Y el guardabarranco alzó vuelo. En medio de una tarde cálida y un cielo despejado, sus pájaros amigos se reunieron para recoger su canto y empacarlo con melancolía en el último adiós a un amigo, padre, poeta y cantor que dejó un legado para Nicaragua escrito con su pluma en la misma tierra fértil en la que fue enterrado.
“Salvador no se ha ido, yo sé que su cuerpo quedará aquí reposando bajo las estrellas, pero es su espíritu libre el que nos acompañará a todos a partir de hoy para que sigamos el camino que él inició”, dijo con la voz entrecortada Katia Cardenal.
Ella, a pesar de mostrarse abatida ante la pérdida de su hermano, demostró el amor por la música que tanto compartían y, aclarando un poco la voz, dio un respiro, limpió su rostro y dedicó Luna , canción del Dúo Guardabarranco, a sus padres, y ante la asombrada mirada de los asistentes inundó el lugar de un sentimiento que estremeció corazones.
Su madre no paró de cantar de pie emocionada; su padre parecía abstraído de aquella escena y permaneció sentado; sus hijos, que mantuvieron serenidad la mayor parte del tiempo, rompieron en llanto y se refugiaron en el regazo de su madre, quien al poco tiempo se retiraría con ellos visiblemente afectada.
HOMILÍA ECOLÓGICA
Pasadas las cuatro de la tarde la caravana fúnebre del artista llegó a Jardines del Recuerdo, en Ticuantepe, un cementerio que estaba adornado con decenas de coronas florales multicolores y vestido del verde que tanto gustaba al artista.
La misa campal fue presidida por dos sacerdotes amigos de la familia. Una ceremonia religiosa que vibró con el toque único del canto de la misa campesina, a cargo de músicos de la Camerata Bach y el cantautor Carlos Mejía Godoy, que tenía como eco la voz de más de un centenar de personas que compartieron la despedida del artista.
“Salvador Cardenal fue un hombre franciscano que llevó su testimonio en cada una de sus canciones y su legado de amor por la vida, por la naturaleza, su mensaje es lo más grande que su familia y sus amigos poseen”, dijo el padre Joselito, “los invito a llevar su mensaje y a tomar su causa. Sembremos un árbol en honor a Salvador, todos y cada uno de los que estamos aquí podemos hacer el cambio. Sembrar una esperanza, una vida en honor a su vida”.
COSECHÓ LO QUE SEMBRÓ
“Aquí estamos, su coro de pájaros cantores para dar nuestro corazón a un amigo que nos dio el mejor testimonio de amor con una vida de coherencia entre sus mensajes y sus acciones”, dice la cantante nicaragüense Norma Helena Gadea, quien durante la misa y el concierto se dejó embargar por la emotividad del momento.
Ella fue una de las artistas que se unieron en un concierto para el Guerrero del Amor. Otros, por su parte, asistieron a título personal como muestra de solidaridad con la familia. Pero sin duda todos los presentes compartían un sentimiento de cariño y melancolía por un hombre corazón de niño que hoy forma parte de otro coro.
“Es un orgullo poder cantarle a un amigo, no en una despedida, si no en una ceremonia para desearle un buen viaje. Ahora él es parte de la naturaleza viva, está en esta tierra, en este cantar de los pájaros”, comparte emocionado Carlos Mejía Godoy, quien para cerrar su interpretación recitó de manera emotiva la letra de Canción de cuna para Salvador Cardenal, tema que compuso su hermano Luis Enrique para el guardabarranco inmortal que aró esta tierra para sembrar una semilla verde de esperanza por la vida.
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