En su Carta Pastoral del viernes 23 de abril corriente, la Conferencia Episcopal de Nicaragua propone la necesidad de un diálogo para resolver la crisis política que sufre el país, la cual, la semana pasada degeneró en violencia de partidarios del Gobierno contra la oposición parlamentaria.
“El momento crítico que se vive en el país solamente es superable a partir de diálogos transparentes y confiables entre el Gobierno, los partidos políticos y la sociedad civil, que lleven a un entendimiento entre los distintos sectores de la sociedad y que cristalicen en un auténtico consenso democrático y un nuevo pacto social, que asegure estabilidad política y jurídica al país y que afronte los grandes problemas sociales y económicos que golpean a la población”, dicen los obispos en su Carta Pastoral. Y agregan que “El acuerdo, el pacto social, forma parte de la dinámica democrática de una sociedad, siempre que se haga de cara al pueblo y buscando sus intereses. Queremos transmitirles nuestra convicción de que el diálogo y el entendimiento de buena fe es siempre posible. A la luz de la fe creemos que “los seres humanos somos imagen y semejanza de Dios (Gn 1,26), llamados a reproducir la imagen de su Hijo Jesucristo (Rm 8,29), por lo que estamos capacitados para relacionarnos en un marco de serenidad, respeto y libertad” (Comunicado de la CEN, 19.11.2009). Lo que sería inaceptable en este momento es intentar resolver esta crisis conspirando a espaldas del pueblo, a través de pactos de cúpulas que buscan sólo sus propios intereses y la repartición de cuotas de poder, o con medios violentos para intimidar y forzar a pactar”.
Sin duda que el mensaje de los obispos está lleno de buena fe y tiene la sana intención de orientar a los diversos partidos y grupos, a que concilien sus intereses e ideologías “en función de un interés superior: el bien común de la nación”. Sin embargo, lo que temen los mismos obispos y consideran inaceptable (es decir, “pactos de cúpulas que buscan sólo sus propios intereses y la repartición de cuotas de poder”) es lo que inevitablemente tendría que salir de un diálogo entre el gobierno de Daniel Ortega y la oposición, o un sector de esta. Aún cuando participara en el diálogo la sociedad civil, la cual, lo más que podría hacer sería oponerse y denunciar públicamente el arreglo de cúpulas.
En realidad, un diálogo nacional sería el escenario más apropiado para que Daniel Ortega consiga su propósito de acordar una reforma constitucional que le permita seguir postulándose para la reelección. O para convocar de una sola vez a una constituyente, que sería mucho mejor para su objetivo estratégico de “refundar la República”, como lo han hecho ya en Venezuela, Ecuador y Bolivia, a fin de llevar al país por el escabroso camino del “socialismo del siglo 21”.
La verdad es que para resolver la crisis política bastaría con que Daniel Ortega respete la Constitución y la independencia de los poderes del Estado y el derecho de los nicaragüenses a elecciones libres y limpias; que retire el decreto presidencial mediante el cual ha extendido ilegalmente los mandatos de los funcionarios elegidos por la Asamblea Nacional, cuyos períodos están determinados en la Constitución; que rechace la falsa resolución judicial de los seis magistrados del FSLN que han pretendido suspender —para el caso de Ortega—, la aplicación del artículo constitucional que prohíbe la reelección presidencial continua y por más de dos veces. Y se resolvería la crisis si además los diputados oficialistas y de la oposición cumplen su obligación de nombrar a los magistrados y demás funcionarios a quienes por mandato constitucional ellos deben de elegir.
A este respecto cabe señalar que en cualquier país democrático, el gobernante propone a personas que sean aceptables por la oposición, a fin de obtener su nombramiento por consenso y en todo caso evitando objeciones insuperables. Y cuando algunos de los propuestos no logran el consenso, pues simplemente se busca otras personas, que sin duda las hay, aceptables por el congreso de los diputados.
Por otra parte, en todo diálogo o negociación los dialogantes y negociadores tienen que dar y ceder para poder recibir. De Daniel Ortega se conoce muy bien todo lo que quiere conseguir y las cuotas miserables de poder que está dispuesto a ofrecer. En cuanto a la oposición, lo único que puede ceder es la Constitución, sus principios y sus valores, la sobrevivencia de la libertad y la democracia. Y esto no resolvería la crisis sino que terminaría de hundir al país.
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