Querida Nicaragua: Es muy hermoso el ejemplo de austeridad que, al menos en sus declaraciones, ha dado el nuevo presidente uruguayo don José Mujica. Según el cable internacional el nuevo Presidente de Uruguay está dispuesto a donar para fondos de ayuda social hasta el 87 por ciento de su salario como jefe de Estado, un salario de doce mil quinientos dólares. Asunto aparte, son altísimos algunos de los salarios presidenciales en los países pobres de nuestra América Latina.
El cable sigue diciendo que Mujica, un hombre de izquierda y que luchó en las filas de los tupamaros, impulsó en su campaña presidencial la creación de topes salariales para los cargos públicos. Esto significa que ningún funcionario público podría ganar más de un mil seiscientos dólares si el presidente Mujica cumple su promesa de campaña.
Mujica quiere dar un ejemplo de austeridad, al tiempo que anuncia seguirá viviendo en su misma granja en las afueras de Montevideo y que se desplazará en su mismo auto Chevrolet Corsa que usa en la actualidad. La donación del salario del mandatario se invertiría en fondos sociales para la vivienda.
La idea del presidente uruguayo es que la política no sea una carrera para obtener recursos del Estado, sino un servicio al ciudadano.
Muy hermoso el ejemplo del nuevo Presidente, pero habría que esperar si la droga del poder no lo domina como a tantos. Y habría que pensar también que junto con programas de interés social hay que promover la inversión nacional y extranjera para que el pueblo pueda tener empleos y propiciarse una vida digna.
El progreso de los países se logra fomentando la política del trabajo. Se logra creando pequeños y medianos negocios, impulsando la inversión para aumentar la producción nacional y poder exportar bienes de consumo a otros países.
Si ésta es la idea del presidente uruguayo, el pueblo habrá salido ganando y no se habrá equivocado al elegirlo. Pero si como suelen pensar algunos fanáticos de la izquierda, impone una política de ataque al libre mercado, de férreo control de precios, de confiscaciones delirantes tipo Chávez, de no permitir una sana libertad de expresión que pueda comentar sus aciertos y sus errores sin ningún temor, entonces de poco habrá servido su noble idea de la austeridad en el Gobierno.
En los tiempos actuales es fácil seguir la buena huella que están dejando presidentes como Lula da Silva en el Brasil, como Michelle Bachelet en Chile, como Oscar Arias en Costa Rica y darse cuenta que de nada sirven las aberraciones fanatizadas de cierta izquierda que ha dejado tan malos recuerdos en la historia del mundo y que ha sido la ruina de sus propios pueblos.
Sería un notable triunfo de la izquierda el éxito de la política de verdadera austeridad que pretende el nuevo presidente uruguayo. Por primera vez veríamos cómo un gobierno crea funcionarios patrióticos al servicio del pueblo y no avorazados burócratas en busca del botín del Estado. Ésa sería una lección formidable que la izquierda podría dar a todos aquéllos que dicen ser demócratas al servicio de los pueblos, pero salen de los cargos con los bolsillos repletos.
Por mi parte, demócrata u hombre de la derecha —si así me cataloga alguien—, deseo al nuevo presidente uruguayo el mejor de los éxitos, y espero con ansias que sus promesas de campaña puedan cumplirse a cabalidad, que fomente un gobierno donde brillen las libertades y que la droga del poder no logre alcanzarlo.
El autor es director de Radio Corporación
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