A propósito de que el recién pasado lunes 01 de marzo se celebró el Día del Periodista de Nicaragua, me parece oportuno dedicar esta columna a Hermes (al que los romanos llamaban Mercurio), quien era el dios olímpico que servía como intérprete y mensajero de las demás divinidades, de Zeus en particular.
Los griegos rendían culto a Hermes como dios de la elocuencia y del buen decir. Por eso, dice el mitólogo francés Jean Francois Michel Noël que a Hermes se le representaba con la figura de un hombre al que le salían de la boca unas cadenitas que se dirigían hacia las orejas de otras figuras humanas. De esa manera significaban que Hermes encadenaba a sus oyentes con el poder de la palabra y de la elocuencia.
Dice también el mencionado mitólogo francés de finales del siglo 18 y comienzos del 19, que a Hermes (y a Mercurio en Roma) también se le representaba mediante una figura humana cuadrada, sin pies ni brazos, solo con cabeza. Y cita Noël la explicación que ofrece de esto Servio (Mario Servio Honorato, escritor romano del siglo IV quien tuvo la fama de ser el hombre más ilustrado de su época), al decir que: “Habiendo unos pastores encontrado un día a Mercurio o Hermes, dormido en un momento, le cortaron las manos y los pies para vengarse de algún pesar que les había dado”.
Seguramente aquellos pastores habían recibido alguna mala noticia, y como Hermes o Mercurio era el dios encargado de llevar y traer las novedades, ya fuesen buenas o malas, lo culparon y castigaron de aquella manera atroz Y es que desde aquellos tiempos hasta hoy, se tiende a castigar al mensajero —es decir, al periodista—, porque éste dice lo que ocurre, aunque sea muy desagradable y perjudique a algunos. O sea que no se culpa de las desgracias a quienes las causan o provocan, sino a quienes informan y opinan sobre ellas.
Hermes era hijo de Zeus y de Maya, una de las Pléyades, como se les llamaba a las hijas de Pleione y de Atlas que fueron convertidas en estrellas. Nació Hermes en una cueva del Monte Cilene, en la Arcadia, y ese mismo día comenzó a meterse en dificultades, al luchar contra Eros, al que venció.
En el Olimpo, Hermes fastidiaba a los dioses divulgando todo lo que hacían, de manera que pronto fue expulsado y enviado a la tierra. Se radicó en Tesalia donde pasó su infancia y vivió hasta la adolescencia. Entonces se fue a recorrer el mundo y donde quiera que llegaba reunía a la gente para contarle lo que sucedía. También Hermes se dedicó al comercio, al que perfeccionó inventando el sistema de pesas y medidas y otras técnicas que facilitaron el desarrollo del arte comercial. Por eso fue consagrado también como dios de los comerciantes.
En virtud de tanto éxito que cosechaba en la Tierra, Hermes fue llamado de nuevo al Olimpo, donde Zeus lo distinguió nombrándolo su mensajero personal y encargado de llevar y traer los mensajes de todos los demás dioses.
Por supuesto que ahora que los antiguos mitos de los griegos y romanos son sólo referencias culturales, nadie reconoce a Hermes como un dios. Sin embargo, del mismo modo que los pastores de la antigua leyenda mítica mutilaron a Hermes, como castigo por haberles llevado una mala noticia, en la actualidad se sigue castigando a los mensajeros o periodistas que informan acerca de los abusos de poder y denuncian la corrupción de los poderosos.
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