Seguramente fue una buena decisión de Daniel Ortega la de nominar para Embajador de Nicaragua en Estados Unidos al señor Francisco Campbell, quien desde hace muchos años ha fungido como diputado del FSLN ante el Parlamento Centroamericano.
Por lo que se sabe, el señor Francisco Campbell es un antiguo militante del FSLN y hermano del ex comandante guerrillero Lumberto Campbell, quien es considerado como integrante de la “línea dura” sandinista y fue miembro de la dirección nacional de ese partido después que perdió el gobierno en 1990.
Sin embargo, el señor Francisco Campbell ha brillado con luz propia en el FSLN. Fue diplomático del primer gobierno sandinista en algunos países africanos y posee títulos académicos obtenidos en Nicaragua y en el extranjero, inclusive en Estados Unidos. Además, quienes lo conocen, pero no son de su mismo partido ni comparten su ideología, consideran que es una persona apropiada para desempeñar un cargo tan delicado, como es la representación de Nicaragua ante Estados Unidos, país al que Daniel Ortega es claramente hostil y lo califica peyorativamente como “el imperio”.
De acuerdo con un reporte del periodista norteamericano Tim Rogers para la publicación Daily News, Tico Times. Net, publicado el 24 de marzo pasado, el ex Embajador de Nicaragua en Washington, Arturo Cruz Sequeira, calificó la escogencia de Francisco Campbell para ese cargo como una “decisión inteligente” de Daniel Ortega por su experiencia diplomática y “sofisticación social” y por sus vínculos con la Costa del Caribe nicaragüense. Cruz Sequeira precisó que el próximo Embajador nicaragüense en Washington afrontará una tarea muy difícil, pues no sólo tendrá que explicar las acciones del Gobierno de Nicaragua ante el Departamento de Estado y el Congreso de Estados Unidos, sino también ante las organizaciones no gubernamentales y los influyentes think tanks o depósitos de cerebros estadounidenses.
De hecho las dificultades de Francisco Campbell comenzaron aún antes de asumir el cargo, pues apenas se divulgó una información no confirmada oficialmente, de que el gobierno de Estados Unidos le había concedido el plácet o aceptación de estilo, la influyente representante republicana de la Florida ante el Congreso, señora Ileana Ros-Lethinen, pidió al Departamento de Estado que no acepte al nominado nuevo Embajador de Daniel Ortega en Washington mientras no sea confirmado por la Asamblea Nacional de Nicaragua.
La congresista Ros- Lethinen tiene razón, pues la Constitución de Nicaragua establece en el inciso 20 de su artículo 138 que es atribución de la Asamblea Nacional: “Ratificar en un plazo no mayor de quince días hábiles, con el voto favorable del sesenta por ciento del total de diputados, el nombramiento hecho por el Presidente de la República a los Ministros y Viceministros de Estado, Procurador y Subprocurador General de la República, Jefes de Misiones Diplomáticas, y Presidentes o Directores de Entes Autónomos y gubernamentales”. Advierte el mismo artículo constitucional que: “El nombramiento sólo se considerará firme hasta que la Asamblea Nacional lo ratifique”, y agrega que: “De no producirse la ratificación, el Presidente de la República deberá proceder a un nuevo nombramiento dentro del plazo de treinta días hábiles, debiendo someterse el nuevo nombramiento al procedimiento de ratificación ya establecido”.
Por otra parte, la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas señala expresamente en el numeral 1 de su artículo 4, que: “El Estado acreditante deberá asegurarse de que la persona que se proponga acreditar como jefe de la misión ante el Estado receptor ha obtenido el asentimiento de ese Estado”. O sea que mientras la nominación del señor Francisco Campbell no sea ratificada por la Asamblea Nacional, él no puede ser acreditado por el Gobierno de Estados Unidos como Embajador de Nicaragua en Washington. Y por lo tanto le asiste la razón a la congresista Ros-Lethinen, al decir que si Estados Unidos acredita al señor Francisco Campbell como Embajador de Nicaragua sin haber sido ratificado por la Asamblea Nacional, estaría actuando como “un peón de las maniobras antidemocráticas del mandatario nicaragüense, Daniel Ortega”.
Hasta ahora, Daniel Ortega se ha negado rotundamente a acatar el mandato constitucional de someter a ratificación de la Asamblea Nacional sus nombramientos de embajadores, ministros y otros altos funcionarios del Gobierno. Y habrá que ver si con el caso del nuevo Embajador de Nicaragua en Estados Unidos, Ortega seguirá atropellando la Constitución o comenzará a respetar la disposición constitucional que él mismo acordó en el pacto con Arnoldo Alemán, y aprobó su inclusión en la reforma constitucional del 2005.
Ver en la versión impresa las páginas: 10 A