Parece un contrasentido que el compañero comandante pueblo presidente Daniel esté proponiendo contra viento y marea la reelección de los miembros del Consejo Supremo Electoral, los mismos que en el 2008 se encargaron de robarle los votos a miles de miles de nicaragüenses. Digo que parece un contrasentido porque para hacerlo el presidente Daniel Ortega va a tener que poner los votos de su partido en la Asamblea Nacional a favor de estas personas, que sin duda están entre las más desprestigiadas del país.
Pero que un partido político se vaya contra los deseos de la mayoría de los votantes no es ni la primera ni será la última vez que sucede en Nicaragua, a eso los diputados le llaman “disciplina partidaria”. Sin embargo, tiene una explicación que llega a la raíz de por qué en Nicaragua el sistema republicano no termina de funcionar: todo está en la forma en que se eligen los diputados.
La tal “disciplina partidaria” es un factor poderoso en nuestra política, porque nuestros diputados se eligen por plancha. Uno vota por un partido, en una casilla y automáticamente está votando por todos los diputados que aparecen en esa lista. En el 90 por ciento de los casos ni siquiera conocemos los nombres que aparecen en ella, si es que nos tomamos la molestia de leerla.
Por eso la “disciplina partidaria” es tan importante, porque si uno es disciplinado a uno lo ponen más cerca del inicio de la lista, lo que da más posibilidades de ganar una curul, ya que los diputados salen electos en proporción al número de votos que la casilla o partido recibe. El que se atreve a ser indisciplinado va al final de la listo o no lo ponen. ¿Quién decide la lista y su orden? El jefe del partido. ¿A quién le deben obediencia los diputados entonces? Al jefe del partido. El caso del CSE nos lo está dejando clarísimo.
Es por eso que muchas veces he insistido, y lo vuelvo a hacer por su importancia, que si un partido quiere cambiar las cosas debe llevar en su lista de promesas el cambio en la manera de elegir a los diputados. Y como necesitan más de 56 diputados en la Asamblea para hacer el cambio constitucional de elección de diputados, pues la victoria debe ser contundente.
¿Cómo se deben elegir los diputados? De manera uninominal, eso es, por distrito. Es sencillo, se toma el territorio nacional y se divide en 90 distritos (si van a seguir siendo noventa diputados) tratando que cada distrito tenga más o menos la misma cantidad de ciudadanos. De esa manera el diputado, para salir electo, tiene que verle la cara y ganarse la confianza de los votantes de su distrito, no la de su caudillo.
Un ejemplo lo acaba de dar el nuevo senador por el Estado de Massachusetts, Scott Brown, un republicano que ganó el asiento que dejó vacante el demócrata Edward Kennedy, quien lo ocupó por décadas, hasta su muerte.
La semana pasada Brown no votó “disciplinadamente” con su partido para detener una ley que está supuesta a crear empleos en Estados Unidos, pero que a los republicanos no les gusta. Brown votó a favor de la Ley que empujan los demócratas y luego dijo a los periodistas “yo no soy de aquí (de Washington) soy de Massachusetts”, que es uno de los Estados más liberales (léase favorables al partido Demócrata).
Entonces, claramente, si Brown quiere seguir en el Senado debe escuchar a sus votantes, que indudablemente quieren que se haga algo contra el alto desempleo y que en este caso tienen ideas más “liberales” que el votante promedio estadounidense.
Brown no pierde el sueño si vota en contra de lo que su partido quiere. Lo que sí le haría perder el sueño (y su curul) es votar en contra de lo que sus electores quieren. La gran diferencia está en la manera en que se elige a los parlamentarios. El sistema uninominal, aunque no es perfecto, da más poder al voto del ciudadano.
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