El 17 de mayo se conmemora en todo el mundo el Día Mundial de la Hipertensión Arterial, valiosa oportunidad de divulgación y persuasión para detectar a tiempo al llamado “asesino silencioso” que es la presión alta o hipertensión arterial, causante de millones de defunciones.
Las enfermedades cardiovasculares son la causa más común de fallecimientos en todo el mundo, aportando un 30-40 por ciento de todos los decesos que como promedio son 50.4 millones (1990). Esta cuota letal se distribuye así: a casi 40 por ciento en países desarrollados y alrededor del 28 por ciento en naciones con ingresos bajos o medianos.
Los principales trastornos cardiovasculares son la hipertensión arterial, cardiopatía isquémica o coronaria, valvulopatía reumática y derrames cerebrales. En nuestro país el infarto agudo del miocardio (IAM) o ataque al corazón se ha convertido en la primera causa de muerte, sin desaparecer las enfermedades de la pobreza. En el año 2008 se produjeron más de 2,000 casos fatales, lo que significa que perdemos una valiosa vida casi cada 4-5 horas. En Estados Unidos muere un ciudadano cada segundo y al año resultan 700,000 afectados de un IAM.
La definición de hipertensión arterial es motivo de gran polémica, pero se acepta que es una condición clínica crónica que fisiológicamente se asocia a cambios en el sistema vascular acompañados de elevación de la presión arterial por encima de parámetros normales. Cuando detectamos cifras de 140/90 milímetros de mercurio o mayores hacemos el diagnóstico de hipertensión arterial esencial, dolencia incurable que está considerada como la primera enfermedad que afecta el corazón.
La presión arterial tiende a ser mayor en las primeras horas de la mañana, lo cual coincide con el hecho de que los infartos cardíacos y derrames cerebrales suelen presentarse en horario mañanero de las 5 a las 11 antes meridiano.
El 80 al 95 por ciento de los hipertensos son de tipo “esenciales” o de causa desconocida y es muy común heredar de los padres y otros familiares cercanos la enfermedad. En jóvenes de 16 a 18 años se reportan incidencias de 15 a 18 por ciento y en la población general adulta hay registros de hasta un 30-35 por ciento. A más edad mayor frecuencia de presión alta y después de los 60 años se detectan 40-60 por ciento o más de afectados. En la raza negra la enfermedad se muestra muy agresiva (hipertensión maligna) y algunos pacientes llegan a sufrir gravísimas complicaciones que los mandan a cuidados intensivos.
La mayor parte de los hipertensos no tienen síntomas. Unos pocos pueden quejarse de dolor de cabeza occipital en las mañanas. Otros síntomas inespecíficos son mareos, “visión de candelillas” (ver chispas), palpitaciones, fatiga fácil e impotencia sexual. La ausencia de síntomas favorece la “confianza” o irresponsabilidad con la salud personal. Es conveniente saber que la falta de control sobre la enfermad hipertensiva disminuirá los años que podrá vivir la persona, así como su calidad de vida, por el hecho de que se aumenta en 4 veces la morbi-mortalidad (enfermedad y muerte) cardiovascular porque la mitad de los IAM y un 30-40 por ciento de los derrames cerebrales ocurren en hipertensos.
Existen factores de riesgo que pueden agravar la hipertensión como fumar cigarrillos, tener altas las grasas de la sangre, diabetes, edad mayor de 60 años, ser del sexo masculino o mujer menopáusica y tener historia familiar de enfermedades o muertes de tipo cardiovasculares.
Para el año 2030, cuando la población mundial alcance 8,200 millones de almas, el 32.5 por ciento de los decesos serán causados por enfermedades cardiovasculares, de estas muertes el 14.9 por ciento serán varones y el 13.1 por ciento mujeres, a consecuencia de cardiopatía isquémica o coronaria.
La creciente prevalencia de los padecimientos cardiovasculares en el mundo y nuestro país, a la cabeza de los cuales marcha la hipertensión arterial, y su impacto en la salud y la economía obligan a insistir en la prevención y control de este trastorno. De ahí la importancia de los chequeos médicos periódicos y el seguimiento por su médico internista. Todo hipertenso o hipertensa no debe abandonar nunca su tratamiento o hacerlo bajo recomendación médica.
El autor es especialista y profesor de medicina interna
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