Con mucha satisfacción ayudé a mi nieta pequeña, Elisa Sofía, a memorizar un par de versos del poema de Rubén Darío, Canto de Esperanza , que ella debía recitar en su escuela en la celebración del nuevo aniversario del natalicio del gran poeta nicaragüense, que se cumplió el recién pasado lunes 18 de enero.
En uno de los dos versos que la niña memorizó para declamarlos, Rubén Darío dice: Verdugos de ideales afligieron la tierra/ en un pozo de sombra la humanidad se encierra/ con los rudos molosos del odio y la guerra.
La circunstancia casual de ayudar un poquito a mi nieta con su tarea escolar, me permitió reflexionar —otra vez— sobre la impresionante cultura clásica grecorromana de Rubén Darío, que demostró en muchos poemas de su vasta creación. Como el mismo poeta lo expresa en su Epístola ( A la señora de Leopoldo Lugones ): “ Hay en mí un griego antiguo que aquí descansó un día/ después que le dejaron loco de melodía/ las sirenas rosadas que atrajeron su barca ”.
Entiendo que cuando Darío habla de “los rudos molosos del odio y la guerra”, se refiere por un lado a los perros así llamados —molosos— que los habitantes de Molosia, en Epiro, utilizaban lo mismo en tiempos de paz para cuidar los rebaños y defenderlos de los lobos, que en las épocas de guerra para pelear ferozmente y sembrar el pánico en las filas enemigas. Y por otra parte Rubén se refería también —me parece— a los hombres habitantes de Molosia, o sea a los molosos, que eran guerreros tan feroces y temibles como sus famosos y terroríficos perros.
Pero Molosia era muy conocida y respetada en la Antigua Grecia no sólo por la ferocidad de sus guerreros —hombres y perros—, sino también porque fue cuna de célebres personajes, históricos y legendarios.
Molosia fue fundada por Moloso, hijo de Neoptólemo, quien a su vez era hijo de Aquiles, el principal héroe griego de la Guerra de Troya. Su madre fue Andrómaca —la viuda del gran héroe troyano Héctor, quien perdió la vida en combate personal con Aquiles—, quien fue tomada como botín de guerra por el joven Neoptólemo, quien llegó a ser el rey de Epiro.
Cuando Neoptólemo murió, un hermano de Héctor llamado Heleno, quien sobrevivió a la matanza de Troya, se casó con su antigua cuñada y de esa manera pasó a ser el rey de Epiro. Después Heleno fue sustituido por Moloso, quien en su propio honor hizo llamar Molosia a una región de Epiro, en la que mandó construir una gran ciudad que fue llamada Dodona.
Fue en Molosia que nació Olympia, la esposa del rey Filipo de Macedonia y madre de Alejandro Magno, el gran guerrero que conquistó casi todo el mundo entonces conocido.
Originario de Molosia era también Pirro, el célebre rey de Epiro que hizo la guerra contra los romanos y los derrotó muchas veces, inclusive en la batalla de Heraclea, en la que sin embargo perdió la mayor parte de su ejército. Fue entonces que Pirro exclamó: “Otra victoria como ésta, y tendré que regresar a Epiro solo”. Y de allí se derivó la expresión “una victoria pírrica”, la cual se refiere a aquellos logros que se obtienen pagando un precio tan alto que hubiera sido mejor no alcanzarlos.
Y en Dodona, la capital de Molosia, se encontraba uno de los principales templos de Zeus y su oráculo allí era uno de los más visitados y consultados por los antiguos griegos.
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