Cartas de Amor a Nicaragua
“En el hombre existe mala levadura, más el alma simple de la bestia es pura” . Rubén Darío.
Querida Nicaragua: Desde tiempos inmemoriales se han conocido debilidades que hemos padecido hombres y mujeres. El ser humano es vulnerable y está sujeto a todas las enfermedades, traumas, presiones sicológicas, tentaciones malsanas, perversiones y vicios, iras incontenibles y violencias que lo han llevado a cometer crímenes horrendos. La guerra misma, fomentada por hombres y mujeres, ha sido la más cruel de las aberraciones en toda la historia de la humanidad.
Actualmente se destaca con harta frecuencia en la prensa mundial el tema de los abusos sexuales cometidos en contra de niños inocentes y muchas veces enfermos indefensos.
A propósito de esto apareció en LA PRENSA, de Managua, una carta de una dama llamada Clara Jiménez, procedente de Murcia, España. Esta señora afirma que casi el setenta por ciento de los abusos sexuales a menores de edad se producen en el seno familiar: tíos, abuelos, primos, compañeros sentimentales, padrastros, etc., y reclama que únicamente se señala a la Iglesia católica que ha venido padeciendo un fenomenal escándalo en los medios de comunicación mundiales, a pesar de que solamente el 0.04 por ciento del total de los casos denunciados, implicaron a miembros de la Iglesia.
Agrega la carta que en Estados Unidos, al tiempo que se condenaba a cien sacerdotes católicos, fueron acusados por idénticos delitos de abusos sexuales con menores, cinco millones de profesores y entrenadores de gimnasia.
La opinión pública no se ha ocupado en condenar a los deportistas, pero semana tras semana la prensa mundial se ocupa de desempolvar casos de religiosos o sacerdotes ocurridos hace 50 años. Y es el Papa actual quien ha cargado con la vergüenza ajena.
Por supuesto que los delitos cometidos por unos no justifican de ninguna manera los cometidos por otros. Pero obviamente existe una tenaz campaña en contra del Vaticano y naturalmente de la Iglesia Católica.
Soy de los que piensa que cualquier sacerdote que haya cometido un abuso sexual con inocentes niños debería ser retirado de su cargo pues el silencio no hace más que lanzar más odio sobre la Iglesia que bastante ha padecido en sus veinte siglos de existencia.
Tampoco es el celibato sacerdotal el culpable de las aberraciones de algunos pastores, pues hay miles y miles de sacerdotes que han entregado su vida a Dios y han hecho votos de castidad y son modelos de virtud. Hay miles de mártires en nuestra Iglesia católica, centenares de instituciones culturales creadas por ella, miles de misioneros que andan por el mundo predicando el evangelio y haciendo obras de caridad, creando hospicios, hospitales, centros de salud, escuelas. Hombres y mujeres de nuestra Iglesia son orgullo del mundo como la Madre Teresa de Calcuta o el inolvidable Papa Juan Pablo II.
El mundo anda al revés. Hoy se desprecia la castidad y se fomenta el sexo y la pornografía. Las reinas de belleza ganan los primeros lugares gracias a los diminutos pedacitos de tela que usan como trajes de baño. Unos cuantos sacerdotes cayeron en la tentación, sin embargo hay miles y miles de ellos entregados a su prójimo.
Asistida por el Espíritu Santo nuestra Iglesia seguirá siendo luz y faro de la humanidad. Lo dijo el Señor de Señores que murió en la Cruz para resucitar lleno de Gloria: “Tú eres Pedro, sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella”.
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