Entre los años 2000 y 2007 Nicaragua no solamente perdió casi la mitad de los bosques dentro de las áreas protegidas, también vio desaparecer una cantidad de especies de flora y fauna que nunca será cuantificada, pero que algunos expertos consideran importante.
Uno de ellos es Milton Camacho, asesor del Club de Jóvenes Ambientalistas y ex director de Áreas Protegidas del Ministerio del Ambiente y los Recursos Naturales (Marena).
Según Camacho, la depredación acelerada de los bosques en sitios prohibidos, como son en teoría las áreas protegidas, es una situación “obviamente grave”, porque con los árboles desaparece “el sustrato fundamental que es la tierra, comienza a degradarse, es decir se pierde el sistema terrestre en el que está anclada la vida continental”.
En otras palabras, talar un bosque significa reducir el potencial de la tierra para albergar vida, ya que la flora desaparece y la fauna debe emigrar a sitios desconocidos.
Esto ocurrió en 1,026,000 hectáreas de bosques dentro de las áreas protegidas del país, de un total de 2,018,390 hectáreas de bosques que habían en el año 2000.
Camacho dijo que “todo bosque tiene una fauna asociada y tiene otras formas vegetales asociadas, porque cuando hablamos de bosques, deberíamos pensar en la interacción de las diferentes formas vegetales y animales, eso es gigantesco, el bosque no es un árbol leñoso, es toda forma botánica y zoológica de vida”.
Esto significa que al desaparecer un bosque no sólo se pierden los árboles, sino también los animales que lo habitaban y los beneficios que la humanidad le puede sacar.
En el caso de los animales, el experto indicó que tienen dos caminos: emigrar y colonizar otro bosque, o desaparecer.
El ser humano también pierde en todo esto, no sólo porque se queda sin los recursos naturales de los que puede servirse, sino también porque sufre un impacto en otros recursos importantes, como el agua, la calidad de la tierra, que garantizan la alimentación.
SIN ALTERNATIVA
Si el ritmo de depredación de las áreas protegidas se mantiene igual, es probable que para el año 2020 no haya bosques en esas zonas.
El problema de fondo, según Camacho, es que Nicaragua tiene áreas “desprotegidas” porque “todavía no hemos podido dar la alternativa que haga posible que se prescinda de (depredar) los recursos naturales”.
El experto considera que en el país “todavía no hemos podido apropiarnos del concepto de manejo en términos generales, donde haya la sensibilidad y el conocimiento de cómo utilizar los recursos, en este caso el bosque, de manera sostenida”.
Camacho reconoció que es un problema social y cultural, pero también de pobreza, porque el Gobierno nunca ha tenido la posibilidad de dar buen resguardo a las áreas protegidas.
En Nicaragua se pierden 70 mil hectáreas de bosques cada año, según el Inventario Nacional Forestal.
Esto incluye lo que se pierde dentro de las áreas protegidas, pero no cuantifica el impacto.
El Instituto Nacional Forestal (Inafor) pretende reforestar unas 14 mil hectáreas este año.
La cantidad es apenas una quinta parte de lo que en teoría se perderá este año, pero la esperanza es reducir el impacto de la deforestación.
Por otra parte, si el ritmo de depredación de los bosques continúa como hasta ahora, es posible que el país quede sin bosques antes del 2020.
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