle y en situaciones de riesgo.
EL NICA EN EL MUNDO
A pesar que a José Mejía no le va tan bien en el país vecino, donde debe defenderse “como gato panza arriba” de los insultos y agresiones producto de una xenofobia construida desde hace años en ambos países, a su mentor César Meléndez y al grupo de Teatro La Polea el éxito le ha llegado en creces.
Recibió el Premio Nacional al Mejor Actor Protagónico en el 2003 por parte del Ministerio de Cultura de Costa Rica por la obra El Nica . En el 2008 el Ministerio de Justicia y Gracia de Costa Rica le dio el Título de Constructor de Paz.
Otro de los logros de César y su equipo fue en junio de 2008 cuando ganó el primer lugar en Mejor Actuación y segunda Mejor Obra del IX Festival Internacional de Teatro de Otoño Azul, en Buenos Aires, Argentina.
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“Ha sido uno de los más emotivos (el premio) por ser recibido prácticamente de las manos del público, quien con sus votos nos eligió, eso muestra que nuestro trabajo está teniendo resultados al entrar por los ojos y oídos para legar a la mente y al corazón de la gente”, cuenta César Meléndez.
Y el más reciente y de los que con más cariño comparte es el de ser “Tío” de la organización Nuestros Pequeños Hermanos (NHP) por el compromiso social que el actor ha mantenido desde inicios de su carrera artística.
Al contrario del osado personaje que desafía y cuestiona al Cristo que escucha sus quejas abatido colgando de la cruz, Meléndez agradece a Dios por permitirle llevar un mensaje a través del arte que tanto lo apasiona y de la buena crítica y gran aceptación del público que ha reído y llorado con la historia del soñador y trabajador José Mejía.
CUANDO SE APAGAN LAS LUCES
Luego de bajar del escenario, se apagan las luces y se cierra el telón.
Aunque limpia su rostro del sudor y el maquillaje, César Meléndez no puede dejar de ver en el espejo trozos del inmigrante José Mejía, pues él mismo a sus cuatro años tuvo que salir de su Nicaragua para buscar “mejor vida” en el vecino del sur con sus padres adolescentes.
Se levanta del banco y sigue en el papel de su vida, una vida de pobreza de la que logró salir realizando “rumbitos” en los que por cosas del destino lo llevaron al escenario por primera vez como cantante en la agrupación “Manantial”, luego como parte del grupo del dominicano Wilfrido Vargas, hasta toparse con la oportunidad de su vida y en lo que se convirtió su pasión: el teatro.
“El teatro lo es todo para mí”, confiesa el actor cuando le preguntan de su vida o de sus planes de familia, y esto tiene sentido cuando él presenta al amor de su vida, Cristina Bruno, una simpática argentina que trabaja hombro a hombro con él para echar a andar “La Polea” Teatro del que son responsables.
“No concibo la vida encasillada en etapas, para mí la familia y el teatro, la vida es una misma”, comparte Meléndez, “yo vivo el momento y lo disfruto tomando lo que la vida me da, las personas que amo estarán ahí en el escenario de mi vida”, dice sin hacer planes elaborados de familia. Para él Cristina, el teatro y las obras sociales son lo necesario.
“Vivimos tan inmersos en esto que hasta hace poco logré encontrarme con mi suegro”, confiesa entre risas, “nos lo trajimos a Nicaragua para que conociera mi casa, mi gente, ésta es otra parte de mi familia”.
César Meléndez comparte mil historias en escena y promete revivir el contacto con su patria, por lo que luego de su presentación de El Nica planea regresar en marzo para presentar Flora , una crítica a la violencia intrafamiliar y el machismo.
Por otro lado planea también participar en festivales internacionales de teatro en Vietnam e Indonesia a los que ha sido invitado y a los que probablemente lleve, entre su equipaje, la historia de José Mejía, una historia que según él es “la historia del mundo, que es la historia de los inmigrantes, por lo tanto esta historia también podría ser suya”.
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