Mujica sin nostalgia
A José Mujica se le relaciona con Daniel Ortega porque son los únicos ex guerrilleros que han llegado a gobernar, mediante elecciones, en América Latina; pero el uruguayo marcó de entrada su distancia del nicaragüense en ideas y propósitos.
En su primer discurso como Presidente, hace una semana, Mujica extendió la mano a empresarios, trabajadores y políticos en general para ir por un camino “más correcto que el del conflicto”, donde prevalezca el consenso en vez de “atropellar ciegamente para conquistar territorio”.
Ortega, quien está en su segundo mandato, actúa al revés porque mantiene las mismas ideas de hace 30 años, obsesionado con la lucha de clases, con tener enemigos —y si no existen los inventa— para perseguirlos, atropellarlos y arrebatarles algún territorio.
Mujica, quien el día de su toma de posesión inició la jornada dialogando con Estados Unidos, confesó que “hace rato que todos aprendimos que las batallas por el todo o nada son el mejor camino para que nada cambie y todo se estanque”.
Cuando Ortega tomó posesión, el 10 de enero del 2007, su preocupación mayor fue la demora del presidente venezolano Hugo Chávez y ordenó retrasar el acto por más de una hora, mientras otros invitados extranjeros aguardaban bajo el sol de la tarde, hasta que apareció Chávez, el sostén político y financiero de su nuevo gobierno.
Que Mujica haya recibido a Hillary Clinton, a primera hora, de ninguna manera significa que Estados Unidos será el patrón político del nuevo Gobierno uruguayo. No. Pero indica una política clara del Presidente entrante: Cuidar al máximo la inserción internacional de Uruguay, para que se diferencie como un país “fino, inteligente y respetado en el exterior”, porque “la idea de cerrarse al mundo quedó obsoleta”.
Ortega, en el acto de ascensión hace 38 meses, criticó el tratado de libre comercio con Estados Unidos y el “modelo neoliberal” de los gobiernos que le antecedieron entre 1990 y 2006, y así justificó incorporar de inmediato a Nicaragua en la Alternativa Bolivariana para las Américas (Alba), liderada por Chávez.
Mujica planteó la necesidad de crear riqueza y distribuirla mejor, sin atacar a nadie ni atarse a una sola opción porque se concentró en lo importante: “Necesitamos gente que invierta, y le tenemos que dar garantías Seguridad y tranquilidad Tiene que andar la economía en primer término, pero también todas las iniciativas posibles, la de los empresarios nacionales…”.
Mujica fue tanto o más guerrillero que Ortega, influenciados ambos por la revolución cubana, y estuvo en la cárcel 13 años. Sin embargo, ahora se declara “tremendamente republicano” y “somáticamente democrático”.
De todas sus diferencias frente a Ortega, vale destacar que Mujica ha dejado atrás el afán por la violencia, el fanatismo y el mesianismo. “No somos aficionados a vivir de la nostalgia ni de páginas amarillas, todos los días amanece, la vida comienza”, explicó. “La historia no empieza ni termina con nosotros, solamente que seamos unos bichos terriblemente vanidosos”.
Por eso, al contrario de Ortega, Mujica cree que “a los fierrazos no vamos a arreglar nada”.
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