Lo más difícil de la inversión es aprender a manejar el temor a perder dinero.
En la escuela aprendemos que es malo equivocarnos. Paradójicamente todo proceso de aprendizaje es una secuencia continua de prueba y error que implica superar el miedo a equivocarnos.
Cuando aprendemos a manejar una bicicleta sabemos que tenemos el deseo de aprender a manejarla y disfrutarla, pero también sabemos que podemos caernos y salir lastimados.
¿Cómo procedemos? Empezamos con “pequeños pasos”, observamos y preguntamos a otras personas que saben manejar una bicicleta. Empezamos a explorar el terreno donde nos es más sencillo controlarla. Empezamos probándola a baja velocidad, mientras aprendemos a mantener el equilibrio.
La repetición de la experiencia, los golpes o pequeñas caídas nos permiten aprender a manejar cada vez mejor y con mayor seguridad la bicicleta.
¿Qué hubiera pasado si nuestro temor a caernos hubiese sido tan grande que nos hubiera impedido volver a intentarlo? Probablemente jamás habríamos aprendido a manejar y disfrutar la bicicleta.
Antes de invertir tenemos un temor normal a perder dinero, y después del primer fracaso tendemos a concluir que “la inversión es riesgosa”, que es mejor depender de una fuente de ingresos continua y estable, como pensamos que son nuestro salario o nuestra jubilación. Nada podría estar más lejos de la realidad.
La crisis económica hace cada vez más inestables las “fuentes tradicionales de ingresos”. Las empresas pueden cerrarse o reducirse con mayor frecuencia, dejando a muchas personas sin trabajo. La inflación puede fácilmente “comerse” nuestros ingresos de la jubilación. Por eso, es importante aprender a invertir para generar nuestra propia fuente de ingresos.
¿Cómo proceder? Hay que empezar con “pequeños pasos”. Averiguar bien cómo funciona el negocio en el cual queremos invertir. Ver si conocemos personas que ya han invertido en ese rubro, y preguntarles o investigar por qué les va bien y qué errores han aprendido a evitar.
Este proceso de aprendizaje previo requiere tiempo, pero sobre todo disciplina. Luego, empezamos con “pequeñas inversiones”, en aquel terreno que nos sea lo más conocido posible. Vamos probando y aprendiendo con la experiencia. Debemos ser conscientes que los errores que cometemos deben formar parte de nuestro proceso de aprendizaje, nos ayudan a aprender.
Estos “pequeños pasos” o inversiones iniciales permiten ir descubriendo y validando aspectos importantes para que nuestra inversión sea exitosa. Conforme vayamos ganando experiencia iremos aumentando poco a poco la inversión.
La inversión en sí no es riesgosa. El riesgoso es el inversionista cuando no toma los pasos necesarios de invertir tiempo en su educación financiera, cuando no entiende el negocio al que se está metiendo y no toma “pequeños pasos” que le permitan ir aprendiendo de a poco cómo funciona el negocio, antes de “invertir en grande”.
Es natural tener miedo a equivocarnos, pero todos podemos atrevernos a correr “el riesgo” de aprender y tener éxito para mejorar nuestras vidas.
El autor es director de Promifin, programa financiado por la Cooperación Suiza en América Central.
Ver en la versión impresa las páginas: 5 B