Escuché el discurso del presidente Ortega ante la Comandancia del Ejército e invitados especiales el pasado 21 de febrero, con motivo de la juramentación del cuarto Jefe del Ejército que asume la jefatura al amparo del Código Militar aprobado con rango de Ley de la República durante el gobierno de doña Violeta de Chamorro.
Por un momento creí escuchar mal cuando el presidente dijo que él había quitado el Servicio Militar Obligatorio. Pero todos los que estaban conmigo escucharon lo mismo. Una falsedad histórica.
Solo encuentro dos alternativas: O el presidente está comenzando a perder la memoria sin darse cuenta, o ha decidido falsear la historia para que los jóvenes de ahora, que no la vivieron, comiencen a creer que él fue distinto al que realmente fue en los años 80.
Me resisto a creer que esté perdiendo la memoria. Sería grave para un presidente a 22 largos meses de terminar su mandato. Además, podría ser motivo para perder la presidencia. Por eso me inclino a creer que fue una mentira.
El Servicio Militar Obligatorio, impuesto por Decreto-Ley No. 1327 del 13 de Septiembre de 1983 firmado por Daniel Ortega, que trajo la muerte de unos cincuenta mil jóvenes del EPS, el MINT, la Contra, o civiles, fue derogado por la presidenta doña Violeta de Chamorro mediante Decreto-Ley 2-90 del 25 de abril de 1990, que firmó poco después de su Toma de Posesión en el Estadio Nacional.
En consecuencia, Ortega impuso el Servicio y doña Violeta lo quitó. Pero no solo falseó la historia en ese aspecto. En el mismo discurso el presidente afirmó que durante su gobierno el Ejército Popular Sandinista pasó a estar sometido al Poder Civil del Presidente de la República a raíz de la aprobación de la Constitución Política de 1987. No es verdad.
La única referencia a este tema en la Constitución Política era la que menciona el Artículo 144, que decía que “El Poder Ejecutivo lo ejerce el Presidente de la República, quien es Jefe de Estado, Jefe de Gobierno y Jefe Supremo de las Fuerzas de Defensa y Seguridad de la Nación”.
Sin embargo, en esos años el propio presidente Ortega estaba subordinado a la Dirección Nacional del partido Frente Sandinista. Sus discursos cerraban con la consigna “Dirección Nacional Ordene”. En honor a la verdad, el Ejército Popular Sandinista estuvo siempre subordinado a la dirección política de un partido, el FSLN, hasta el último día del gobierno de Ortega.
Es hasta el triunfo de la democracia con doña Violeta que se dio lo que dice el propio Ejército en su página web:
“En los años 90 el Ejército Popular Sandinista implementó una mayor transformación en su estructura y en su definición política como organización estrictamente profesional con carácter nacional, eliminando la subordinación política al partido sandinista, y desarrolló un proceso complejo de profesionalización hasta convertirse en 1995 en el actual Ejército de Nicaragua”.
Fueron dos, pues, las falsedades del presidente Ortega en materia militar, el propio día de la celebración más alta que tiene el Ejército de Nicaragua cada cinco años. Francamente, una inmensa falta de respeto al mismo Ejército.
Algo más. En ese mismo discurso, el presidente hizo enormes esfuerzos por recordarles a los oficiales y soldados que ellos son “hijos de la revolución”, en un intento por comprometerlos para que apoyen proyectos aventuristas, como su intención de reelegirse aunque la Constitución Política se lo prohíba expresamente.
Pero en eso el presidente también cambia los hechos. El “Ejército de Nicaragua” de hoy, el que tenía frente a sí el presidente Ortega el pasado 21 de febrero, es hijo de la democracia, pues es al triunfar doña Violeta el 25 de Febrero de 1990 cuando inicia su proceso de transformación de partidario a profesional, de sandinista a nacional, y tiene su bautizo en el “Protocolo de Transición” firmado el 27 de marzo de ese año.
En dicho Protocolo se consigna por primera vez que las Fuerzas Armadas “tendrán carácter profesional y no pertenecerán a ningún partido político”, y “estarán subordinadas al poder civil del Presidente de la República”.
Mal hace el presidente en querer quitarle al Ejército sus méritos profesionales en su vano intento de apartarlo de la democracia nicaragüense para subordinarlo de nuevo a la Secretaría del FSLN, que siempre lo mantuvo como hijo de casa.
Y bien hace el Ejército al afirmar en las palabras de su nuevo Comandante en Jefe, el General Julio Cesar Avilés, que éste se mantendrá “alejado de la política”, “en estricto apego a la Constitución Política”, y “al servicio único del pueblo”.
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