Es oportuno resaltar el extraordinario trabajo que se realizó al llevar a feliz término un simulacro de evacuación con los habitantes de la Isla de Ometepe, ante una eventual erupción del Volcán Concepción, el segundo más alto del país (1,610 metros).
Y digo que es extraordinario por varias razones: a) lo primero es lograr que la población tome conciencia de la necesidad de prepararse ante un eventual desastre natural y participe en el simulacro, b) es un evento muy caro (casi 40 mil dólares) y aún así se organizó, y c) la disposición de organismos anuentes a financiar la actividad, junto con la preparación de las instituciones del Estado, le dan ese toque especial.
Este simulacro que ha sido el más grande que se haya organizado en Nicaragua con la participación de la población (habitantes de dos municipios) se ejecutó gracias al financiamiento de los organismos Care y Cosude, más la participación del Sistema Nacional para la Prevención, Mitigación y Atención de Desastres (Sinapred), Defensa Civil, el Instituto Nicaragüense de Estudios Territoriales (Ineter) y los alcaldes de Altagracia, Orlando Meza, y de Moyogalpa, Carlos Javier Guzmán Díaz. También participaron civiles e instituciones que de una u otra forma contribuyeron a que cada etapa de esta actividad fuera posible.
A todos, un especial reconocimiento por la meritoria labor en favor de miles de habitantes ometepinos, pues ese posible escenario de destrucción en el Oasis de Paz es algo latente.
Y precisamente, los políticos de este país que dicen representar al pueblo en todos los Poderes del Estado, en vez de estar gritándose que son ladrones (en realidad no se dicen mentiras entre todos ellos) deberían priorizar, además de la educación, salud y seguridad ciudadana, los recursos destinados al Fondo Nacional de Desastres para realizar trabajos preventivos frente a escenarios como el de Ometepe, que se pueden dar en cualquier otro lugar del país por otras razones.
Pero en todo esto, también es digno de resaltar la actitud de la población nativa, que paulatinamente ha cambiado en el tiempo su forma de ver las cosas frente al peligro constante que representa la actividad volcánica del coloso de Ometepe. Gran parte de los habitantes no piensan como nuestros ancestros que preferían quedarse cuidando sus casas o sus animales antes de salvar sus vidas.
Aún con este esfuerzo que se ha hecho para estar preparados frente a un desastre natural en Ometepe, los nativos tienen otras tareas pendientes muy importantes que completar con la ayuda del Gobierno central, los gobiernos municipales y organismos no gubernamentales nacionales y extranjeros: reforestar las miles de hectáreas de la isla; sustituir los fertilizantes, herbicidas, insecticidas, fungicidas y cualquier otro químico, por los orgánicos; garantizar la no contaminación del subsuelo y las costas, y velar en términos generales por la preservación de los elementos que garantizan un mejor nivel de vida a los isleños, justo cuando la modernización está al alcance de todos.
No es justo que la flora y fauna de la Isla de Ometepe se deteriore cada día, sobre todo por actitudes de una parte de la población que cree que los recursos naturales son inagotables. No se trata de comer solamente palos (árboles) en el futuro, pero tampoco se trata de comer piedras y lamentarnos más adelante cuando la isla sea sólo un promontorio destruido por la mano de sus propios habitantes.
Los dueños de grandes extensiones de tierra tienen una gran responsabilidad: ayudar a preservar la isla con técnicas como las de sistemas agroforestales o los silvopastoriles. El punto es tener voluntad para hacer las cosas, querer invertir un poco más, cambiar de actitud, pero sobre todo, pensar en el bienestar común. Así la isla volverá a ser la de antes.
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