Patadas de ahogado
Según los parámetros de la izquierda ortodoxa, Hugo Chávez Frías se anotó un nuevo triunfo en la última semana al ordenar la detención de Guillermo Zuloaga, presidente de la televisora Globovisión, por el “delito” de opinar contra el Gobierno. Sin embargo, el costo político que pagará, por golpear más fuerte a los medios de comunicación, será sopesado en las próximas elecciones legislativas, este año, cuando esté en juego su poder absoluto en el parlamento.
Gracias a Chávez, Venezuela ya ostenta otra “distinción” en el continente americano: ahora es el segundo país con periodistas prisioneros por criticar al gobierno. El otro que destaca por ese grado de represión, desde hace medio siglo, es el régimen de Cuba donde hay 27 periodistas presos desde el año 2003.
El delito de Zuloaga fue denunciar, en una reunión de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), los cierres de radioemisoras y televisoras, y exponer, por ejemplo, que los medios oficialistas, como Ávila TV, financiados con dinero de los venezolanos, son “mal manejados por este Gobierno” y “deberían dedicarse a hacer cosas que son de interés nacional”, en vez de hacer proselitismo político y defender sólo las ideas de Chávez.
Este presidente venezolano, aspirante a líder latinoamericano que pierde prestigio en la medida que arruina a su país, mostró en las últimas semanas que, frente a los problemas sociales, económicos y políticos de Venezuela, lo único que receta es censura de información, tapar lo que no puede solucionar.
Un día de este marzo se le ocurrió decir que controlaría la información sobre Venezuela en internet, pero el alud de críticas que le cayó, desde distintos puntos del mundo, al parecer le obligaron a retractarse, a cambiar su versión; negó que quisiera censurar y anunció que se volvería bloguero, que utilizaría el internet para repeler las críticas y conquistar simpatizantes.
“Allá en algún lugar en Miraflores (Casa Presidencial) pudiera yo tener una computadora, una página, comunicarme con millones, no sólo en Venezuela, sino en el mundo Voy a tener mi trinchera en internet, mi trinchera de batalla en la red”, dijo Chávez, quien de hecho ha perdido la batalla comunicacional en su país, a pesar de hablar horas y horas por televisión y en cadena nacional, forzando a los venezolanos a verlo o apagar el televisor. Si la palabra de Chávez fuera en realidad creíble, él no necesitaría acosar a los medios de comunicación independientes, ni llegar al extremo de mandar a capturar a sus directores. Si la mayoría de venezolanos creyera más al Presidente, qué importancia tendría lo que dijera cualquier medio. Sin embargo, el miedo de Chávez a la información libre indica que su palabra está más devaluada que el bolívar. Él puede enviar cuanta información quiera por internet, puede hacer cuantos discursos desee cada día. El problema no es cuanto él hable, sino cuanto le crean los venezolanos, quienes han visto cómo dilapida el dinero del petróleo y cómo aumenta la pobreza en Venezuela.
Mientras Chávez trata de seguir los pasos de su amigo Raúl Castro, pateando más fuerte a sus oponentes, los venezolanos que valoran la libertad se preparan para otra batalla silenciosa en las urnas; y si este año logran elegir a una mayoría de representantes opositores en el Congreso, el Presidente verá cómo el agua le llega al cuello.
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