Perseo, el héroe mítico griego que es el personaje central de la película Choque de Titanes , la cual se exhibe durante estos días en las salas de cine, salvó la vida después que, siendo un bebé, su abuelo, Acrisio, mandó que lo encerraran en un tonel junto a su madre, Dánae, y que lo arrojaran al mar para que ambos murieran de hambre o de sed, ahogados o devorados por las fieras marinas. De esa manera Acrisio pretendía evitar que se cumpliera una funesta profecía de que un nieto le habría de quitar la vida.
Sobre las aventuras de Perseo hay diversas versiones, igual que con casi todas las leyendas mitológicas. Algunas se parecen o sólo difieren en ciertos detalles pero otras son completamente diferentes. En esta columna me basaré en la versión del eminente mitólogo británico Robert Graves (1895-1985), uno de los investigadores de la mitología más autorizados y reconocidos a nivel mundial. Las obras de Graves, como Los Mitos Griegos, Yo Claudio y La Diosa Blanca , son lectura y material de consulta obligados para todas las personas que se interesan en esta fascinante materia.
Pues bien, las corrientes marinas arrastraron el tonel, en cuyo interior fueron encerrados Dánae y su tierno hijo Perseo, por orden de Acrisio. Así llegó hasta muy cerca de las playas de la isla de Déritos, donde fue encontrado por un pescador llamado Dictis, quien liberó a los cautivos y los llevó ante el rey Polidecto.
Dánae y el bebé Perseo fueron acogidos amablemente en su palacio por el rey Polidecto, quien permanecía soltero. Allí creció Perseo como un miembro más de la casa real de Déritos. Sin embargo, entre Polidecto y Perseo se fue desarrollando una sorda animadversión recíproca, porque el rey quería casarse con Dánae pero su hijo (de Dánae) se oponía tenazmente.
Pasó el tiempo, Dánae llegó a ser una obsesión para Polidecto, quien veía a Perseo como el principal obstáculo para sus proyectos personales. De manera que Polidecto buscó cómo deshacerse de él, para lo cual fingió que súbitamente había perdido interés en Dánae y decidido casarse con Hipodamía (también llamada Deidamía), quien era la hija de Adrasto, el rey de Argos.
Polidecto reunió a sus amigos e invitó también al joven Perseo. Les dijo que para pretender la mano de Hipodamía tenía que ofrecer al rey de Argos un regalo muy valioso. “Pienso que podría ser un rebaño de excelentes caballos de la isla”, expresó Polidectes, quien acto seguido pidió a sus amigos que le aportaran los mejores ejemplares que tenían en sus caballerizas.
Pero Perseo no tenía caballos para ofrecer a Polidecto. En compensación le dijo que haría cualquier cosa para ayudarle a casarse con Hipodamía. “Entonces ve a buscar a la gorgona Medusa, mátala y tráeme su cabeza para llevarla de regalo al rey de Argos”, le respondió rápidamente Polidecto. Este pensó que al pedirle a Perseo algo que prácticamente era un imposible, o que el joven moriría en el intento, se liberaría de su fastidiosa presencia y entonces podría casarse con Dánae, cual era su verdadero propósito.
Perseo aceptó el reto de Polidecto y se aprestó a partir en busca de Medusa, un ser monstruoso e invencible que siempre vencía y mataba a sus oponentes. Y entonces comenzó la epopeya de Perseo — que habría de igualar a las de los otros grandes héroes míticos de la antigüedad, como Heracles, Aquiles y Jasón—, de la cual me ocuparé en las siguientes columnas.
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