Tomado de El Nuevo Herald.com
Cuando dos niñas nicaragüenses mantenidas en cautiverio en una casa de un municipio a 30 minutos de San Salvador, escucharon aterrorizadas que serían vendidas como esclavas sexuales por US$150, decidieron escapar y denunciaron su drama.
Sus testimonios llevaron a la policía a desmantelar, en mayo pasado, una red de prostitución de menores presuntamente dirigida por Jorge Torres Puello y su esposa Ana Josefa Ramírez Orellana, según documentos judiciales de la justicia de El Salvador.
Jorge Torres Puello, quien se identificaba en este país como Jorge Torres Orellana, está en el centro de un escándalo internacional que involucra a misioneros estadounidenses en el presunto secuestro de niños en Haití.
El domingo Torres Puello confirmó a la cadena CNN que es el mismo hombre que busca la justicia salvadoreña, pero negó las acusaciones de prostitución de menores.
“Yo nunca he tenido a nadie contra su voluntad”, dijo.
El pasado de Torres Puello ha empezado a surgir en fragmentos que reflejan una vida turbulenta de problemas con la ley.
Estados Unidos lo requiere por violación de la libertad condicional en un caso de fraude bancario.
El viernes pasado, el juez de San Salvador, David Amael Morán, pidió su captura por cargos de utilización de personas menores de 18 años para pornografía, trata de personas e inducción a la prostitución.
Como víctimas figuran cinco niñas nicaragüenses de 14 a 16 años y dos dominicanas mayores de edad.
Las niñas nicaragüenses relataron a la policía que conocieron a Torres, a su esposa y Jency Ivonne Ramírez, también imputada, en una estación de gasolina de Managua, Nicaragua, el 20 de mayo pasado.
Allí Torres les ofreció llevarlas a San Salvador y convertirlas en modelos que debutarían en una ceremonia de despedida del gobierno del presidente salvadoreño. Las niñas aceptaron el ofrecimiento. Caminaron durante dos horas hacia la frontera con El Salvador, donde fueron recogidas por Torres y transportadas a un albergue cercano a la capital.
Durante los primeros días, los miembros de la banda llevaron a sus víctimas a centros comerciales, las invitaron a buenos restaurantes y les compraron ropa nueva.
Torres se presentaba como un misionero que ayudaba a inmigrantes de varios países. Pero las muchachas descubrieron que sus intenciones eran otras cuando un noche les pidió que se desnudaran para tomarles fotografías.
Ella aceptaron porque no tenían otra opción y las fotografías fueron desplegadas en una página de internet que ofrecía servicios de compañía.
Torres también les pidió que se acostaran con él, pero ellas no aceptaron.
La organización cobraba $60 a los clientes por pasar la noche con alguna de las víctimas. Las niñas aseguraron que no fueron abusadas sexualmente.
Pero la situación que precipitó su fuga se produjo luego de escuchar una conversación entre sus captores de que serían vendidas por $150 cada una. Esa noche se presentó un hombre guatemalteco que quería pagar por tener relaciones sexuales con una de ellas.
La niñas no aceptaron. Enfurecido Torres las sacó de la casa y las dejó en la calle, aunque en la madrugada las recogió y les dio $20 para un pasaje en autobús de regreso a Nicaragua. Como el dinero no era suficiente, las niñas le relataron su historia a un hombre que las puso en contacto con la policía el pasado 26 de mayo.