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LA PRENSA/CORTESÍA.

¿Novela roqueada o rock novelado?

Resulta difícil sustraerse de una trama como la propuesta por Jorge Godínez (Guatemala, 1948) en novelas como Rockstalgia (1996) o su reciente Rockfilia (2007), donde el hilo conductor es la música. Difícil sobre todo para quienes hemos sido también diletantes de ese arte humano por excelencia que es la música y, aún más allá, protagonistas de su historia misma como integrantes de una que otra agrupación electrónica desde mitad de los revolucionarios sesentas, una década prodigiosa para la música y los cambios sociales.

Miguel Bolaños Garay

Resulta difícil sustraerse de una trama como la propuesta por Jorge Godínez (Guatemala, 1948) en novelas como Rockstalgia (1996) o su reciente Rockfilia (2007), donde el hilo conductor es la música. Difícil sobre todo para quienes hemos sido también diletantes de ese arte humano por excelencia que es la música y, aún más allá, protagonistas de su historia misma como integrantes de una que otra agrupación electrónica desde mitad de los revolucionarios sesentas, una década prodigiosa para la música y los cambios sociales.

Conocimos Rockstalgia hará unos diez años y nos dejó, a como dicen, “guindados de la brocha” al dejar a su personaje, José Luis, anclado en el planeta Luza de una lejana galaxia donde lo asombroso es la realidad y verdad inconcebible para los terráqueos. Y no sólo eso, sino rodeado de instrumentos musicales que ni en el más loco viaje lisérgico podemos imaginar, mucho menos llegar a dominarlos con maestría para componer música con ellos. Pero en su primigenia Tierra quedaban sus recuerdos de juventud con sabor a rock en una Guatemala de autocráticos gobernantes, no menos peores que otros como los nuestros en Nicaragua. Rockfilia es de hecho esa continuación esperada, pero con deudas por saldar con la anterior.

Esta vez Godínez hace justicia con muchos nombres de sitios, de grupos musicales y sus integrantes que habían quedado en el tintero y que eran de obligatoria mención si hablar del mundo del rock chapín o de su historia se requiere.

Por desgracia, o por falta de comercialización regional si se quiere, las empresas disqueras en Guatemala no tenían a Nicaragua entre sus objetivos y viceversa. Es por ello que hay un desconocimiento casi total del quehacer musical de un país sobre el otro en esos años y en mi caso, fuera de un disco sencillo de 45 rpm de Los Marauders llamado “Asesinato en la 10ª Avenida” regalado por un primo que vino de ese país a vivir a mi ciudad, solamente recuerdo un tema muy conocido radialmente de Carlos del Llano acompañado por la Unidad 5 llamado “Mucho amor”. Poco o nada se tiene prácticamente en el chip memorial nicaragüense sobre músicos chapines, al igual que entre ellos no se conoció casi nada sobre nuestro quehacer musical nica que produjo para entonces a un Chepito Areas para la sección percusiva de Santana Band y a un Pablo Téllez para el puesto de bajista en el grupo Malo (autor del tema “Suavecito”, dicho sea de paso).

Como su antecesora, la novela Rockfilia está escrita en lenguaje joven de la época, sobre todo en argot callejero musical. Vemos que el actuar de jóvenes y músicos guatemaltecos a partir de la irrupción de Los Beatles en el área centroamericana no es muy disímil, aunque la jerga juvenil lógicamente difiere en muchas cosas, a como concuerdan en otras. Los “estibadores” o cargadores de instrumentos de un grupo eran para nosotros en Nicaragua los “marañones” (al igual que en El Salvador). “El “ataquito” o “pálida” que algunas veces afecta a fumadores de cannabis sativa era en Nicaragua la “muerte blanca”, así como el “algodón” o cocaína guatemalteca era para nosotros una “nieve”, resaltada en Nicaragua a comienzos de los 70 en un tema musical por un grupo tan efímero como bueno que se llamó Cerebro en un disco sencillo con el nombre de “Pesadilla”, al igual que hizo luego Bwana con su tema “La Jurumba”, nombre que se le daba a los agentes de la oficina de narcóticos nicaragüense. Ambos temas sonados en emisoras juveniles.

“40 siglos de historia os contemplan” es una frase atribuida a Napoleón Bonaparte al contemplar junto a sus soldados la gran pirámide de Giza, en Egipto.

Sin tanta edad, dentro de algunas décadas habrá que rememorar estas dos novelas roqueadas o rock novelado de Godínez a fines de un siglo y comienzo de otro. El rock, ese género musical tan vilipendiado desde sus orígenes y hasta la fecha, que al final prevaleció contra viento y marea porque es sinónimo de juventud y de desafío a sus mayores, le debe a este escritor chapín el rescatar tantos nombres y lugares que fueron vivencia de muchos y que solamente eran comentadas después, al paso de los años, en bares o reuniones privadas. Hay muchos nombres que hilvanan esa historia, al igual que en otros países donde el rock despegó con velocidad inicial de un cohete Saturno de la NASA para elevarse a las alturas que la juventud quiso y no olvidará jamás. Pese a ser mal vistos por las autoridades locales de Guatemala y Nicaragua por prejuicios estúpidos, la juventud de ambos países no cedió y hoy puede decirlo orgullosa. Godínez es un ejemplo de lo anterior.

La pátina que cubre esa época, esas vivencias de jóvenes guatemaltecos, comienza a ser develada por un par de novelas y ojalá hayan más para que los hijos y nietos sepan de primera mano lo que se vivió, sin tapujos ni eufemismos, de un tiempo en que la música aderezaba las búsquedas de ser interior de cada quien, drogas incluidas como aderezo también. Ser diletante musical y literario es algo que lleva inevitablemente, con el tiempo, a plasmar vivencias por escrito. Es lo que hace a Jorge Godínez un prolegómeno dentro de la literatura musical guatemalteca.

Veo a este músico y escritor no sólo con luenga y canosa barba a lo Jerry García (Grateful Dead) o Bob “El Oso” Hite (Canned Heat), sino hundiéndose en su luziano colchón todas las noches susurrando, como el santo de Asís de Rubén Darío, una oración nocturna diaria: “Jimi Hendrix que estás en los cielos…”

*Periodista, abogado y músico nicaragüense. Autor del libro “Los Días de La Tortuga” que trata sobre los orígenes de la música electrónica en su país, único en la bibliografía del mismo.

La Prensa Literaria

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