El alcohol nuestro de cada día

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El día que Luis decidió dejar de beber fue porque estaba viendo literalmente “diablos azules”. Había bebido quién sabe cuánto de aquella botella con “guaro pelón”. Después de la embriaguez lo que le quedó fue un miedo terrible. Sentía que lo perseguían, miraba a su alrededor y aparecían miembros de la vieja Guardia Nacional en su persecución. Sentía miedo, estaba ebrio, asustado. No sabía qué hacer y lo primero que se le ocurrió fue llamar a un amigo que sin más le dijo: “Quedate ahí donde estás, ya te mando a traer”.

Luis recuerda ahora aquel momento con cierto nivel de madurez. Como miembro de Alcohólicos Anónimos no se cansa de contar su historia a cuanta persona quiera escucharlo.

Tal como le dijo su amigo, él se quedó esperando en la acera donde estaba. Al poco tiempo apareció una ambulancia con un par enfermeros que según él parecían “dos mastodontes” a los que ni siquiera se les podía oponer, lo recogieron de la calle donde estaba y lo llevaron directamente al hospital psiquiátrico, en el kilómetro cinco de la Carretera Sur, en Managua.

Ahí estuvo interno 20 días. Los enfermeros le proporcionaron medicinas para tratar de estabilizar sus nervios. El hombre estaba casi en shock producto de tanto alcohol que corría por sus venas.

Cuando salió del hospital psiquiátrico volvió a su vida “normal”. Continuó en su trabajo como abogado, que aunque no tenía un título universitario, ejercía la profesión en la Guardia Nacional. Volvió a su casa, con la esposa que años después lo dejaría por decepción. Y también volvió a frecuentar a los mismos amigos con los que solía compartir sus tardes “sociales”.

Aunque no se conoce la cifra exacta de cuántas personas ingieren bebidas alcohólicas en Nicaragua, según un estudio realizado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), en el 2002 se estimaba que solamente un 12 por ciento de los hombres nicaragüenses eran abstemios, es decir, el restante 88 por ciento de la población masculina había ingerido licor alguna vez o lo hacía frecuentemente.

En cuanto al gremio femenino, se calcula que la mitad de las mujeres del país han ingerido licor y el restante 50 por ciento se considera abstemio.

Pero pasando el dato a nivel mundial, en el continente americano la cultura por ingerir licor supera al promedio mundial en un 40 por ciento.

En el estudio Alcohol y Salud Pública en las Américas, de la OMS, se dice que en la región el consumo de licor debería generar una mayor preocupación debido a que en el año 2000 ésta fue la principal causa de riesgo para la vida en los países de ingresos medios y bajos (Brasil, México y la mayoría de los países latinoamericanos), y el segundo en los países desarrollados como Estados Unidos y Canadá.

Ese año, América fue la única región del mundo donde el licor fue el primer factor de riesgo para la vida. Y en el 2002 se estima que murió una persona cada dos minutos producto del licor. Entre el 20 y el 50 por ciento de los accidentes de tránsito en América están relacionados con estados de ebriedad.

“En muchos países en vías de desarrollo en la región, incluyendo México, Brasil, Perú, Bolivia, Uruguay, Costa Rica y Chile, el consumo excesivo episódico es particularmente elevado (beber más de cinco tragos en una sola ocasión), especialmente entre jóvenes”, dice el estudio.

Pero hay otro dato que podría ser mucho más preocupante. Según la OMS, la edad en que se comienza a beber es cada vez más temprana, lo que va de la mano con todos los riesgos en la salud que implica la ingesta de licor y el aumento del riesgo de volverse adicto o dependiente del alcohol.

El cerebro humano termina de desarrollarse hasta que se alcanzan los 25 años de edad, aproximadamente, y si la persona comienza a beber alcohol mucho antes las secuelas que puede experimentar en su organismo son muchas y en algunos casos fatales.

Pero a pesar de todas las advertencias, las bebidas alcohólicas continúan siendo las predilectas entre los jóvenes, sobre todo en América, donde licores y cervezas se disputan entre los favoritos, y se consumen con mayor frecuencia que otras drogas ilícitas.

El costo social de las secuelas del alcoholismo es alto, sin embargo, las ganancias que genera la venta de licor en cada país son bastante significativas, sobre todo cuando se trata de economías como la nicaragüense.

Según informes del Presupuesto Nacional, el año pasado el país recaudó un total de 703.6 millones de córdobas en impuestos generados por la venta de licores, rones y cervezas.

De esos, 147.5 millones de córdobas corresponde al ISC (Impuesto Selectivo al Consumo) de la venta de rones y licores nacionales e internacionales. Pero las mayores ganancias se reportan de la venta de cerveza, lo que podría traducirse como la bebida favorita. Este rubro inyectó a las arcas del Estado 556.1 millones de córdobas en el 2009.

Para este año, la meta de recaudación de ISC por la venta de licores y cervezas superará aún más lo recaudado el año pasado y se espera que la cifra se supere con 75.9 millones más, ya que según el Presupuesto General de la República de Nicaragua, para este año la venta de rones, licores y cervezas generará unos 779.5 millones de córdobas en impuestos.

Sólo para darse una idea, con esa cantidad de dinero el Estado podría cubrir el presupuesto del Consejo Supremo Electoral y la Asamblea Nacional juntos. El presupuesto de gastos asignado para estas instituciones en este año está calculado en 341.3 y 397.4 millones de córdobas respectivamente.

En el promedio mundial, los licores cuentan con un 55 por ciento de preferencia, y en países como Bolivia, Ecuador, Guatemala, Haití, Nicaragua y Perú, tanto las cervezas como los licores comparten un 50 por ciento de preferencia entre los consumidores.

Aunque en Nicaragua no se sabe exactamente el costo económico que generan al país los efectos del alcohol en la salud de sus habitantes, en el 2002 Canadá gastó más 2 mil millones de dólares canadienses para atender los trastornos en la salud de sus bebedores. En Canadá se registra la mayor incidencia de trastornos mentales a nivel mundial.

A sus 67 años, Luis todavía recuerda cuando se “echó” sus primeros tragos. Tenía 16 años, había ido a una fiesta con su padre a quien nunca vio ebrio. ¡Nunca! Mucho menos a su madre. Por eso, Luis, quien prefiere quedar en el anonimato como todos sus compañeros de Alcohólicos Anónimos, no cree mucho en la teoría de que el alcoholismo es hereditario, a pesar de que sí se podría aplicar a su hija menor, quien es adicta al licor y la marihuana.

En cambio, sí cree en el pronóstico de que por cada cien personas al menos siete están predispuestas a ser alcohólicas. Él quedó entre ese reducido siete por ciento que, tal como recuerda, en su etapa adolescente cuando buscaba sentirse “macho”, como rezaba un eslogan de una campaña de licor nacional en la Nicaragua de los años sesenta.

Según la OMS, el promedio de ingesta de licor en Nicaragua es de 5.2 litros por año (2002), una cantidad que queda corta en comparación con aquellos países con un poder adquisitivo mayor. Aquí no más, en Costa Rica, el promedio asciende a 15.1 litros anuales por bebedor y en Estados Unidos el promedio es de 17.2 litros.

En su testimonio, Luis cuenta que al principio lo que ocurre es que la persona va aumentando su capacidad de tolerancia al alcohol.

Si la primera vez se embriagó con tres cervezas, probablemente en las ocasiones siguientes quiera probar qué pasa con cinco, seis, siete, y continuar probando sus límites y en la mayoría de los casos, seguir la competencia del que aguante más entre sus compañeros de tragos, un juego que a largo plazo ocasiona resultados más devastadores que los efectos de la embriaguez o la consecuente “goma” o resaca.

El consumo excesivo de alcohol provoca al menos 60 afectaciones en la salud. Entre éstas se mencionan algunas variedades de cáncer, trastornos cardiovasculares, enfermedades hepáticas y condiciones neuropsiquiátricas, incluyendo la dependencia.

Y no necesariamente son enfermedades que aparecen durante la época de “furia” por el alcohol. Luis, por ejemplo, dejó de tomar licor hace 22 años, pero fue hasta hace seis años que comenzó a padecer los males de la cirrosis hepática. Aunque el licor ya no corre por sus venas, el hígado, un órgano importante en el metabolismo humano dejó de funcionar con la eficacia de antes tras el abuso del licor.

El alcohol afecta directamente al cerebro y a la mayoría de los órganos del cuerpo. Pero sus efectos van más allá y pasan al plano social ya que además afecta al consumidor mismo y a todo aquél que esté a su alrededor. En algunas ocasiones esto se traduce en violencia familiar y accidentes fatales como una historia que se maneja entre los Alcohólicos Anónimos.

Luis recuerda el relato que escuchó una vez de la boca de monseñor Oswaldo Mondragón, sacerdote que apoyaba a los Alcohólicos Anónimos.

Mondragón les contaba que en Granada existió un hombre que se embriagó tanto hasta que perdió la noción, cayó inconsciente. Al despertar al día siguiente el tipo notó que había amanecido en una celda, estaba preso. Al pedir a los carceleros que llamaran a su esposa para que llegara a pagar la fianza, la respuesta fue: estás preso porque anoche mataste a tu esposa porque no te quiso dar diez pesos para seguir bebiendo.

Existen muchas teorías sobre el porqué las personas ingieren licor. Aparte de los análisis científicos en los que se menciona la herencia del alcoholismo transmitida de padres a hijos, también existe una razón cultural que con el pasar del tiempo ha sufrido ciertas modificaciones.

Según información de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) en países donde todavía existen comunidades indígenas como en Brasil, México, Nicaragua, Panamá y Bolivia, el uso de alcohol está ligado a tradiciones antiguas que se remontan a tiempos anteriores al a colonización.

En algunas zonas el alcohol se continúa utilizando para tratamientos terapéuticos, medicinales o rituales. Otros utilizan esta sustancia psicoactiva mezclada con alimentos durante fechas especiales y festividades.

“Tras la colonización, las bebidas tradicionales consumidas por las poblaciones indígenas fueron lentamente sustituidas por bebidas destiladas. El consumo de alcohol se ha incrementado y está muy difundido, especialmente en varones jóvenes”, explica la OPS.

Además, agrega que el sentido religioso de las bebidas alcohólicas quedó atrás y ahora se consume por la simple acción de embriagarse, un deseo que junto un mayor acceso y disponibilidad del alcohol, las malas condiciones de vida y laborales, falta de salud, educación y de programas de prevención y tratamiento del consumo, resultan según la OPS en una alta tasa de morbilidad y mortalidad por causas relacionadas con el alcohol. b

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