“Morir por la patria no es morir, es vivir eternamente en ella”. José Martí.
Querida Nicaragua: Un ciudadano humilde, un obrero que no quiso callar frente a la esclavitud a que está sometido su país, murió en una huelga de hambre que mantuvo por 85 días en las inmundas cárceles cubanas. Orlando Zapata murió por su patria y vivirá eternamente en ella, como dijo el apóstol de América. Zapata merece no sólo el título de mártir, sino el reconocimiento de todos los hombres libres del mundo.
El régimen dinasta de Cuba que ha conducido a su pueblo en increíble retroceso a la época medieval, prohibió todo tipo de reunión en el sepelio del mártir, el que fue sepultado silenciosamente por su familia, bajo estricta vigilancia policial.
En Latinoamérica, increíblemente crecen y se juntan el trigo y la cizaña como si fuesen plantas de la misma especie. Raúl Castro, dinasta, responsable de centenares de crímenes, esclavista y verdugo de su pueblo, es invitado a las cumbres presidenciales y toma la palabra como si fuera un demócrata elegido por su pueblo y recibe abrazos y apretones de manos de los pusilánimes presidentes democráticos. Con el cuento del famoso bloqueo de los EE.UU., y con la fantasía de que en Cuba la educación y la salud son gratuitas, reciben el beneplácito de los enceguecidos presidentes latinoamericanos y muchos otros de Europa. Al tirano Raúl Castro todos le llaman “presidente”, igual que a Calderón de Méjico, Uribe de Colombia, Arias de Costa Rica, verdaderos presidentes democráticos elegidos libremente por sus pueblos.
Actualmente un grupo de médicos cubanos ha desertado y está demandando a la tiranía cubana por una suma millonaria. Lo acusan de haberlos usado como mano de obra esclava, pagando con su trabajo la deuda petrolera que Cuba tiene con Venezuela. En la época medieval los conquistadores convertían en esclavos a los pueblos de las naciones que a sangre y fuego conquistaban. Así obtenían mano de obra esclava en abundancia y hasta la vendían como objeto de comercio. Pero eso era en la edad media cuando imperaba la ley del más fuerte y no se habían establecido las normas civilizadas, el imperio de las leyes, que vino a crear la civilización y los derechos de las personas.
Hoy, en pleno siglo XXI, los patriarcas otoñales don Fidel y don Raúl han vuelto a los tiempos de la esclavitud y a imponer la mano de obra esclava sin que ninguna de las naciones democráticas de América y Europa se atrevan a denunciar semejante barbarie. No sólo no denuncian, sino que invitan a las Cumbres de presidentes a los verdugos del pueblo cubano.
Muchos son los responsables de este estado de cosas. Unos por temor y otros por conveniencia van haciendo fila “para tener el honor” de ser recibidos por el otoñal patriarca. Otros, los consorcios hoteleros, hacen pingües negocios instalando complejos turísticos de lujo en las preciosas playas cubanas haciéndose cómplices de los salarios de hambre que paga el Gobierno a los trabajadores, otra forma de esclavitud.
Y muchos intelectuales, poetas, ensayistas, novelistas, inclusive en nuestra Nicaragua, guardan silencio. Cuando hablan de dictaduras se cuidan muy bien de no tocar el tema de Cuba. Inclusive cuando critican el totalitarismo que actualmente vivimos y la dictadura hacia la cual caminamos, siguen admirando a los verdugos cubanos, a los asesinos que han bañado de sangre durante más de cincuenta años a la pobre isla del apóstol José Martí.
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