Querida Nicaragua: La principal característica del hombre, animal racional, es el privilegio de tener inteligencia, de poder pensar, opinar, discernir, estudiar, aprender para poder relacionarse con sus semejantes. Los animales irracionales, las bestias, los animalitos silvestres, las hormigas, las cucarachas, los gatos, caballos o mascotas, sólo tienen instinto, no tienen inteligencia ni capacidad de raciocinio.
El hombre ha recibido de Dios el privilegio de la inteligencia, su mente maravillosa es capaz de estudiar, de educarse, de prepararse para poder vivir en sociedad. Es decir, tiene capacidad de comunicación con otros seres humanos y discutir sus ideas con argumentos.
Cuando un hombre pierde la compostura y recurre al insulto está perdiendo la capacidad de diálogo, no es capaz de dominar sus pasiones, se vuelve un ser irracional.
Por esto nos produjo muy mal sabor el episodio bochornoso ocurrido hace unos días en la Corte Suprema de Justicia. Conocemos el fondo del problema. Ciertos magistrados que, cegados por su filiación partidarista, han sido capaces de violentar las leyes, de buscar pretextos y ampararse en disposiciones derogadas hace más de veinte años para continuar en sus cargos.
La actitud violenta del magistrado, doctor Rafael Solís, nos ha dejado perplejos, pues siempre ha sido un hombre moderado, expositor de suaves tonos, lo cual hace más razonables los argumentos. Esta vez lo vimos fuera de sí, violento, insultante e imponiendo su permanencia en la Corte con argumentos discutiblemente aceptables. Su período como magistrado ha terminado y ahora debe esperar la nueva elección en el Congreso Nacional, donde seguramente él será reelecto como recomendado del presidente Ortega.
Según los juristas más connotados, nos encontramos en un estado de cuasi anarquía. Se vencen los plazos de magistrados de la Corte Suprema y éstos se aferran a sus cargos. Igualmente ocurre con el Consejo Supremo Electoral y con la Contraloría. No quieren apartarse de sus sillas.
Por supuesto que ellos obedecen la señal de sus jefes partidarios. Bastaría una seña de don Daniel para que se retiraran, mientras el Congreso se reúne y nombra nuevos magistrados. Aquí hay una mano que todos conocemos y sin la cual nada se mueve. Es como el ojo del Gran Hermano en la novela 1984 de George Orwell, donde nada se hacía sin la voluntad del Gran Hermano y donde todo marchaba de acuerdo con los criterios de ese mágico e implacable ojo que todo lo vigilaba.
Que yo sepa, nunca se había visto en Nicaragua una situación como ésta, ni un encontronazo tan desagradable de dos magistrados de la Corte Suprema. Hemos visto en la historia muchos puñetazos y violentos encontronazos y pleitos de boxeo callejero en la Asamblea Nacional. Esos se ven en todos los Congresos del mundo, sobre todo en los países latinos, donde los hombres tenemos más caliente la sangre, pero en la Corte Suprema de Justicia nunca. Yo recuerdo desde niño la gran majestad que siempre tuvo la Corte Suprema. La meta soñada para cualquier abogado era llegar a ser magistrado de la Corte Suprema de Justicia, pues aquello era un alto honor al que pocos podían aspirar y donde sólo llegaban abogados de gran prestigio, autoridad moral y honorabilidad a toda prueba. Pero obviamente eran otros tiempos, cuando los valores morales estaban por encima de todo.
Sin embargo, sólo la muerte no tiene solución. Alguna salida debe tener esta situación cercana a la anarquía, en que nos encontramos hoy. No creo que nadie quiera que caigamos en una nueva dictadura.
El autor es director general de Radio Corporación.
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