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La Serpiente y el Perro en Saslaya-Bosawas

Lulú se llamaba una colorida, hermosa, larga y delgada serpiente pitón, cuyo hogar era un gran árbol que estaba sembrado en un lindo bosque que sólo Nicaragua tiene para orgullo de los suyos y de los centroamericanos, Saslaya en la Reserva de Bosawas, Región Autónoma del Atlántico Sur, Nicaragua.

Por Herbie María Castro Torres


Lulú se llamaba una colorida, hermosa, larga y delgada serpiente pitón, cuyo hogar era un gran árbol que estaba sembrado en un lindo bosque que sólo Nicaragua tiene para orgullo de los suyos y de los centroamericanos, Saslaya en la Reserva de Bosawas, Región Autónoma del Atlántico Sur, Nicaragua.

Lulú desde hace un tiempo se encontraba sola, triste, sin hogar y hambrienta, porque no había qué comer. Lo que un día había sido su lindo hogar ahora estaba sin árboles ni ríos, y no era posible la sobrevivencia de los distintos animalitos, debido a la mano cruel e ignorante del ser humano, quienes extrajeron la madera preciosa que allí se encontraba, dejando sin hogares a otros seres vivientes.

—¡Qué lástima, estoy segura que esta Reserva era única en el planeta! —exclamó Lulú.

Pero más amargo era el lamento por la falta de agua y comida, ya que los pocos animalitos que no habían muerto por la sequía, el despale y la quema se habían marchado, y con esto rompieron de manera directa la cadena alimenticia de todo ser viviente.

La pobre Lulú estaba desvanecida por cansancio, sed y hambre. De pronto a lo largo vio acercarse a un animal arrastrándose, era un perro flaco y moribundo que venía de otro sector de la Reserva en busca de agua, y de alguien que le sanase su enfermedad.

La pequeña serpiente saltó de alegría cuando miró al perro. Rápidamente pensó: “Voy a obligarlo a trabajar para mí, que sea él quien me busque la comida de todos los días. Si me lo como, sólo tendré comida para un tiempo y después quién me dará de comer”. Así que se acercó a él y como si tuviera autoridad le empezó a dar órdenes.

Inmediatamente el perro contestó: “Escúchame serpiente malvada y holgazana no contés con mi ayuda, me llamo Pulguín, y si estoy aquí no es porque estoy buscando ser esclavo, sino un veterinario que pueda curarme esta sarna que día a día me está debilitando y con ello mi feliz existencia, la vida se me está escapando de mis patas.

Todo esto es producto del exterminio que el ser humano está ocasionando a nuestro entorno natural, a nuestros bosques, ríos, quebradas y todo ser viviente que en él se encuentra. Y tú malvada te estás portando igual, no te has compadecido de mi apariencia ni mi dolor. En lugar de ofrecerme tu ayuda has pensado en satisfacer tus necesidades sin pensar en el sufrimiento de los demás”.

Lulú enfurecida por no obtener su propósito amenazó a Pilguín con clavar sus filosos colmillos por hablador, maloliente y sarnoso.

—Guau, guau, guau… —contestó el perrito.— ¡Ajá, con que eso deseás, haragana e indolente, morirás sola, y con una buena mordida, si no te apartás y me dejás seguir mi camino —dijo Pulguín.

Rapidito siguió su camino en busca de su veterinario y de un pedazo de bosque en la Reserva Bosawas. Bueno lo que queda de él. Pero aún estamos a tiempo de salvaguardarlo para nuestra subsistencia y de las generaciones venideras, que puedan garantizar la vida con abundancia de agua, comida y hogar.

Chavalos

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